El blog de Golcar

Este no es un reality show sobre Golcar, es un rincón para compartir ideas y eventos que me interesan y mueven. No escribo por dinero ni por fama. Escribo para dejar constancia de que he vivido. Adelante y si deseas, deja tu opinión.

Archivar para el mes “abril, 2013”

La verdad oficial Vs. la contundente realidad

la verdad

Si algún éxito se le puede atribuir al difunto Chávez en los 14 años de su autoritario régimen, fue el haber logrado, para el momento de su deceso, configurar un aparataje comunicacional eficiente y agigantado que logró llevar su mensaje “revolucionario” a los más apartados confines del mundo y al más recóndito rincón de la geografía venezolana.

Aquella “hegemonía comunicacional” de la que en varias oportunidades se les oyó hablar a los partidarios del régimen chavista, luego de 14 años en el poder, parece estar completamente desarrollada y establecida. Para alcanzarla, se valió de la creación de nuevos medios de comunicación como revistas, panfletos, emisoras de radio y televisión comunitarias,  emisoras de radio y televisión regionales, millonarias campañas publicitarias y de propaganda, así como  de cierres por vías “legales” de medios de comunicación que le resultaban incómodos a sus propósitos de llevar “Su Buena Nueva” a todos los lugares, con el menor ruido posible.

A esto hay que agregarle un gran lobby internacional de medios e intelectuales del planeta, unos pagados por el estado venezolano y otros atraídos por lo exótico que les resultan, a cierta intelectualidad de izquierda del mundo desarrollado europeo y estadounidense , todos los gobiernos que se erigen como anti imperialistas y contarios a todo lo que tenga la etiqueta de “gringo” o “pitiyanqui”, además de la creación de un canal internacional de televisión como Telesur al servicio absoluto de la “verdad” revolucionaria y la creación y aplicación de leyes de comunicación que estimularon la autocensura de los medios privados que tendían a ser opositores o medianamente imparciales, muchos de los cuales eliminaron de su parrilla de programación la mayoría de programas de opinión y de entrevistas, destinando sus programaciones a espacios de entretenimiento, concursos, bricolaje, cocina y telenovelas, o pura musiquita en las emisoras de radio.

Los pocos espacios de opinión que sobrevivieron se han visto obligados a ingeniárselas para cumplir con el reglamento de comunicación siempre ambiguo y discrecional, mediante el cual, con parámetros absolutamente subjetivos y sujetos a la arbitraria interpretación del ente regulador, el estado tiene la potestad de sancionar a periodistas y medios si considera que “incumplió” con la norma. De esta forma, el ejercicio de la comunicación en Venezuela en los últimos años, se ha desarrollado siempre bajo amenazas y tutelajes que han exacerbado la autocensura. Se comunica desde el miedo y de esto no se han salvado ni siquiera los programas de entretenimiento más banales. Todos pueden en cualquier momento pisar un callo que incomode al régimen y que haga que se “solicite” su suspensión y salida del aire bajo tácitas amenazas de acciones «legales» más fuertes.

Todo este panorama de hegemonía se ve coronado con las innumerable e interminables cadenas de medios de las cuales ha hecho uso y abuso el régimen amparándose en el derecho que la ley le otorga. Las cadenas de radio y televisión llegan hasta el más apartado rincón del país y son transmitidas en muchos casos a nivel internacional vía televisión por cable y por Telesur.

Mientras los medios de comunicación oficiales,  esos que se supone son de todos los venezolanos, aunque han devenido en oficinas de prensa del gobierno y del partido PSUV,  especialmente la televisión, tienen alcance realmente nacional; el único canal que permanece al aire con tendencia opositora es Globovisión, con señal abierta solo en el centro del país y solo vía cable en el interior, con lo cual su alcance es bastante limitado así como su audiencia.

Globovisión ha estado bajo amenaza desde hace muchos años. Han recibido sanciones y multas multimillonarias y siempre mantiene un “expediente abierto” dentro del régimen. La razón principal por la que el gobierno no se ha decidido a cerrarla por completo es porque le ha funcionado como «detergente» para lavar ante el mundo el carácter autoritario y dictatorial del gobierno. Efectivamente, quien vea por un rato un “Aló, ciudadano”, podría decir que Venezuela es el país con la mayor “libertad de expresión del mundo”, como le gusta decir a los oficialistas. No obstante, esa supuesta libertad, esté siempre vigilada y amenazada y, al hurgar un poco más la superficie, se constate que no hay tal libertad si los periodistas y presentadores trabajan con una espada de Damocles sobre sus cabezas, atentos no solo a lo que ellos dicen sino a lo que digan sus invitados y entrevistados pues las opiniones de estos también terminan siendo responsabilidad del periodista y del medio.

Por ejemplo, solo para ilustrar, si un periodista entrevista a alguien y a esa persona se le ocurre decir: “Anoche salí y me tomé unos vinos”, si es en vivo, el periodista debe saltar a decir que eso no se puede decir so pena de ser sancionado si no lo hace, y si es grabado, a la palabra “vino”, le montarán un pitico de censura, como sucede con una canción muy sonada en la radio a la que le ponen el pito censor sobre la palabra “cerveza”.

De todo este poder comunicacional se ha valido el régimen para esparcir por el mundo su “verdad”. Es este poderío el que ha logrado vender en el exterior la especie de «una revolución equitativa y justa», con plenas libertades democráticas, exitosa e incluyente, mientras que en el plano interno ha sumido al país en la bancarrota, la escasez, la inseguridad, la división, el odio entre hermanos… El viejo truco de la mentira repetida mil veces y de, si piden ajo, les damos ajo hasta que lo repitan.

De esta estrategia viene la falsa creencia en el mundo y en gran parte de la población venezolana de que Chávez fue el que vio hacia los pobres, los tomó en cuenta por primera vez y los “empoderó” como les gusta decir. En realidad, el régimen no hizo más que continuar con las viejas políticas sociales de anteriores gobiernos democráticos. El vaso de leche escolar, los comedores escolares, los hogares de cuidado diario, las casitas de Inavi, el programa ACUDE de alfabetización, los programas de formación del INCE, las escuelas técnicas industriales… Por nombrar las primeras que me vienen a la mente, fueron el germen de las “Misiones”. Es poco lo realmente nuevo durante su gobierno, y no mucho más efectivo que sus originales.

Pero el aparataje comunicacional hizo que la gente olvidara lo que habían hecho otros gobiernos y de tanto repetirles que antes no tenían asistencia social, terminamos todos convencidos de que fue así y repitiendo el estribillo de que “con Chávez, por primera vez, se tomaban en cuenta los pobres”.

Lo único que tiene de cierta esa afirmación es que, por primera vez, un gobierno empezó a conectarse con el resentimiento de los pobres, empezó a utilizarlos de manera impúdica y descarada para sus fines absolutistas.  Desde las altas esferas del gobierno se fueron a los barrios del país, especialmente en Caracas, con armas y un discurso de odio y división para conformar milicias y cuerpos para-policiales con los cuales enfrentar a la oposición cuando esta saliera a reclamar y protestar por sus derechos.

A fuerza de repetir en sus medios de comunicación que la escasez de alimentos, la inseguridad, la falta del servicio eléctrico, de agua, y de todos los servicios básicos son culpa de los burgueses y del imperio, el régimen logró imponer su verdad y sembrar su odio en aquellos que compraron su discurso. Muchos de esos son los que en la actualidad dicen: -No me importa que me maten, que me roben, que mis hijos no tengan leche, que no consiga medicinas, pero NO VOLVERÁN”.

La propaganda logró imponer ante el mundo el éxito de la “Misión Vivienda”. Entregan 200 casas y la propaganda la repiten incansablemente hasta que pareciera que son 2 millones de casas, aunque en la realidad, el déficit habitacional se ha incrementado cada año hasta niveles alarmantes. Esa capacidad propagandística es la que hace que un proyecto que en cualquier país civilizado del mundo sería considerado un oprobio como lo es La Torre de David en Caracas, donde una invasión terminó siendo un barrio vertical, controlado por “líderes” al mejor estilo de los “pranes” que gobiernan las cárceles, con armas, drogas y el abuso producto del hacinamiento, haya terminado siendo enviado a la Bienal de Venecia y premiado como ejemplo de “organización social”.

“Por primera vez al pobre lo toman en cuenta” y en realidad lo que han hecho es mudarle el rancho y el mal vivir. Muchas viviendas de las que han entregado están en pésimas condiciones, edificios de 12 pisos sin ascensor, escaleras sin acabar y sin barandas. Edificios mal construidos junto a urbanizaciones de clase media y entregados a “sus pobres” no con la finalidad de mejorarles su calidad de vida sino para utilizarlos como banda de choque contra esa clase media que no termina de arrodillarse ante el poder y la revolución. A muchos los sacaron del rancho en el cerro para llevarlos al rancho en la urbanización. Cambio de escenario sin que en realidad eso signifique un cambio ni en la calidad de vida del pobre ni es su capacidad para salir de la pobreza. Mientras tanto  la lista de damnificados esperando solución a su problema de vivienda se mantiene por años.

Hablan de “seguridad alimentaria” y uno pasa frente a los supermercados y ve las colas de personas interminables para comprar 2 pollos, un kilo de azúcar y un kilo de harina. Pero, los seguidores del régimen que están en la cola, están convencidos que esa escasez es culpa de la “burguesía apátrida” y del “saboteo” con el que lo bombardean 20 veces al día en los medios oficiales. O, se dejan convencer, en otros casos, de que la escasez se debe a que como ahora los pobres tienen poder adquisitivo, se consume más y no alcanza la producción.

Esas personas que creen y quieren creer la verdad oficial, en muchos casos, no tienen acceso a la información que la contrasta. Para ellos la verdad oficial es «la verdad», pues no tienen señal de “Globovisión” en sus casas para que, al menos, les siembren la duda. A ellos les llega la versión del CDI quemado pero no la réplica de las personas que investigan el hecho. Como sucedió con Provea. A ellos no parecen llegarles las informaciones que dan cuenta de la caída en la producción en todos los rubros, de los cierres de empresas, de la huida de la inversión a países como Colombia y Panamá porque el capital escapa de países donde se siente inseguro. Quienes consumen la verdad oficial no tienen posibilidad de pasear por países como Uruguay o Colombia y contrastar su realidad con la que vive la gente en esos países. Ellos creen lo que dicen sus medios de que la crisis es mundial y se imaginan que los supermercados y servicios públicos en otros países están en el mismo deplorable estado que el nuestro, o peor, porque son países más pobres.

