El blog de Golcar

Este no es un reality show sobre Golcar, es un rincón para compartir ideas y eventos que me interesan y mueven. No escribo por dinero ni por fama. Escribo para dejar constancia de que he vivido. Adelante y si deseas, deja tu opinión.

Archivo para la etiqueta “Cine”

‘Leviatán’, el monstruo del poder

leviatan

Sentimientos encontrados me ha dejado la película rusa «Leviatán«, de Andréi Zviagíntsev, candidata al Oscar en la categoría de Mejor Película de Habla No Inglesa.

Es un film que mueve las fibras de la impotencia al mostrar de manera descarnada la lucha contra ese monstruo hiperdesarrollado que puede ser el poder político en cualquier país y los abusos de poder de quienes ostentan los cargos políticos en algunos Estados donde la justicia no es tan ciega como se supone debería ser, prestándose a complacer los intereses de los poderosos por encima de lo que sería propiamente justo.

Leviatán es una crítica frontal contra el sistema político, la corrupción, el abuso de poder, la violación de los derechos ciudadanos, la burocracia, con escenas que nos remiten a las historias de Kafka,  y la religión. Es la lucha de un hombre, Kolya, viudo, casado en segundo matrimonio con Lylia con quien cría a su rebelde hijo adolescente fruto del primer matrimonio, contra ese satánico monstruo bíblico de los mares que puede llegar a ser el poder político cuando se ejerce de manera despótica e inescrupulosa, aderezada con las pasiones de los seres humanos y los conflictos teológicos de una sociedad dividida entre una religión ortodoxa y el ateísmo.

Kolya se enfrenta en tribunales al alcalde del pueblo quien pretende con argucias legales y con un sistema de justicia de su lado, despojarlo de su casa, pagando un precio irrisorio, con la excusa de construir una edificación pública. En esta batalla, cuenta con la ayuda de su amigo, ex companero de la milicia y actualmente abogado de Moscú, Dmitri, quien aparentemente posee algunos secretos del Alcalde que lo harían desistir de su afán por apoderarse de los terrenos de Kolya.

Estos son los elementos y personajes que van conformando una trama de intriga en la que parece desarrollarse una batalla entre la lucha contra el Leviatán y la resignación bíblica de Job. Una historia que atrapa con una impresionante fotografía de ese paisaje inhóspito, hostil y hermoso del norte de Rusia que lo hace a uno pensar que Dios se olvidó de esos parajes o, por el contrario, la magnificencia del lugar nos recuerda a cada instante que allí está metida la mano del creador. El paisaje pasa a ser un personaje más de la historia, lleno de significados y connotaciones.

Lo que me molestó o desubicó un poco de la película es que cambia de un nudo dramático a otro abandonando casi por completo el primero. Pasa de ser una película en esencia sobre el sistema político abusivo y corrupto, a ser un drama de pareja para al final retomar el primero pero sin una clara concatenación de los hechos. La historia deja demasiadas cosas para la suposición del espectador. El abogado ruso luego de un conflicto pasional desaparece de la historia sin mayor justificación o explicación abandonando la pelea con el Alcalde luego de ser apaleado por los esbirros del funcionario. Una desaparición un poco forzada pues ya la pelea con el abusador había tomado un cariz personal y dadas las características del personaje de ser un hombre aparentemente perseverante en sus causas.

Hay en el film una escena de un picnic para celebrar el cumpleaños de un policía abusivo y pichirre a quien el protagonista deja claro desde el principio que le desagrada. Esa escena no tiene ninguna justificación. ¿Quién se prestaría a ir a celebrar con un picnic y tiro al blanco el cumpleaños de un tipo al que aborrece? Es una secuencia que no tendría cabida en cuanto a verosimilitud de los sentimientos mostrados por los personajes con anterioridad, aunque le sirve al director para narrar hechos importantes de la trama.

Y por último, no queda claro en la historia cuáles son las motivaciones de Lilya, la esposa del protagonista. Aunque la actriz está muy bien en su papel, queda la duda de qué la lleva a actuar de la manera que lo hace. Cuáles son sus sentimientos hacia el esposo y por qué lo traiciona con su mejor amigo. Nada de eso está justificado con imágenes o palabras. Todo queda por cuenta de la imaginación del espectador y, al final, también queda a la suposición de quien está frente a la pantalla adivinar qué fue lo que pasó con la mujer.