Todo este panorama convirtió  al régimen venezolano en un fascismo de librito, terminó cumpliendo con la mayoría de las características que identifican a ese tipo de regímenes o, en su ampliación, a gobiernos autocráticos, totalitarios y dictatoriales. Cito algunas de esas características:

–        Buscó legitimarse a través de la movilización popular, invocando ser los auténticos representantes de los intereses del pueblo.

–        El dominio de su prédica ante las masas llevaba a la construcción de una falsa realidad a través del dominio de los medios de comunicación y de un aparato propagandístico que martillaba una sola “verdad”. Como afirmara el ministro de Propaganda Nacionalsocialista, Joseph Goebbels: “Una mentira repetida mil veces se convierte en verdad”. Para ello procuraron re-escribir la historia para hacerla coincidir con sus designios de poder. (Aquí le agrego que basta decir que hasta una nueva imagen de Simón Bolívar llegaron a producir).

–         Las pretensiones de este liderazgo por amasar cada vez más poder demandaba señalar la existencia amenazante de un “enemigo”, tanto externo como interno, que ponía en peligro los avances de la revolución fascista. Ello “justificaba” la eliminación de toda traba a la concentración de poder y exigía lealtad absoluta a sus seguidores, pues se trataba de librar una batalla victoriosa contra ese “enemigo”.

–        El nazi-fascismo se propuso la destrucción del Estado de Derecho “burgués” argumentando que su “blandenguería liberal” obstaculizaba la conquista de los fines trascendentales reservados al pueblo. Al “enemigo” no se le podían reconocer los mismos derechos que el “ciudadano de bien” y se le discriminaba política, social y jurídicamente. El régimen Nacionalsocialista buscó acabar con la institucionalidad existente mientras edificaba una institucionalidad paralela, dependiente del partido.

–        Lo anterior implicaba la politización de la justicia, siempre en nombre de la “voluntad del pueblo”, y la “judicialización” –penalización- de toda acción política opositora.

–        Esta especie de “revolución permanente” se basaba en la polarización maniquea de la lucha política –los buenos, patriotas, “nosotros”, contra los malos, vendepatrias, “ellos”- y buscaba galvanizar a las masas para cerrar filas detrás del líder.

–        Consustancial a lo anterior era el ejercicio extendido de la violencia callejera por parte de organizaciones partidistas uniformadas de naturaleza para-militar.

No obstante, todo el poderío y hegemonía comunicacional y el inmenso aparato de propaganda que quedó completamente establecido dentro y fuera de las fronteras de Venezuela para el momento del deceso de Chávez, bastaron los pocos meses de la enfermedad del líder y los siguientes meses a su muerte para que Nicolás Maduro se terminara llevando por los cachos el trabajo de 14 años del líder del «proceso socialista» venezolano.

A pesar de la limitada, semi-amordazada y el corto alcance de la señal de Globovisión y de lo poco extendido que está el uso de las redes sociales en el país, el manejo de las (des) informaciones de los partes médicos sobre el estado de salud del mandatario, el hermetismo y la falta de rigurosidad y seriedad al momento de comunicar, empezaron a medrar el poder del inmenso aparataje comunicacional y de propaganda del régimen.

Los seguidores del chavismo podrán ser humildes y en muchos casos de escasa formación académica, pero no son tontos ni faltos de inteligencia y sentido común y, a pesar del fanatismo y amor profesado al líder, en el fondo no los engañaron por completo y la duda acerca de la veracidad de las informaciones que les ofrecían empezó a sembrarse en sus cabezas. Confirmadas cuando, luego de haberlos mantenido por meses con la expectativa de que su querido líder regresaría fortalecido y robustecido y de “partes médicos” que daban cuenta de largas horas de trabajo en su lecho de convaleciente, el 5 de marzo le informaron que había muerto. La duda sobre la sinceridad de los herederos quedó subyacente bajo el duelo y el dolor de la noticia del fallecimiento.

Las mentiras evidenciadas en todos los voceros del oficialismo hicieron que la duda cobrara cuerpo en sus seguidores y, esa duda, aparte de la falta de liderazgo de Nicolás Maduro, hizo que la cantidad de votos para su candidatura menguara por miles a diario, hasta llegar al desastroso resultado para el oficialismo de las elecciones del 14A.

Pero, el desespero por la aplastante derrota hizo que los voceros oficiales siguieran cometiendo errores. A los abusos y trampas que se vivieron durante el proceso electoral que dejaban en el ambiente un sospechoso tufillo a fraude, se le sumó la desorientada política comunicacional del régimen que empezó a dar palos de ciegos en su afán por montar una matriz de opinión de un supuesto golpe de estado fraguado desde la oposición y de supuestos hechos de violencia orquestados desde las filas del candidato opositor quien, desde la misma noche cuando se dieron los resultados salió a exigir un reconteo y auditoría de los votos.

La realidad empezó a imponerse por encima del aparato de propaganda y a atornillar la sospecha y la duda en ambos bandos del electorado.

Los acompañantes internacionales vieron las irregularidades que se cometieron en los centros de votación, como las vieron los votantes de ambos candidatos. La sensación de trampa, existente en los venezolanos desde hace varios procesos electorales, se fue materializando y el hecho de que el oficialismo empezara a circular falsas informaciónes, medias verdades y mentiras completas, fácilmente descubribles al asomarse a la realidad como las de los ataques a centros de salud y a instalaciones partidistas corrieron como agua desbordada por las redes sociales y en el boca a boca.

La realidad no podía ser ocultada con cadenas de medios ni con declaraciones de quienes cada vez que hablan terminan más desacreditados ante la sociedad. Ni siquiera manipulaciones como la información transmitida por Telesur cuando daba cuenta de los fuegos artificiales en la toma de posesión de Maduro quitando el audio ambiente para eliminar el ruido de las estruendosas cacerolas que se imponía a las detonaciones, como protesta por la apresurada juramentación, pudo calmar la duda de la gente.

La verdad oficial parece tener simientes de barro y la lluvia desaforada de mentiras, amenazas y transmisiones de imágenes espectaculares como las logradas durante el acto de juramentación logran evitar que en la opinión nacional e internacional quede la sensación de que “se robaron las elecciones”, como lo dijo Capriles. Las apresuradas declaraciones de representantes del resto de los poderes que siempre han estado en contubernio con el ejecutivo, generaban más suspicacias que certezas.

La persecución de los empleados públicos que votaron por la oposición para despedirlos de sus trabajos ayuda a confirmar la duda de si esos resultados dados son realmente los que son y hace que al final de esta jornada, cerca del 80 por ciento de la población esté de acuerdo con que se haga una auditoría seria y completa que despeje las dudas de los votantes de ambos lados. La negativa del ente comicial, bajo leguleyas objeciones, no hace más que acrecentar la sospecha y lo que empezó siendo un tufillo a fraude ha devenido en un penetrante hedor a trampa.

Al final, los intelectuales y políticos serios tanto dentro como fuera del país, que en diarios y foros de internet alguna vez apoyaron con sus opiniones al régimen chavista, parecen hacerse a un lado ante las flagrantes evidencias de trampa y la apabullante duda y las constantes sospechas que dejan la elección. Muchos piden explicaciones de la derrota y están de acuerdo con que se produzca una profunda auditoría. La defensa de la verdad oficial del régimen ha quedado en gente de muy dudosa reputación y credibilidad, las voces serias del mundo, aunque no terminen de pronunciarse directamente con respecto al tema, con su silencio parecen convalidar la tesis de que se hace necesaria la auditoría de las elecciones, satisfaciendo las demandas hechas por la oposición que, a fin de cuentas, tiene todo el derecho de dudar y de que se le despejen sus dudas de manera contundente.

El hecho de que tanto Nicolás Maduro como Jorge Rodríguez y el mismo CNE se desdijeran sobre su posición respecto a la auditoría luego de que había aceptado la solicitud, no ayuda a aclarar las sospechas. Todo apunta a que fue una burda estrategia para tener un país relativamente en calma para el show de la juramentación al que asistirían algunos presidentes y representantes de países extranjeros, quienes fueron, aparentemente, engañados en su «buena fe».

Falta por saber si la perdida de eficiencia del aparataje comunicacional y de propaganda enfrentada a la realidad que parece golpear con mano de acero al régimen, acabarán siendo el germen que termine por derrumbar esta farsa que se ha llamado “socialismo del Siglo XXI”, que no ha sido más que la imposición en Venezuela de un sistema autocrático, totalitario, dictatorial que, como dije anteriormente, terminó convertido en una régimen fascista de librito.

Lloré…

historia

Después de más de 25 años,  he vuelto a ver la película argentina “La historia oficial” (Luis Puenzo, 1985) y he vuelto a llorar.

Esta vez fue un llanto distinto y por diferentes motivos. A los 22 años, cuando la vi por primera vez, lloré como llora un joven que se conmueve con el sufrimiento ajeno, como un muchacho que se solidariza con el dolor de otros, que ve una historia desgarradora y lo conmueve desde la distancia física y temporal.

En ese entonces, los cuentos de dictaduras y represiones eran hechos de épocas anteriores a mi nacimiento, eran relatos de los padres que vivieron los días de Pérez Jiménez, era la Historia de Venezuela del liceo, era la telenovela de RCTV, “Estefanía”. Eran terribles vivencias de países sureños, de exiliados argentinos, uruguayos, chilenos, amigos que en tierras democráticas venezolanas consiguieron la libertad que se les negaba a fuerza de fusil y bota militar en sus países de origen.

Eran historias lejanas en el tiempo y en el espacio…

Ahora, lloré porque la vivencia de otros tiempos y otros espacios se hizo carne propia. La opresión y la represión se instalaron en suelo venezolano ante nuestros desconcertados ojos, ante nuestra incrédula mirada de quien decía: “No vale, yo no creo”. De quien con aire de superioridad sostenía: “Eso no podrá pasar en Venezuela. La comunidad internacional no lo permitiría”.

Hoy, lloré porque esos países que consiguieron toda la solidaridad del pueblo venezolano durante sus épocas de dictadura y obligado exilio se hacen los ciegos ante lo que sucede en Venezuela. Lloré porque esas mujeres tocadas con pañoletas blancas que caminaban en círculos alrededor de La Pirámide de La Plaza Mayo, con una fotografía en la mano o una pancarta, que nos conmovieron con su dolor hasta las lágrimas, hoy se ponen de lado de la bota que pisa a la ciudadanía venezolana, sin querer entender que la bota militar, sea de izquierda o de derecha, pisa con la misma fuerza y las balas de sus fusiles tienen el mismo poder de muerte.

Lloré por las “Alicias” que no ven, no quieren ver más allá de “La historia oficial”. Lloré porque amigos que lloraron conmigo hace más de 25 años cuando vieron la película, hoy parecen justificar el horror, la represión y el fascismo como si la libertad fuera un bien negociable que se defiende dependiendo de la ideología de quien nos la quiera arrebatar.  Lloré porque no hay nada que se parezca más a una dictadura de derecha que una dictadura de izquierda. Lloré porque esos amigos no quieren ver que las botas y las balas no conocen de ideologías. Los fusiles saben solo de poder, represión, violencia, dolor…

Lloré…

Lloro…

P.S. Esta nota la agrego unas cuantas horas después de haber visto la película y escrito el post porque quiso la casualidad que, en el instante cuando yo visualizaba La Historia Oficial y escribía estas líneas, fallecía en Buenos Aires su guionista Aída Bortnik. Que en paz descanse y queden estas líneas como homenaje póstumo.

Nosotros los salvados

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Foto de la portada del libro de Jacqueline Goldberg

Algunos nombres  y apellidos me resultan impronunciables pero para sentir el horror y el dolor no hace falta pronunciar los nombres. Ni siquiera hace falta leerlos…

Cada página del libro “Nosotros los salvados” de Jacqueline Goldberg es un alarido ahogado, es una dolorida historia, es un poema de pocas líneas, cortas frases, estructuradas y diseñadas de tal manera que no hace falta más para sentir todo el horror vivido por el protagonista.

En un poema de cuatro versos cortos uno llega a experimentar la historia completa de la Shoá, de la masacre del pueblo judío y cada vuelta de página es como si le dieran una nueva lazada a ese apretujado nudo en la boca del estómago que se empieza a formar desde la primera línea de los testimonios de los sobrevivientes.

Leí “Nosotros los salvados” de un solo tirón y en cada página encontré una pequeña película, un micro-cuento, pero cargado con tal fuerza poética que hace que, esa pequeña historia, nos golpee las entrañas y que sus pocas líneas nos dibujen todo el drama y el dolor que está mucho más allá de esas pocas palabras escritas. Es poesía documental y esto la hace más fuerte que un poema y más real que un documental.

Cada página es un coñazo en la boca del estómago que nos lleva a preguntarnos cómo es posible que el ser humano, después de haber pasado a lo largo de la historia por todo lo que ha pasado, todavía hoy, después de tanto dolor vivido y tanto miedo calado en los huesos, se dé el lujo de señalar, discriminar, segregar, dividir…

“Nosotros los salvados” toma su nombre de la primera línea del poema “El coro de los salvados” de Nelly Sachs, sobreviviente de la masacre del pueblo judío. Como hoy es 22 de abril, Día del Libro, me pareció oportuno dejar aquí, de regalo a quienes visiten mi blog, el libro de Jacqueline.  Aquí les dejo el link para descargarlo y las palabras Jacqueline Goldberg en su muro de facebook

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Jacqueline Goldberg

“Anoche publiqué mi primer E-Book, «Nosotros los salvados», poesía documental surgida de testimonios de supervivientes de la Shoá que hicieron de Venezuela su patria. Es gratuito y puede descargarse en diversos formatos en:

https://www.smashwords.com/books/view/308471

Los poemas buscan el registro de una belleza diferente, donde desaparecen entrevistador, transcriptor, escritor y autor para despejar el cauce de una escritura venida del desastre, de lo esencial, de lo más terrible. Escritura sin duda imprescindible en estos días en que supuran por doquier las cicatrices del fascismo, la intolerancia, el antisemitismo, el racismo, la xenofobia y las persecuciones”.

Hoy fue un día normal

Este post lo ilustro con  la bandera nacional invertida porque Venezuela sigue pidiendo socorro.

Este post lo ilustro con la bandera nacional invertida porque Venezuela sigue pidiendo socorro.

Hoy fue un día normal. Con esa “normalidad” que caracteriza a la realidad venezolana desde hace bastante tiempo y a la que mientras algunos parecen acostumbrarse, otros, tratamos de permanecer conscientes que esta forma de vivir NO es normal y que uno como ser humano y ciudadano merece algo mucho mejor.

En la mañana, al no más encender el teléfono conseguí el siguiente mensaje: Eliminen a Roly del PIN porque lo atracaron en la mañana y se llevaron el Blackberry.

Ya perdí la cuenta de a cuántas veces he recibido ese mensaje de familiares y de amigos. En esta oportunidad fue a mi sobrino Rolando, quien vive en Barquisimeto.

Inmediatamente, las preguntas normales ante este tipo de noticias ¿Cómo fue? Está bien? ¿Le hicieron algo? Y la respuesta: “Dos tipos lo interceptaron camino al trabajo. Está bien pero no sé más”. Y el agradecimiento a Dios porque está bien y no pasó a engrosar las estadísticas de los venezolanos que mueren a manos del hampa para robarles 300 bolívares y un teléfono.

Luego de eliminar el contacto del sobrino, revisé cómo pintaba el panorama de los otros mensajes que tenía por si había alguna noticia importante y comprobar que no había nada fuera de lo normal. Un montón de rumores por cadenas de PIN y de Whatsapp, más los ya acostumbrado de Twitter y Facebook.

Que si metieron preso a Leopoldo López, que a Capriles lo están buscando para meterlo preso, que ya emitieron órdenes de captura contra los miembros de la Mesa de la Unidad, que Diosdado cabello erigiéndose en amo y señor de la Asamblea Nacional destituyó a todos los diputados de oposición que presiden comisiones en el parlamento, que les negó el derecho de  palabra a esos diputados de oposición y no les permitirá hablar en la Asamblea hasta que ellos digan que reconocen a Nicolás Maduro como presidente de Venezuela, que en Lara efectivos policiales atacaron a gente de oposición disparando hacia sus casas, que diversos voceros del oficialismo acusaban a la oposición derechista de haber arremetido y atacado Centros de Diagnóstico de Barrio Adentro, escuelas bolivarianas y sedes de medios de comunicación oficialistas, que detuvieron a no sé cuantos militares institucionalistas…

En fin, la retahíla diaria que uno, con tanto tiempo ya descubriendo ollas, montajes, noticias falsas y cadenas escandalosas ya sabe discernir por dónde vienen los tiros y extraer con pinzas lo que puede ser cierto de lo que son invenciones o bien de gente ociosa o bien de la inteligencia del régimen para que los pendejos los crean, los hagan circular y contribuir con el estado de zozobra, miedo y desinformación que a este tipo de gobiernos siempre les conviene y favorece.

Bastante deprimido, con el cuerpo cansando por el estrés de los últimos días, y el espíritu exhausto, me fui, sin muchas ganas, a trabajar, luego de echar una pequeña lloradita al comprobar cómo en Venezuela, sin apenas darnos cuenta, empezamos a vivir bajo el reino del miedo y el terror.

Esa sensación de no querer salir por un inexplicable miedo, pude comprobar que es bastante extendida al leer varios mensajes de personas que comentaban cómo han tenido que aprender a convivir con el miedo.

Miedo al hampa que nos diezma sin piedad pero también miedo al vecino que tiene una tendencia política opuesta y que, en tiempos de revolución, ha pasado de ser un vecino adversario político a un enemigo, en algunos casos solapado, y en otros, abiertamente declarado.

Este mensaje guindado en el muro de Facebook de un amigo de una amiga, fue la guinda para desatar el llanto y profundizar la depresión:

“Por mi casa, es complicado cacerolear. Los vecinos tenemos que apagar la luz para hacerlo.Tener cerca las sedes de Caracas del PSUV y del PPT, no ayuda. Salen algunos chavistas, toman fotos de los lugares donde ven luces, señalan apartamentos, casas. Estás desconcertados. Temen. Llegan motorizados y siguen señalando lugares. Así, como la Cheka, la Gestapo, la policía de Pinochet, como los generales argentinos, la Seguridad Nacional. No nos merecemos un país así”.

De necio que soy, me puse a leer lo que sus amigos comentaban al post. Una decía:

“Por mi casa la gente también apaga la luz y se escuchan disparos. Aún así la gente está resteada, tienen más de 30 minutos sonando sus cacerolas. Desde acá acabamos de ver cómo están amedrentando a un bloque del 23 de enero. Y siguen sonando”.

Y otra más:

“Acá pasó un motorizado con la pistola afuera y le hicimos más bulla, carajo. Nos vio. Ahora tenemos el peo en la cabeza de que el bicho volverá a llenarnos de plomo la casa”.

Y esta, con la que ya no pude contener el llanto:

“Pues yo siempre he apagado la luz, sí, confieso que me da miedo. Hace años asistí a un congreso de antropología del caribe en La Habana, yo siempre medio escandalosa conversaba de ese país en la casa de unos conocidos y de pronto me mandaron a callar, cambiar el tema, pregunté y me dijeron que el vecino, el amigo de toda la vida era del CDR, me hice tantas preguntas, nunca imaginé que lo experimentaría. Mi técnica es cerca de la ventana con luz apagada y sueno, sueno mi rabia mi tristeza mi esperanza, hemos roto cucharillas, abollado sartenes, siempre con la esperanza intacta”.

Moqueé un rato, me lavé la cara y sin poder sacudirme la depresión, me fui, temeroso, a trabajar.

Normalmente, tengo que salir varias veces al día a la calle a hacer diligencias, ver si consigo algún producto que me falta, pagar los servicios, ir al banco… esas cosas cotidianas que todos los ciudadanos del mundo tienen que hacer y que en las sociedades más o menos civilizadas, se hacen sin temer que pueda suceder algo en el camino pero que, en nuestro país, terminan siendo misiones de alto riesgo y hacemos con dos ojos al frente y cuatro atrás porque nunca sabemos qué se puede uno conseguir al doblar en la esquina.

Pues, hoy no quise salir. Las tareas pendientes decidí dejarlas para cuando esté de mejor ánimo y con el biorritmo un poco más alto. Pero, a eso de las 5 de la tarde, recordé que quería comprar una “bubuzela” para sonarla en la noche a la hora del cacerolazo. Me armé de valor y salí hacia la piñatería que queda a dos cuadras.

En el camino me encontré con una amiga. Conversamos un rato y, por supuesto, salió el tema de las protestas:

-Por mi casa anoche mataron a dos personas que estaban caceroleando. Dice, y me cuenta los detalles.