Leviatán es una película que sin duda mueve ciertos hilos emocionales en el espectador, especialmente en un público como el de la Venezuela actual que debe verse reflejada en los abusos de poder y la corrupción imperante, en la falta de un sistema de justicia realmente justo y en toda esa historia del poder despojando a un hombre de lo que por derecho le pertenece. Las actuaciones son naturales y sin melodramas a pesar de que al protagonista al final sólo le falta quedarse ciego y paralítico para parecer un personaje de culebrón latinoamericano. La fotografía es grandilocuente captando a la perfección lo apabullante de ese paisaje frío y hostil a la vez que abrumador y espectacular que hace que el ser humano se sienta como una criatura pequeña e impotente, esa misma sensación de impotencia e insignificancia que puede imprimir en el ciudadano el poder omnímodo de un déspota.

Alma Salvaje

image

Debo confesar que vi la película «Alma Salvaje» (‘Wild’, en inglés.2014), por reencontrarme con Laura Dern, a quien siempre he admirado y a quien me gustaría ver más frecuentemente en pantalla. Pero la sorpresa me la dio Reese Witherspoon con su interpretación de esa joven chica desubicada que emprende un peligroso y largo viaje a pie por las cimas del Pacífico para buscarse a sí misma.

Reese está magnífica en su papel de mochilera, de origen humilde, a quien la muerte de su madre le significó un golpe tan duro que la sumió en el mundo de las drogas y la promiscuidad sexual.

El film de Jean-Marc Vallée,  concatenado con flash backs que se alternan con el tiempo actual del personaje,  la cinta, basada en un relato autobiográfico de Cheryl Strayed, nos lleva por esa montaña rusa de las emociones de la protagonista al tiempo que nos hace escalar los escarpados riscos de las montañas del Pacífico hasta el Puente de Los Dioses.

Cheryl Strayed, dejando al hombre que ama y a quien engañó en múltiples oportunidades, nos transporta por una especie de Camino de Santiago, un recorrido físico y espiritual en su afán de alcanzar su centro y dejar atrás una vida de drogas y sexo desenfenado.

Como en «Ida», la película polaca de Paweł Pawlikowski , se trata de una mujer que busca su esencia y su lugar en el mundo. Sólo que Ida deja el claustro y sale al mundo para buscarse a sí misma, mientras que Cheryl, deja el mundo y se interna en ese viaje de más de mil kilómetros para lograr el mismo fin. Dos formas diferentes de emprender ese camino de autorreconocimiento e introspección que muchos emprenden en un recorrido hasta Santiago de Compostela, siguiendo las huellas del santo.

El viaje de Cheryl en solitario, y sin experiencia de escaladora por más de 1600 kilómetros por el Sendero de las Cimas del Pacífico, atravesando el desierto de Mojave,lo capta una hermosa cámara con impresionantes tomas panorámicas del hermoso paisaje, que se mezclan con tomas con más penumbras, intimistas, de los motivos por los cuales la joven hace la marcha. Todo marcando con las notas de una interesante y significativa banda sonora, en las que la melodía y letras de «El cóndor pasa», cobran una intención y significado especial.

No creo que Reese pueda vencer a Moore en la carrera por el Óscar y arrebatarle el trofeo como Mejor Actriz, pero se lo merecería sin duda porque logra unos registros y matices en su personaje realmente magistrales.

Laura Dern, como siempre,  está impecable en su papel de madre de la protagonista. La Dern nunca decepciona y se merecería esa estatuilla a Mejor Actriz de Reparto a la que está nominada.
 

Golcar Rojas

‘Birdman’ o la maestría para trabajar el cliché

Birdman2La película «Birdman» (2014), de Alejandro González Iñárritu, aunque a ratos me pareció un poco ‘intelectualosa’ y hasta pretenciosa, debo decir que su trama de comedia negra rozando el drama, me atrapó y me gustó.

Pero lo que más disfruté del film es que no deja títere con cabeza. Le da aletazos a tirios y troyanos. Se mete con todo y sin concesiones.

Si bien se le puede endilgar que echa mano de algunos personajes cliché dentro de lo que es el mundo del teatro y de la producción cinematográfica:

El actor decadente y arruinado que conoció tiempos de gloria y que lleva años buscando un «comeback» exitoso que le devuelva el brillo a su extraviada estrella,

El productor inescrupuloso que es capaz de engañar a su representado con tal de ver cumplido su negocio y recuperada la inversión,

El actor joven engreído que piensa que la taquilla la hace él sin importar historia y producción,

La crítico megalómana que se siente con el poder de poner y quitar éxitos de una cartelera y encumbrar o estrellar obras o actores,

Una joven adicta a las drogas que acaba de salir de rehabilitación que está obsesionada con las redes sociales

Y, como corolario para este compendio de personajes,

Un teatro y el ‘sórdido submundo’ del espectáculo. Personajes al borde de la locura y la obsesión y el mundo underground del showbussness…

Todo un mezclote de lugares comunes que de no ser por la maestría y originalidad que tiene el director mexicano para presentarnos la historia, no pasaría de ser una comedia caricaturesca y hasta aburrida.