-Yo vivo en una calle ciega y los vecinos, salimos a las puertas de las casas y tocamos allí las cacerolas. Pero anoche no salí. Esta mañana, cuando va mi esposo saliendo a trabajar, se consigue con que está la policía, pregunta qué sucede y le cuentan que en el momento cuando estaban protestando, se presentaron dos motorizados disparando y mataron a dos personas. Ese es el amor del que tanto hablan en cadena.

No me interesó obtener más detalles. En días como hoy, entre menos información tenga, mejor para mi salud mental.

Llegué a la piñatería, escogí mi bubuzela y, cuando iba a pagar, la chica de la caja me dice, ¿y esto? ¿Para esta noche?

“Sí –le digo-, para el cacerolazo. Aunque luego de que anoche hubo muertos por cacerolear y anoche un carro extraño pasó varia veces mirando hacia mi balcón, esta noche lo haré con las luces apagadas. Por eso quiero hacer bastante bulla”.

-Yo vivo en San Jacinto –dice la chica mientras me empaqueta, cobra y da el vuelto de la bubuzela- y para cacerolear me subo en la azotea porque por mi casa pasan las motos amedrentando con las armas en la mano. Anoche estaba una gente en la puerta de su casa caceroleando con sus niños y los motorizados llegaron a amenazar con pistolas. Las mujeres se lanzaron encima de los niños para protegerlos, pero como saben que sabemos quiénes son, no se atrevieron a llegar a más.

Como el miedo se ha ido apoderando de nosotros paulatinamente, trato de salir del trabajo temprano, mientras todavía hay luz de sol y movimiento de gente en la calle. Así lo hice hoy.

Llegué a la casa y me conecté a internet. La información de Diosdado, como supuse, resultó ser cierta, se autoproclamó en rey de la Asamblea Nacional. Lo de Leopoldo López fue cierto a medias así como lo de Capriles y lo de los ataques a sedes oficialistas, como había previsto, terminó siendo una «olla» del régimen para abonar el terreno “informativo” de lo que decidieran hacer contra la oposición. «Olla» puesta al descubierto por los mismos ciudadanos a través de las redes sociales son fotos de los lugares, supuestamente atacados y destrozados, en perfecto estado.

A las ocho, olla y cuchara en mano y bubuzela en la boca, comenzamos a cacerolear con frenesí. Hay que drenar el miedo y la tensión. El joven vecino oficialista, de unos 20 años de edad, salió con su novia de la mano, miró hacia nosotros, lo saludé levantando la mano y con su mejor sonrisa levantó la suya mostrándome una inmensa pistola y siguió su camino.

¡Coño, se me olvidó apagar las luces! Interrumpí el cacerolazo y corrí a apagarlas para continuar con la bubuzela y el golpeteo de la olla durante la hora reglamentaria. Una patota de unas seis o siete motos con sus dos pasajeros arriba pasó por el frente lentamente. Sonamos más duro todos los vecinos. Al rato pasó otra moto y, un poco después, otra más. Sentí que nos encontramos bajo el terrorismo de estado. En fin, hoy fue un día normal…

¿Será que estoy paranoico?

IMG-20130416-11878Pensé que la noche del 15 de abril para el 16, dormiría profundo y descansaría plácidamente luego de haber tenido una tensa y larga noche esperando los resultados y de haber pasado un intenso día de protestas, tensión, emociones y descargas. Estaba seguro que dormiría como un bebé al no más poner la cabeza en la almohada.

Pero en mala hora se me ocurrió poner VTV ya cerca de la una de la mañana, antes de dormir.

Lo que había en pantalla era una transmisión de terrorismo de estado. Las “informaciones” y reportes que transmitían parecía un parte de guerra. Hablaban de muertos en varias partes del país. De sabotajes y atentados. Varios gobernadores aparecían por teléfono dando terroríficos reportes de supuestos hechos de violencia sucedidos en sus localidades. Por supuesto, todo mostrado con la más evidente manipulación y mala intención y atribuyendo los hechos vandálicos a la oposición que desde que se dieran los resultados electorales no ha hecho más que exigir un reconteo de los votos que demuestre que ese resultado dado por el CNE se ajusta a lo que los votantes expresaron en las urnas.

Inmediatamente, mi mente escuálida y cochina, sospechó que todo se trataba de lo que en el argot periodístico se llama “montar una olla”. Es decir, anunciar supuestas informaciones como ciertas y sin mayores evidencias, con la única finalidad de ir generando una matriz de opinión que justifique, más tarde, cualquier acción al respecto. Ya en Venezuela estamos curados con esas actividades muy típicas del régimen castrista y del G2 cubano. Generan una matriz de opinión, hacen todo un abono periodístico de lo que a ellos les interesa para después arremeter contra líderes políticos o de opinión, basados en las informaciones supuestas que ellos mismos forjaron.

izarraLa pantalla de VTV era una transmisión de guerra y, entre anuncios de muertos, destrozos y atentados iban intercalando amenazas y atribuyendo culpas a la oposición que desde el domingo reclama que nos demuestren que nuestros votos realmente eligieron al presidente que en la tarde proclamó el CNE.

Para tratar de distraerme, abro el Facebook y encuentro que en el muro de una amiga que vive en las Residencias San Martin, los edificios que se encuentran detrás de la sede del CNE y donde se encontraban en protestas estudiantes zulianos pidiendo el reconteo de los votos y la verificación de los resultados, pone: “Balacera cercanías CNE Maracaibo”.

Casi al mismo instante me llegó un mensaje de pin: “Hay dos muertos en el CNE”.

Inmediatamente, salté al twitter a ver que me encontraba. Luego del terror visto en la pantalla de VTV, me resistía a pensar que el estado de facebook de la amiga y el pin de la otra amiga, a quienes conozco por serias y confiables, fuesen bromas de mal gusto. Aunque en el fondo lo deseaba. Empecé a recorrer el Timeline y de pronto, veo un tweet que dice:

“Con muerto y todo!!! Aqui en el cne de maracaibo.. Quien es el muerto? De los tupamarus”

Ponía un link a una confusa fotografía en la que se distinguía un lugar acordonado, policías y un cuerpo en el suelo.

Ya el sueño se me había ido al diablo. Sigo leyendo el Twitter y consigo una información relacionada con lo sucedido cuyo título ponía: “Ataque de Tupamaros a estudiantes en el CNE Zulia dejó dos muertos y 6 heridos”.

Leo la información que da cuenta de que un grupo de tupamaros se acercó al lugar para atacar a los estudiantes y la Guardia Nacional mató a dos de los atacantes al defender a los muchachos.

Ya la cosa empezaba a tornarse en película de terror en mi cabeza. Una punzada me taladraba el entrecejo. A pesar del cansancio, por la impresión de las informaciones sabía que no podría conciliar el sueño con facilidad. Sigo leyendo tuiter y me encuentro con una captura de pantalla de un tuit de Andrés Izarra que decía: “A nada le temen más esas hordas fascistas dirigidas por #CaprilesFascista que a los motorizados del pueblo. Habrá que organizar algo mañana”. 10:30 p.m. 15 abr 13

Y casi que a continuación veo un video grabado en la Circunvalación 1 de Maracaibo en la que una patrulla de policía de la alcaldía oficialista de San Francisco parece arremeter contra algunos manifestantes. Ya a este punto lo que me provocaba era hacerme una merengada de valium y meterme debajo de la cama. Parecía que estaba en marcha un plan de terrorismo de estado, al menos así lo sentía yo.

No dormí. Lo que hice las horas que estuve en la cama fue revolcarme de un lado a otro. Cuando el día clareó, me puse la almohada en la cara para evitar la luz que se filtraba por la ventana y que me producía ardor en los trasnochados ojos.

Finalmente me levanté. Me bañé y me vestí y a eso de las 10 de la mañana salí camino al CNE para acompañar la marcha que llevaría a la institución electoral el documento con la solicitud formal del reconteo de los votos, como sucedería en todas las sedes regionales del país.

IMG-20130416-11879El calor era aun más inclemente que el del día anterior. El cielo estaba despejado y los rayos del sol pasaban sin ningún filtro. Afortunadamente, esta vez tomé la precaución de ponerme mi gorra tricolor y cargar con un cooler con agua y hielo.

El lugar estaba a tope de gente y detrás de mí, seguía llegando más. Abundaban las pancartas que reivindicaban la protesta solicitando el reconteo y otras más jocosas e ingeniosas. A ratos, las pancartas y banderas eran utilizadas como parasoles para tratar de mitigar el calor y el ardor producidos por los inclementes rayos del sol del mediodía. Todos sudábamos y teníamos las caras y franelas empapadas de sudor pero seguía llegando gente.

Mucha gente joven, muchos estudiantes. Por parlante escuchaba a un estudiante decir: “Hacen falta mucho más que balas para acabar la esperanza de esta juventud”, y no podía dejar de pensar en las amenazas y el terror puesto en pantalla en VTV la noche anterior.

-No hemos dormido y no nos vamos a mover hasta que se logre el conteo voto a voto, dijo. Y empezó a relatar lo sucedido la noche anterior cuando los tupamaros, según dijo, enviados por el Alcalde de San Francisco Omar prieto arremetieron contra ellos.

-Omar Pietro desató una noche de cristales rotos con 5 dirigentes presos. ¡Cobardes!  Mientras otro estudiante aseguraba que “Nuestra conciencia ni se compra ni se vende”.

Uno de los oradores informó que el objetivo se había logrado y que el documento se había entregado al CNE. Pero la gente no tenía intenciones de moverse de allí y continuaban llegando más personas.

IMG-20130416-11885Llegó la hora en que yo tenía que abandonar el lugar. Pasaba de las 12 del mediodía y yo tenía que trabajar. Cuando emprendíamos el camino a donde habíamos dejado el carro, el ruido de un helicóptero nos hizo mirar al cielo.

Una nave rojita comenzó a volar en círculos sobre la manifestación. Volaba bajo, más bajo de lo que la prudencia indicaría pasando sobre los edificios. Los presentes comenzamos a pintarles palomas con las manos, quienes conocen del tema, aseguraron que se trataba de un helicóptero de la Alcaldía de San Francisco. Si, la de Omar Prieto.

Por un momento, llegué a pensar que la nave nos seguía a nosotros pues cambió de repente su ruta de vuelo y en lugar de dar la vuelta donde lo había hecho anteriormente en varias oportunidades, lo hizo sobre el lugar donde nosotros nos disponíamos a subir al carro.

Me daba la sensación de que el régimen de gobierno en Venezuela estaba transformándose violenta, rápida y vertiginosamente de una neodicatadura, a una dictadura clásica con toda la represión y persecución que eso implica.  Espanté esos pensamientos paranoicos con un sacudón de cabeza y me fui a trabajar.

El cuerpo daba señas del cansancio y un cierto malhumor comenzó a apoderarse de mí. Pensaba en VTV, en los tupamaros muertos, en el video de la Circunvalación, en el tuit de Izarra y la sensación de vivir bajo un régimen opresor no me abandonaba. Pensaba: “Cómo quisiera vivir donde un pueblo que protesta no es sospechoso de nada y donde la protesta no sea considerada como un atentado sino como un derecho, un reclamo que debe ser atendido”.»¿Será que estoy paranoico?»

Una foto que me enviaron por pin, daba muestra de francotiradores en los edificios aledaños al CNE: Vi un video que me enviaron de Mérida en el que unos motorizados oficialistas acosan a la gente y disparan y la cara de Tibisay Lucena se cruzaba por mi mente porque no podía dejar de pensar que  en sus manos está la pacificación del país. Solo bastaría con que ella acepte que se abran las urnas electorales y se cuenten los votos para que ambas partes del país vean satisfechas sus demandas. Yo quisiera saber si efectivamente mi voto eligió o no.

Traté de escuchar la rueda de prensa que ofreció Capriles pero, desafortunadamente, en el trabajo no tengo cable de televisión ni internet y, los medios públicos, tanto los oficialistas como los privados (Televen y Venevisión) no estaban transmitiendo. Durante todo el día el gobierno encadenó los medios en varias oportunidades y hasta los que no querían, tuvieron que oírlo. Pero quienes no contábamos en ese momento con Globovisión o CNN, no podíamos tener acceso a las palabras del líder. Allí es cuando uno se da cuenta que a un inmenso número de población que no tiene cable, lo único que reciben a través de sus pantallas es el discurso IMG-20130416-11850oficial. El discurso ese que monta ollas de terror como la que vi la noche anterior, que manipula, tergiversa y desinforma flagrantemente.

Por un ratito pude escuchar a Capriles porque tanto Televen como Venevisión se conectaron con la rueda de prensa, pero justo en el momento cuando Capriles comenzaba a mostrar las evidencias del fraude con las que cuentan y por las que exigen el reconteo, ambos canales dejaron de trasmitir. Para, completar, al poco rato, una cadena del oficialismo, tumbó la rueda de prensa de Henrique. Solo por tuiter logré tener acceso a lo que Capriles tenía que decirle al país, y pensé ¿Cuántas personas tienen cuenta en la red social? Pocas. Muy pocas.

En la noche, el cacerolazo sonó como nunca. La estrategia del régimen de convocar un cohetazo a la misma hora y pedir que sus seguidores pusieran la música a todo volumen para que silenciaran las protestas de las ollas, no surtió efecto. Mis vecinos chavistas ni se asomaron a la ventana, mucho menos poner música o explotar cohetones. La estación de Vive TV que queda cerca puso sus amplificadores de sonido al inicio del cacerolazo a todo volumen pero pronto se dieron cuenta que lo que hacían era contribuir con el ruido de la protesta y lo apagaron.

En esta oportunidad protestamos dentro de nuestras casas. Haciendo caso a los lineamientos dado por Capriles, no salimos a la calle para evitar. Ya a mí me había llegado información de que en el centro del país tenían preparados 3 mil motorizados para salir a amedrentar y no quisimos exponernos. Queremos reconteo de votos no perder la vida ni ser héroes.

Por la calle un carro rojo desconocido pasa lentamente, mirando hacia el balcón donde me encuentro con mi cacerola. Sigue de largo y al rato, vuelve a pasar. Pasa una tercera vez y no puedo evitar recordar los comités de defensa de la revolución cubana. La paranoia sigue subconscientemente. Pasan dos vehículos con una bandera roja oficialista y costosísimos equipos de sonido a todo volumen con canciones pro gobierno y las cacerolas se enfurecen más. Retumban con mayor pasión. Siguen de largo los dos autos…

Mientras termino de escribir estas líneas, siento que el cansancio me vence. El sueño es grande y los ojos me arden por el cansancio. El calor del sol recibido aun lo siento en el cuerpo. Creo que es hora de dormir. Esta vez, no pasaré por VTV.

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Crónica de un 15 de abril

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Lunes 15 de abril. 7 y treinta de la mañana. Una punzada en la boca del estómago me despierta del sueño profundo. A pesar del esomeprazol tomado antes de dormir, mi úlcera acusa recibo de la angustia vivida el día anterior esperando los resultados electorales, la larga noche anterior.

A eso de las ocho de la noche del día 14, los mensajes que me llegaban, muchos de fuentes bien acreditadas, sostenían que el candidato oficialista ganaba en el más conservador de los escenarios, con un 4 por ciento por arriba y, otros, lo ponían con hasta diez y doce puntos de ventaja, reforzando lo que había empezado a ser una secuencia de rumores desalentadores desde las 3 de la tarde, cuando en medios franceses se hacían eco de la información suministrada desde el gobierno venezolano, donde daban unos supuestos resultados a boca de urna de las elecciones que sostenían que Nicolás Maduro ganaría con un 12 por ciento de ventaja.

En algún momento de la noche, los datos empezaron a revertirse y comenzaron a llegar cifras que daban cuenta de una ventaja de Henrique Capriles sobre el candidato oficial, con porcentajes que variaban desde un 2 hasta un cinco por ciento.

A pesar de mi reticencia a ilusionarme y sembrarme falsas expectativas, las informaciones tendían a mejorar y quienes en la tarde daban el peor escenario de derrota para la oposición, terminaban diciendo que todo estaba muy confuso y que los resultados estaban muy parejos. Ya poco antes de que la rectora diera, de manera apresurada, atropellada y rápida su alocución, en un tono de voz que delataba su susto y sin los consabidos regodeos lingüísticos institucionales que siempre la han caracterizado en esos actos, ya mis expectativas  se habían desinflado porque de gente muy cercana a Capriles me llegó la información que decía: “Los votos dan ganador a Capriles por poco margen pero no hay que hacerse ilusiones”. Esto me indicaba que las cosas no marchaban bien, como me lo confirmó la actitud de la rectora.

Cuando dieron los resultados “irreversibles” aseverando que el oficialismo obtenía la victoria con 0.6 por ciento de ventaja, poco más de 200 mil votos, pensé: “Eso habría que auditarlo voto a voto. Abrir todas las urnas, contar las papeletas y contrastarlas con las actas y los cuadernos de votación porque el margen es tan pequeño que, esa victoria, la podrían haber determinado los votos fraudulentos que siempre se ha sabido que existen en Venezuela. A saber, desde personas que votan con diferentes cédulas varias veces,  los llamados “multicedulados”, los votos de extranjeros cedulados de manera ilegal y a quienes se les permite el voto (cubanos, colombianos, chinos, ecuatorianos, peruanos, un importante número de personas que siempre se ha rumoreado les dieron documento identidad de manera ilegal), los votos “asistidos”, ese grupo de personas a las que obligan a votar por el oficialismo con una persona al lado para asegurarse de que ese voto sea por la opción que ellos indican y otros casos por el estilo, como fallecidos que aún se encuentran activos en el Registro Electoral, además del ventajismo evidente del oficialismo durante toda la campaña.

En ese momento recordé algo que escribí cuando en octubre muchas personas decían que Chávez había ganado con fraude. Allí decía yo: “Eso (la cantidad de votos fraudulentos) puede que llegue a 150 mil, 200 mil votos, seamos generosos con quienes sostienen la hipótesis del fraude, digamos que 300 mil, pero pretender creer que es por eso que ganó Chávez es iluso, simplista y cómodo.”.

Lo decía porque en una ventaja de un millón y medio de votos ese porcentaje  no era significativo. Pero en el caso actual, con tan escaso margen de diferencia, podría hacer que la balanza se inclinase a un lado u otro.

Cuando el rector Vicente Díaz dijo que a él le parecía prudente que con tan poca diferencia de votos, se hiciera una revisión profunda y un conteo voto a voto que despejase cualquier sombra de duda que la oposición pudiese tener con respecto al resultado, me pareció lo más oportuno. La paz del país y la aceptación sin dudas de los resultados, dependerían de eso. Como más tarde lo solicitaría Carpiles de manera serena y contundente y, como estaba dispuesto a hacer Nicolás, según lo dijo en su discurso en la madrugada, cuando dijo  textualmente: “Que las cajas hablen”, aunque después se desdijera inexplicablemente.

Me fui a dormir convencido de que se haría lo que debía hacerse para despejar las dudas, pues ambos contendores aceptaron el conteo voto a voto ante el país. Antes de acostarme, le dije a un amigo que estaba muy decepcionado con el resultado y con el país, y quien me manifestaba que se iría a limpiar pocetas en el exterior y que nunca más hablaría de Venezuela ni volvería a votar:

“Noooo. Capriles hizo lo que tenía que hacer. Hay que apoyarlo porque si mantenemos la energía en alto podemos lograrlo. Esa elección no aguanta una revisión seria. Hay que apuntar hacia allá. Ganaron con la diferencia fraudulenta. Esa que en un millón y medio de votos no decide pero en 250 mil sí. Esto creo que está a punto de caer y tenemos que apoyarlo porque sí se puede. Animo que está clareando. Fíjate que Capriles le robó las primeras planas de los periódicos del mundo, porque el mundo vio que hubo fraude. ¡¡Animo!! “.

Y lancé mis dos últimos tuit de la noche:

“Nos queda a los 7 millones y picote que elgimos a @Hcapriles apoyarlo en sus demandas. Amigo, esperamos línea. #fraudeenvenezuela”

No decaer. Si mantenemos la energía arriba lo lograremos @hcapriles presidente. #fraudeenvenezuela #gobiernomientrastanto”.

Cuando a las 7 y media me despierta el dolor en la boca del estómago, me hago el tonto. Doy media vuelta y trato de conciliar el sueño nuevamente pues había dormido muy pocas horas. En esas estoy bastante tiempo. La úlcera me despierta y el sueño vuelve a vencerme. Veo la hora. Las 10 y media. Enciendo el teléfono y encuentro que el pin está colapsado con mensajes y cadenas. La gente llama insistentemente a salir a la calle a protestar.