Pero ahí radica la genialidad de González Iñárritu y de su propuesta, pues logra con el compendio de marras contar una historia entretenida, bien montada, con un guión bien estudiado, que es predecible pero logra sorprender con las soluciones que consigue para esas situaciones y personajes predecibles y que vemos venir desde el principio.

‘Birdman’, el alter ego del personaje de Michael Keaton, el actor que busca el fulgor perdido de la vieja estrella que brillaba en sus años jóvenes cuando su personaje del comic le dio fama y dinero, es una voz en off, con una pequeña aparición en personaje, que impulsa al ahora productor y director -además de actor- para que lleve adelante su proyecto teatral en Brodway a pesar de que todas las cartas parecieran estar en su contra. La historia comienza con esa voz en off mientras Keaton levita en interiores frenta a la ventana:

-¿Cómo terminamos aquí? Este lugar es horrible. Huele a cojones. Lo teníamos todo. ¡Tú eras una estrella de cine!¿Te acuerdas?

Pero ese alter ego, a ratos, nos da la sensación de que estamos más bien ante la presencia de un hombre con bipolaridad o que, por lo menos, presenta ciertos rasgos y eventos bipolares, que lo llevan a creer que es el hombre más talentoso del cine y el teatro, se siente poderoso y que es capaz de volver a conquistar el mundo como lo hizo en otros tiempos. Es tal la psicosis del personaje que en sus momentos más enervados llega a imaginar que tiene poderes de telekinesis, de levitación y hasta de emprender el vuelo como cuando era ‘Birdman». Toda una serie de matices que Keaton logra encarnar con maestría y que lo hacen un fuerte candidato a obtener el Óscar a mejor actor.

Es muy interesante la inclusión en el film de las redes sociales para presentarnos el viejo dilema entre fama y popularidad, entre talento y notoriedad, entre ser reconocido o hacerse notar. Una obsesión cuya falta de realización los puede llevar incluso a intentar el suicidio. Un viejo dilema del espectáculo que no parece terminarse de resolver. Esa línea divisoria borrosa entre el talentoso artista y el tragicómico friki. Y cómo a través de los escándalos en las redes una persona en pocas horas llega a ser trending topic y sentirse como un personaje poderoso por al cantidad de seguidores, aunque su talento este cuestionado y su poder de influencia no se corresponda con el nivel de popularidad.

El actor decadente, gracias a un lamentable accidente que lo hace caminar en interiores por las calles de Broadway, logra en pocas horas una cantidad de seguidores que tardaría años en conseguir con su talento y trabajo serio. Todo un tema este de la fama y la popularidad. Al final, son muchos los que se conforman con la notoriedad que le dan los escándalos en detrimento del prestigio que pudiera alcanzar con su talento y trabajo.

Todos los personajes del film son oscuros, border, sólo la ex esposa del protagonista parece aportar un poco de luz humana en ese sórdido mundo de ‘Birdman’. Norton está magistral en su papel de joven actor engreído y prepotente.

La fotografía contribuye en mucho a recalcar lo lúgubre de los personajes con tomas oscuras, con poca iluminación, y una cámara en mano que pretende hacer creer que toda la película es un largo e infinito plano secuencia. La cámara, muy bien manejada, se mete entre los personajes, los escudriña, los desnuda impertinentemente. Un logro más de esta interesante producción que sin duda estará entre las favoritas de público y crítica porque logra mover fibras dentro de uno con sus personajes límites, seres que parecen vivir o sobrevivir en la cuerda floja, trantando de mantenerse a flote, siempre a punto de caer.

«Un viaje de diez metros» o las nemotecnias del paladar

10 metros

«Los erizos de mar saben a vida…
La vida tiene su propio sabor,
Oculto. en su caparazón.
Vida cruda, hermosa…
Pero para cocinar, debes matar.
Creas fantasmas.
Cocinas para crear fantasmas.
Espíritus que viven en cada ingrediente…»

En esas palabras de la madre del protagonista, en su India natal, cuando le enseñaba a su hijo a saborear las comidas con todos los sentidos, se encierra la esencia de la película «Un viaje de diez metros», una hermosa historia que nos hace entender cómo los sabores, aromas, visiones, de la comida nos traen recuerdos, nos traen vida.

La memoria muchas veces es traicionera.