Desayuno, me baño y decido irme al trabajo haciendo caso omiso a los llamados a protestar. Hace tiempo que aprendí que no hay que atender a ese tipo de llamados porque en muchas oportunidades la gente lanza esas cadenas y, cuando uno llega al sitio, no IMG-20130415-11756hay nadie. Los guerreros de tuiter, facebook y cadenas de pin, lanzan sus mensajes sin molestarse en mover sus culos de las sillas. Ya muchas convocatorias habían resultado un bluff como para hacerles caso ahora.

Pero, voy en el carro con Cristian Espinosa, vía al trabajo, y decidimos acercarnos a la Plaza de la República, donde decían los mensajes que se congregaría la gente para marchar hasta el CNE.

¡Oh sorpresa! Desde lejos, vemos paradas frente a la plaza, dos unidades de la Guardia Nacional, muestra evidente de que la zona está siendo militarizada. Tomo una foto desde lejos, damos la vuelta a la manzana. Al cruzar, encuentro un grupito de Guardias Nacionales apostados en la acera de la avenida 5 de Julio. Les tomo foto y, al levantar la vista, descubro un río multicolor que se acerca por el medio de la calle. Banderas, gorras tricolores, pitos y pancartas se distinguen en la multitud. Las consignas se escuchan con claridad, “No tenemos miedo”, “Queremos la verdad”, “¡Fraude, fraude!”. Decido unirme a la marcha. Cristian sigue en el carro mientras yo marcho al CNE, en la avenida El Milagro. Por ningún lado vi, por cierto, a los guerreros del teclado, pero la marcha no era de menos de 3 cuadras de gente.

Llegamos a la intersección de El Milagro con 5 de Julio a eso de las 12 y media del día. Quienes conocen Maracaibo y saben de las altas temperaturas que registra la ciudad, pueden dar fe del sofocón y el calor que se experimentan a esa hora en la calle, con temperaturas que fácilmente llegan a 40 grados centígrados a la sombra.

La manifestación quedó parada en esa intersección. Un gran contingente de Guardias Nacionales y policías impedían que se avanzara más. Su orden era no permitir que los manifestantes se acercaran a las puertas de Consejo Nacional Electoral regional. Tanquetas militares y motos policiales  se encuentran frente a la sede del organismo, mientras en el lado opuesto, otro gran número de soldados tranca la otra parte de El Milagro.

El sol es inclemente. Los chorros de sudor nos cubren el rostro. Como salí de casa sin pensar en la protesta, no llevo ni agua ni gorra. Los brazos comienzan a sentir el sol abrasador y empiezan a tornarse rojos. Pero allí estamos, convencidos de que nuestro voto, el voto de más de 7 millones de venezolanos debe ser respetado y se debe hacer la verificación que demuestre la legitimidad de Nicolás Maduro a quien, contraviniendo lo pautado, anuncian que proclamarán como presidente en pocas horas.

Una chica que está a mi lado me dice:

-Yo no tengo miedo. Yo tengo 47 años y estoy dispuesta a todo. Ya estoy llamando a mis hermanas para que se vengan. ¡Coño, ellas tienen hijos por los qué luchar!

Me cuenta que un rato antes, un policía que pasó a su lado le dijo: “¡Ay, sí, muy valiente, te sueltan un cohete y te asustas!”, y ella le respondió: “Tu correrías antes que yo”.

Las consignas continúan. “¡Fraude, fraude!”, “¡Reconteo ya!”, ¡Somos estudiantes y queremos las verdad!, ¡Y va a caer, y va a caer, este gobierno va a caer!”… Una manifestante saca su cédula de identidad, la levanta al cielo y grita: “¡Soy venezolana y quiero la verdad!”, al poco rato, quienes la rodean sacan su documento de identidad, lo elevan sobre sus cabezas y corean la consigna.

La chica vuelve y me dice: “Es que no podemos dejarnos. A mí me llamó ayer un tío chavista y me dijo: ‘No celebres mucho que aquí estoy con 10 cédulas votando. Ustedes no ganarán. No volverán”.

Otra señora, de la etnia wayuu, me dice que ella es prima de una diputada, que ella sabe que su prima es una tramposa y que le dijeron que tenía una máquina de votación en su casa. Yo le digo que eso debe ser mentira, que no puedo creerlo y ella me mira a los ojos y dice:

-Ella es mi prima y yo sé que es una tracalera. Yo sí lo creo.

IMG-20130415-11801Ya siento un poco de dolor de cabeza por la deshidratación, un chico me ofrece agua de un botellón y tomo unos sorbos pero está caliente y la sed no cesa. Hago una larga cola para comprar un refresco. Empiezan a transmitir por parlantes la alocución de Capriles llamando a la calma. Pide que nos vayamos a nuestras casas. Convoca a las 8 de la noche a un cacerolazo y para mañana a una marcha de nuevo hasta el CNE.

La gente no se quiere ir. Al contrario, cada vez llegan más. Algunos comentan las fotos y videos que circulan en los que se deja constancia de la destrucción de material electoral por parte del oficialismo. Las cadenas de pin de los guerreros del teclado me colapsan el teléfono y no logro subir las fotos al tuiter. Les paso una cadena yo: “Salga a la calle o cállese. No más cadenas”. Cuando ya me tienen el “cirihuelo lleno de pepas” como dicen los maracuchos, les paso otra cadena a quienes llaman desde su sofá a manifestar: “Desde hace rato estoy en la calle. Defendiendo mi voto. Estoy deshidratado. No me pasen cadenas desde sus casas llamando a pelear. Y lo digo sin acritud”. Cristian y yo nos quedamos un rato más. Hasta que el ardor en los brazos ya no nos deja seguir allí. Nos vamos a la casa. Decidimos seguir las indicaciones de Henrique Capriles.

Cuando arrancamos en el carro, vemos que pasan frente a nosotros no menos de 3 tanquetas abriéndose paso entre el tráfico y la gente que viene llegando a la manifestación. Pienso: “¿Por qué tanto despliegue militar para amedrentar a una población que está manifestando pacíficamente? ¡Ojalá el gobierno tuviera esa disposición y eficiencia para enfrentar a los delincuentes!,  al hampa que “está con Maduro”, según rezaba una pancarta en el cierre de campaña del candidato oficialista en el que hubo varios muertos. Pareciera que la orden del gobierno es ‘hagan que esa gente se vaya a sus casas a como dé lugar’”, ya antes habíamos visto como cargaban las lacrimógenas.

En la casa, cuando salen a proclamar a Nicolás como presidente, irrespetando la solicitud de Capriles, saltándose los lapsos y pasando por encima de 7 millones y medio de ciudadanos que estamos esperando un reconteo que nos garantice que ese es el verdadero resultado y que Maduro es el presidente legítimo, elegido por la mayoría más allá de las trampas y del fraude, pienso que, definitivamente, a este régimen no le importa ni la paz ni la vida de los venezolanos. Solo les importa su permanencia en el poder a toda costa. Lo que veo en televisión me hace sentir que es un golpe de estado televisado, con la anuencia de todos los poderes del estado secuestrados por el oficialismo y amparado por las armas de las FAN. Somos más de 7 millones de venezolanos que no existimos ni contamos para el régimen.

No aguanto estar sentado frente al televisor y salgo al balcón con una tapa de olla y una cuchara. Necesito drenar la impotencia y me valgo del caceroleo para lograrlo. Al poco rato, las cacerolas suenan por varias partes de la zona. Parece que la necesidad de drenar es colectiva.

Me acuerdo que no tengo esomeprazol y voy a la farmacia. Mientras espero mi turno, una chica con pulseras de Capriles da instrucciones por teléfono para la convocatoria de mañana frente al CNE. Cuando cuelga, le busco conversación y me dice que es de Mara. Está indignada con lo sucedido el día anterior. El CNE le negó a ella y a otras chicas las credenciales para asistir a las mesas de votación. A su hermana incluso la detuvieron y me muestra un video en el que la gente del CNE no le da explicación de qué ha sucedido con sus credenciales.

-Con todo y eso, dice, no obtuvieron los votos que sacaron en octubre. Por eso, no creo esos resultados del CNE. Ellos bajaron votos y nosotros subimos.

Le cuento que a mi hermana Oraima, en Isla de Coche, la sacaron de la mesa en la que era presidenta rodeada de cinco efectivos del Plan República, porque se opuso en dos oportunidades a que un funcionario conectara su teléfono celular al cable de transmisión de la máquina de votación.

-Hubo demasiadas irregularidades, acota, por eso tiene que lograrse el conteo voto a voto.

De vuelta en la casa, empiezo a escribir estas líneas mientras escucho a Capriles dar los lineamientos a seguir. A las 8 pm, cacerolazo y mañana al CNE en la mañana.

Las ocho de la noche. Agarro mi tapa y mi cuchara y me pongo en el balcón a darle con la furia que indicó Capriles. Abajo veo que pasa un vecino caminando sonando su cacerola. Al poco rato el eco del golpeteo se escucha desde diferentes sitios de la IMG-20130415-11822urbanización.

Pienso: “Definitivamente, las cosas han cambiado. Por aquí, ni en los momentos de mayor apogeo de las protestas contra el gobierno, la gente caceroleaba. Muchas veces solo desde mi balcón se escuchaba la protesta y cuando quería compañía tenía que ir a otros lugares para cacerolear en grupo”.

Vuelvo a mirar a la calle y van dos chicas con sus ollas y cucharas protestando. Les hago señas y bajo para unirme a ellas. Al poco rato ya tenemos un grupito como de 10 personas frente a la sede de Vive TV sonando la cacerola con fuerza. Para la estación de televisión oficialista, no existimos. Ese evento no saldrá registrado en sus noticieros.

Empezamos a caminar por la cuadra y desde las ventanas de los edificios nos acompañan con ollas y palanganas. Suenan pitos y bubuselas. Algunas personas salen y se nos unen. Alcanzamos un grupito como de 40 personas que recorremos la urbanización. La gente pasa en los carros y suenan sus cornetas, saludan y, la mayoría, va sonando sus cacerolas en el vehículo.

En un momento la emoción me domina y los ojos se me tornan acuosos. La sensibilidad está exacerbada. Pienso que esta protesta es muestra de la presión que queremos liberar quienes nos sentimos disminuidos por un régimen omnipotente, perverso y autocrático que no da muestras de querer la reconciliación y el diálogo.

Llego a casa y sigo escribiendo esta crónica y, mientras la termino, siento que apenas la estoy empezando…

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#ZuliaHeroica (+Fotos)

8No sé qué va a pasar el domingo 14 de abril. La emoción de lo vivido hoy en la avenida 5 de Julio me hace intuir que el triunfo de Henrique Capriles ya muestra “una tendencia irreversible”, como le gustaría decir a Tibisay, la ministra de elecciones del gobierno.

No es la primera vez que, luego de asistir a una concentración tan masiva como la de hoy, llego a casa con la sensación de triunfo. A decir verdad, en el cierre de campaña de las elecciones del 7 de octubre de 2012, también sentí algo parecido. La diferencia en esa oportunidad es que, entonces, mientras la emoción me decía que ganaría Capriles, la razón insistía en devolverme los pies a tierra y me decía: “no te ilusiones, recuerda al mesonero que bajito decía que apostaría que Capriles perdería”, y como él, tantos otros que por lo bajo me indicaban que Chávez volvería a ganar.

Esta vez es al revés. La razón me dice que el triunfo de Capriles está marcado pero la emoción me dice: “No te ilusiones que  otra desilusión podría resultar fatal”. Entonces, recuerdo que en octubre viajé a Mérida y, mientras la imagen del hoy difunto candidato, la veía en las puertas y ventanas de las casas de la gente humilde de los pueblos; la de Capriles solo colgaba de postes de alumbrado público y de árboles. En un reciente viaje, me llamó la atención que en esos pueblos de carretera vi gente haciendo activismo político a favor de Capriles, su foto ya estaba en las fachadas de algunas casas y no vi ninguna manifestación oficialista. Muestra de que algo cambió en estos 6 meses en el contexto electoral venezolano.

Pareciera que el candidato oficialista se dedicó a hacer campaña desde las pantallas de tv, apoyado solo en la imagen del difunto y el mito que pretenden construir. Su fuerza se centró en nombrar al presidente difunto, cargando con su cadáver como único aval y ofrecimiento de campaña, sin interesarse en lo más mínimo en pisar barrios.

A 5 de Julio llegué como a las 5 y 20 de la tarde. Ya me habían advertido que desde las tres la multitud llegaba a la Plaza de La República, pero al llegar era imposible determinar la cantidad de gente que se podía encontrar allí congregada. Era un río tricolor cuyas orillas se hacían impalpables y uno no podía intuir donde se iniciaba el torrente de gente. Al ver las cabezas tocadas por la gorra tricolor del Flaco pensé: «Por más que intentaron desde el oficialismo robarse la gorra, no pudieron. Es un símbolo esencialmente opositor».

Allí vi a todo tipo de personas. Estaba la sifrinita de uñas postizas y tetas compradas, pero también la trigueña que logró que le pusieran sus pechos pagándolos por cuotas. El muchacho con cara de malandro junto a otro con pinta de ejecutivo escapado del trabajo. La guajira con su bata colorida y la Yukpa con su niño de año y medio sin franela, para tolerar el sofocón. La amiga que fue chavista durante mucho tiempo y el cliente opositor de toda la vida. Había gente de todos los estratos sociales, de todas las edades, de todos los colores de piel. Había chinos, cubanos, colombianos, venezolanos, guajiros, yukpas… Una hermosa representación de la zulianidad.

Al llegar no pude evitar pensar “cuánta razón tuvo quien dijo que Venezuela es como un cuero seco, la pisan por un lado y se levanta por el otro”.

¿Hace 6 meses cuántas de esas personas que estaban hoy abarrotando la avenida y sus calles adyacentes no habrían pensado y dicho que no volverían a votar?

El recuerdo de los depresivos días luego del 7 de octubre acudió a mi mente para descubrirme asombrado que allí estábamos otra vez, ahora incluso muchos más que en el cierre de campaña de octubre. ¡Caramba, es que algunos llevamos 14 años siendo oposición! Hay qué ver cuánto hemos aguantado y padecido pero aún tenemos convicción y ánimo para salir a manifestar y a votar.

El gentío en esta oportunidad no me permitió ni siquiera atisbar a lo lejos al candidato. Cada vez que parecía acercarse el vehículo que entre la multitud transportaba a Henrique hacia la tarima, estiraba el cuello y me ponía en puntas de pies para ver si podía distinguirlo aunque fuera a lo lejos. Un disparo de papelillos multicolores y vuelta a las sesiones de estiramiento con la esperanza de verlo. Nada. Misión imposible.

Por los movimientos de la gente, intuía el pasó del candidato pero en ningún momento pude distinguirlo entre el río humano. Supe que llegó a la tarima porque en algún momento, entre bubucelas, aplausos, gritos y pitos, distinguí la voz de Ricardo Montaner, señal de que el candidato ya se encontraba en el lugar desde donde hablaría a la multitud.

La Pequeña Venezia de Montaner la escuché más por el coro de la gente que en la voz del cantautor. El sonido se hizo insuficiente, el espacio resultó pequeño. Vi que levantaban todos las manos y supuse que Montaner hacía una especie de juramento porque no lograba distinguir las palabras, pero todos, con absoluta convicción repetían lo que decía el cantante y fue cuando entendí que se trataba de una especie de plegaria y de una bendición.

Montaner dio paso a Henrique Capriles y, mientras lo escuchaba, pensaba en cuántas veces, desde hace 14 años, me he mezclado en multitudes semejantes, a pesar de mi agorafobia. Incontables. Hubo incluso una época en que cargaba en el carro el “kit de marcha”: un pito, una bandana y una bandera de Venezuela y en cualquier esquina que encontraba alguna manifestación, allí me disponía a apoyar con mi presencia.

¿Qué va a pasar el 14 de abril? No sé. Lo que sé con certeza es lo que podrá suceder después de ese día. De ganar Capriles, como parecen indicar las desbordantes manifestaciones de gente que en todas las ciudades del país se ha lanzado a las calles a apoyarlo, habrá un pueblo dispuesto a echarle pichón para sacar a este país del hoyo de atraso, odios y resentimiento en el que lo han sumido estos 14, mal llamados, años de revolución.

De perder nuestro candidato, ese pueblo se repondrá una vez más de la depresión, vivirá unos días de luto y tristeza y volverá a seguir trabajando y luchando incansablemente hasta que los anhelos de libertad, justicia, igualdad y, sobre todo, hermandad y reconciliación de todos los venezolanos sean alcanzados.

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¿Toallas sanitarias ecológicas? #VayaPalaMierda

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Les prometo que lo vi y no hacía sino esperar el momento en que a la gordita de franela blanca del centro, la que tiene los ojos como brotados de no creer lo que está escuchando y viendo, le dirían. “¡Sonríe, amiga, es una cámara escondida!”. Aunque se me hacía extraño que Vive Tv hiciera una versión socialista de un formato de programas tan imperialista como ese.

“Como diría mi madre, pensé, ¡Vaya pa´la mierda! ¿Esto es en serio?”

Busqué entre las mujeres en pantalla a Norah Suárez, Nelly Pujols y a Betty Hass para ver si se trataba de una edición especial de la Radio Rochela. Nada. Terminó el video y no fue “A que caes” o algo por el estilo. Tampoco era un capítulo no visto de La Rochela.

Le di replay porque pensé: Debe ser un documental cubano o una especie de canal “Utilísima” o “Casa Club”  de La Habana retransmitido por el medio oficialista venezolano porque allá es donde he sabido que desde hace mucho tiempo las mujeres se ven obligadas a usar trapitos para contener su líquido menstrual y, como la escasez es tan profunda, no los pueden botar, tienen que lavarlos y reutilizarlos, a menos que cuenten con la suerte de que una turista con la regla les deje las toallas o tampones que le sobrasen del paquete que llevaron a la isla.

Afiné el oído tratando de descubrir el acento Habanero y nada. No me sonaba a Cubano. Ya cuando escuché que decían algo de sus abuelas en El Páramo de Los Conejos, pues no me quedó duda de que se trataba de una producción absolutamente autóctona venezolana. Un audiovisual endógeno mesmo, pues.

Claro, esto que nos enseñan en el video, son “elementos sofisticados con costuras elaboradas”, no son cualquier trapito de desecho, una franela rota del niño, o unas medias viejas del marido. No queridas amigas, estos son adminículos realizados a partir de las más suaves y delicadas telas, con coloridos estampados de la más última moda parisina. O sea, helouuu, puede ser el último grito de la semana de la moda de Milán o París. Cuando Milán y París se decidan a dar el triunfal brinco al socialismo del Siglo XXI, of course.

Puse de nuevo el video y mientras miraba a la trigueñita demostrar cuan ecológica y bonita resulta su toalla sanitaria endógena y lo fácil que resulta hacerlas, no podía dejar de pensar en Vanessa Davis y Maripili Hernández, sentadas en sus máquinas de coser, confeccionando sus caseros modess. La veía con parsimoniosa paciencia lavando sus toallitas de corazones, estrellas o lunares de colores, con sumo cuidado para recoger el residuo en un recipiente y luego vaciarlo en sus macetas de rosas de la ventana.

Por mi cabeza pasaba la hacendosa abuela, Cilia Flores, con toda su dedicación, pidiéndole a sus nietas que les trajeran las toallas usadas, esas que con tanto amor les confeccionó su abuela, para lavarlas y aprovechar de regar las plantas del gigantesco pent house. Porque no me imagino yo, a la revolucionaria abuelita de labios botóxicos, haciendo que alguna afrodescendiente de su staff de «ejecutivas especialistas en la administración de los quehaceres domésticos de hogares ajenos» -como me imagino les debe gustar llamar al servicio doméstico a los socialistas-, le lave a sus adoradas nietas semejantes prendas íntimas.

A Rosa Inés me la imaginé con su abanico de dólares recorriendo tiendas de telas en Miami, luego de ver el concierto de Justin Bieber, para traerse los géneros más juveniles que consiguiese y que Marisabel le haga sus toallitas sanitarias ecológicas. Mientras que a María Gabriela la veía en los baños del concierto de Madona en París, sacando su toalla ecológica de la entrepierna y guardándola en su bolso Louis Vouiton, para, al llegar a su casa, lavarla con Woolite.

En esas andaba mi mente, divagando con la ingeniosa propuesta de Vive Tv. cuando escuché en la radio que un activista de la lucha contra el HIV-SIDA decía a la entrevistadora que entre los productos incluidos en la lista para obtener dólares a 6,30 para la importación, no se encuentran los preservativos. Es decir, que los condones, como las toallas sanitarias industriales y comerciales del “capitalismo salvaje”, comenzarán a escasear y se pondrán tan caros que muy pocos podrán darse el lujo de adquirirlos.

¡Qué bien! Pensé. Eso les dará pie a los de Vive Tv. para una nueva entrega de su programa de manualidades: “Como realizar condones a partir de las tripas del cerdo”. Con las toallas sanitarias ecológicas nos devolvieron de un solo tanganazo a principios del siglo XIX. Ahora, con los preservativos de tripa de cerdo nos llevarán a la Edad Media. ¡Cosa más grande!

Al Final, me quedó la duda de si alguna de mis amigas comprometidas con el «proceso», esas resteadas con el Socialismo del Siglo XXI, las que dicen «NO VOLVERÁN» con ira en los ojos, están dispuestas a hacerse, lavarse, y reutilizar las toallas ecológicas. ¿Puede alguna mujer cuerda, en su sano juicio, después de ver ese video e intuir a qué tipo de país nos quiere llevar quien se postula como candidato a «profundizar el socialismo en Venezuela», llegar al centro de votación y, conscientemente, darle su voto?

Gledys Ibarra tiene su tumbao

Imagen hurtada del Facebook de Mateo Manaure

Imagen hurtada del Facebook de Mateo Manaure

Veía a Gledys Ibarra en el acto de artistas con Capriles y el mismo nudo en la garganta que se le hizo a todos los venezolanos que la vieron, se me hizo a mí. El mismo nudo que, a ratos, acusaban el quiebre de la voz de la hermosa actriz y sus aquosos ojos verdes. Verde esperanza y verde picardía y buen humor. Ese buen humor que no perdió y cuya chispa brillaba en sus paraparas verdes, aún en los momentos más emotivos de su intervención, cuando tenía a toda Venezuela moqueando y pasando mensajes de texto, tweets, actualizando estados de Facebook y lanzando pines y whasapps que dejaban en evidencia que hasta los corazones más duros del país se conmovieron con la negrita.

Es que Gledys es como la vemos en esta imagen hurtada del muro de Facebook de Mateo Manaure. Ella encarna a la mujer venezolana echada pa´lante, cuatriboleada. Ella es la representación de la mujer que a fuerza de trabajo, talento, tesón y esfuerzo logró superar su pobreza.

Gledys es la venezolana que creció en una humilde calle de una barriada pobre caraqueña. De esas venezolanas que uno consigue a las 6 de la mañana en el metro vía a su trabajo sin importar si la noche anterior la fiebre de uno de sus pequeños no la dejó dormir o si una balacera en el barrio fue la causa de su insomnio que no le permitió conciliar el sueño hasta que su hijo llegó a dormir. Bien dormida o mal dormida, a las 6 de la mañana de cada día esa mujer va en su vagón decidida a seguirle echando pichón a la vida y con el objetivo de salir de la pobreza a base de trabajo y esfuerzo.

Gledys Ibarra creció en Catia, en una calle ubicada en una pendiente de la barriada. A esa calle fuimos hace unos cuantos años a grabar un testimonio de la actriz para la Agenda Venezuela. Fuimos allí, no porque la agencia o la producción de la campaña lo hubiese acordado así. Fue ella, Gledys, quien cuando le propusimos que hiciera el testimonio, sin titubear y con su verde mirada puesta en el futuro del país, dijo que con mucho gusto lo haría pero no desde un estudio. Ella quería dar su testimonio de superación personal desde la calle donde creció, desde la pobreza donde vivió y de la que logró salir con talento, constancia y esfuerzo.

La negrita representa a esa estirpe de venezolanos que no se arredran, que miran siempre hacia adelante, que no se sientan sobre un guacal que funge de mueble de sala de casa a esperar que un gobierno le dé una limosna o una misión que le permita comer por una semana, para luego seguir sumidos en su pobreza. Gledys no pidió un pescado, aprovechó un país que le brindaba oportunidades y le arrebató a la vida la caña de pescar, se lanzó a las turbulentas aguas de uns Venezuela convulsa a pescar su pescado de cada día y a guardar para los siguientes días.

Gledys está hecha de la madera de los mejores árboles venezolanos y al verla en el acto de Capriles y al observarla en la imagen de Manaure, no puedo evitar pensar que la actriz es del guáramo y el temple de mi madre, Carmen Marquina de Rojas, viuda joven, quien a fuerza de hacer pastelitos andinos, pasapalos para fiestas y hallacas para vender logró sacar adelante a una familia de 13 hijos. Mujeres que nunca esperaron una limosna. Se amarraron sus pantalones y, con trabajo, salieron adelante.

Por eso, esté donde esté, Gledys no necesita enseñar su documento de identidad para demostrar que es venezolana. ¡Ella es Venezuela! Se encuentre donde se encuentre, trabaje donde trabaje, Gledys es nuestro gentilicio. Es la venezolana humilde que salió del barrió, pero nunca olvidó que allí vivió ni se avergüenza de su origen. Ella mantiene su frente en alto, se enorgullece de lo logrado y no olvida de donde viene.

Gledys es una mujer valiente y triunfadora en el más estricto sentido de la palabra. «Esa negrita tiene su tumbao» y yo la he admirado siempre y ahora la admiro y la respeto aún más. Es triunfadora, no porque haya alcanzado la fama y la popularidad; sino porque se superó a sí misma y a sus circunstancias. Es triunfadora como lo fue mi mamá, sin ser famosa, y como lo son todas esas personas que a diario enfrentan la vida, batallan contra la adversidad y aprovechan los recursos y talentos que tienen para superarse y progresar.

Gledys Ibarra es el ejemplo de esa Venezuela que dice “Yo soy venezolano y sí se puede”.

El papel toilette de las cachifas

El 04 de octubre de 2012, a tres días para las elecciones presidenciales de entonces, escribí especialmente para Código Venezuela la crónica que reproduzco a continuación. La publico de nuevo porque han pasado ya 6 meses desde entonces, medio año durante el cual el país ha estado en manos del hombre que habla con «pajaritos chiquiticos», 6 meses de incertidumbre en los que el candidato del oficialismo, del continuismo, nos ha devaluado la moneda en dos oportunidades y ha triplicado la inflación, haciendo que la escasez de productos haya llegado a cifras realmente alarmantes, guarismos tan cubanos que asustan. Luego de permanecer por 6 meses Venezuela en las manos de Dr. Dolittle, la situación con el papel sanitario, no solo no ha mejorado; ha empeorado. Como han empeorado a pasos agigantados el deterioro de la calidad de vida general del venezolano. Todo esto hace que este artículo de hace 6 meses mantenga su vigencia. Al final, es solo cuestión de cambiar la fecha del evento electoral. Donde dice «domingo 07 de octubre», lean «domingo 14 de marzo».
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En los días de mayor pobreza de mi familia. Cuando yo tenía unos 10 o 12 años y salía con una olla de aluminio a vender en La Parroquia los deliciosos pastelitos que hacía mi mamá para mantenernos, una de las maneras de rendir el dinero era comprando papel toilette Cruz Blanca o Rosal. Eran ásperos como papel crepé, algunas veces de un rosado asqueroso y, para mí, siempre detestables.
Desde entonces, siempre he relacionado esos papeles con la pobreza. De hecho, recuerdo que cuando iba a casa de mis amiguitos que tenían más dinero –como siempre he sido un averiguador y un chismoso–, notaba que mientras en los baños de la familia ponían papel Sutil o Suave, en los baños de las cachifas lo que había siempre era el aborrecible papel Rosal rosado. ¡Qué indignante me parecía aquello!
Han pasado muchos años desde entonces pero mi “trauma” con el papel toilette sigue intacto y lo comprobé en estos días cuando fui al supermercado a comprar el papel sanitario y lo único que había en el anaquel eran unos pocos, muy pocos, rollos de Rosal.
“Esto es papel de cachifas”, pensé y me negué rotundamente a comprarlo.
“Yo, con todo el esfuerzo de mi madre y de mis hermanos, estudié, obtuve un título universitario. Luego con mi propio esfuerzo monté un negocio en el que trabajo los siete días de la semana. No me he hecho rico pero trato de vivir con las comodidades que mi trabajo me puede ofrecer. Entonces ¿Por qué coño me voy a tener que limpiar el culo con papel de cachifas?”
Esos pensamientos se cruzaban por mi mente cuando comprendí que el papel Rosal es como una metáfora de lo que el socialismo trasnochado de Chávez nos ofrece a los venezolanos. El pretende con su “proceso” igualarnos a todos por abajo. Que seamos iguales en el papel Rosal, en la mortadela, en la sardina…
Quiere que pensemos que la pobreza es una virtud. Que ser o querer ser rico es malo. Y yo me niego a aceptarlo. La pobreza es, digamos, una situación de la que con el trabajo y esfuerzo de cada quien y con la ayuda de un buen gobierno que estimule el empleo se puede salir. No es bueno ni virtuoso ser pobre. Como no es malo ser rico. Lo que podría ser, si no malo, por lo menos egoísta, es que a la cachifa le compre el papel toilette Rosal cuando para mí compro Sutil o, como diría Susanita, la amiga de Mafalda:
 Malo es hacerse rico con dineros mal habidos, por corrupción o narcotráfico.  Eso es malo. Ahora le ha dado por recordar que los pobres comían “Perrarina” -cosa que no sé si es un mito urbano o es cierto, porque la Perrarina, que yo sepa, siempre ha sido más cara que un plato de pasta, si a ver vamos-. Dice: “Porque los pobres comían Perrarina” y yo pienso: “Por lo menos, entonces, había Perrarina, con su gobierno, hasta eso escasea”.
No se puede tolerar y no creo que la mayoría de la gente en Venezuela lo pretenda, que quieran igualarnos por abajo. La idea del socialismo de pacotilla de Chávez es que si yo comí o como Perrarina, que todos coman Perrarina. Que todos coman mortadela, sardinas y compren papel Rosal.
Esa no puede ser la aspiración de la mayoría de los venezolanos. Me niego a creerlo así. La aspiración tiene que ser que TODOS podamos comer jamón, salmón, pollo, carne. Que la Perrarina sea para los perros y que, incluso a ellos, les podamos dar el alimento de la mejor calidad que se encuentre. Que todos usen papel Sutil, Suave o Scotch o de la marca que se les antoje.
Me fui a otro supermercado y, al llegar al anaquel, vi que solo quedaba un poco del papel Rosal. No había más nada. Enfurecido, decidí comprarlo y sentirme el más pobre de los pobres, solo porque vivo en un país en “revolución”. Compré y me limpiaré el culo con el Rosal pero el domingo 07 de octubre,  con más gusto aún, votaré por Capriles.

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