La vida, en algún momento, nos trae un olor, un sabor que nos transporta a tiempos remotos, que evoca épocas lejanas de nuestra historia personal. Es como un fantasma que logra incluso que lo que en alguna oportunidad no nos gustó o aborrecíamos, por la magia de la memoria traicionera, se vuelva un sabor entrañable, un aroma que nos devuelve a la vida.

«La cocina trae recuerdos», insisten en la película. Nada más cierto. Esta obra muestra cómo podemos percibir incluso más allá de los sentidos.

El olor a pan recién horneado nos lleva inmediatamente a un viaje al pasado. El aroma de una especia es el clic para un automático flash back.

Sí. Al cocinar creamos fantasmas y al degustar la comida, esos fantasmas pueden aparecer.

Al final, la vida está compuesta de sabores y memorias, de aromas y recuerdos. Pasamos la vida acumulando nemotecnias en el paladar, en la lengua, en la garganta.

La nariz almacena postales.

«Un viaje de 10 metros» es de esas películas que nos reconcilian con la vida. Nos muestra que vivir es hacer un viaje hacia uno mismo, hacia nuestra esencia y el éxito está en conseguir ese lugar donde nos sintamos cómodos. Donde nos sentimos felices.

La vida es un viaje que se emprende para conseguirnos a nosotros mismos y el éxito es haberlo logrado al final, sin importar «la estrellas» que se puedan haber acumulado.

Helen Mirren, merecidamente nominada al Oscar por este rol, está impecable en su papel de orgullosa y competitiva maestra de cocina y regente de restauran.

La película del sueco Lasse Hallström tiene esa capacidad especial que tienen otras películas del género gastronómico como «El festín de Babette», film danés de Gabriel Axel ganador del Oscar a la mejor película de habla no inglesa (1987), o «Chocolat» del mismo Lasse Hallström (2000), de reconciliarnos con la vida y, por supuesto, con el cine. Como aquella versión cinematográfica mexicana de la novela de Laura Esquivel, «Como agua para chocolate», dirigida por Alfonso Arau (1992).

Estos films narran historias que, como «Bagdag Café» de Percy Adlon (1987) -film que aunque no es específicamente «gastronómico», se desarrolla en un café-, o «¿Reinas y reyes?» de Beeban Kidron (1995), se centran en la llegada de gente extraña a un lugar a donde no pertenecen y en un principio son rechazados, situación a la que logran darle un giro. Los personajes cambian el lugar y a las personas que allí habitan a partir del amor en sus diferentes manifestaciones: amor al trabajo, amor al prójimo, amor a la familia, amor a la comida, amor a la vida. Y, al final, logran hacer de un lugar extraño, su hogar, y la hostilidad inicial la viran en amistad.

Eso son esas películas, obras que nos enseñan la importancia del amor, la tolerancia y la capacidad para aceptar las diferencias y los cambios.

Madame Mallory: «¿Pero porqué cambiar una receta que tiene 200 años?»
Hassan Kadam: «Porque a lo mejor 200 años ya son suficientes».

«Km. 72», «Matar cansa», cine negro criollo

km72
Superados los primeros minutos del film, esa introducción floja, atropellada, mal actuada, que para nada hace justicia a lo que vendrá después, nos conseguimos con una excelente y sólida producción cinematográfica, bien dirigida, con una muy buena fotografía, cámara, montaje y musicalización.

El pre-estreno en Maracaibo se llevó a cabo en el marco de la celebración de los 118 años del cine nacional, en el Teatro km72.1JPGBaralt, donde pudimos disfrutar de un buen guión de suspenso que le hace honor al género de cine negro en el que se ubica y cuenta con óptimas actuaciones.

Frank Spano está muy bien en su personaje de guardaespaldas leal, ex policía y ex presidiario al que una serie de eventos lo llevan a convertirse en asesino múltiple. Y los matices que el difunto Gustavo Rodríguez le imprime a su personaje de acaudalado y excéntrico  millonario, con buen gusto para el arte, aficionado a las armas y a los rompecabezas, hacen de su personaje una buena despedida del gran actor. El resto del elenco está a la altura, todos en un buen nivel interpretativo.

La historia la cuentan desde la perspectiva subjetiva de cada uno de los supuestos involucrados en el crimen del millonario,  lo que permite desarrollar personajes con diferentes matices según sea la versión de quien narra los hechos.

«Km. 72«, ópera prima de Samuel Henríquez, es un historia de cine noir ambientada en la violenta Venezuela de estos tiempos. Una producción que hace muchos guiños, homenajes, a las películas de Quentin Tarantino como «Kill Bill» o «Pulp Fiction». Tal vez tantos, que podría pasar como una copia del trabajo cinematográfico del director estadounidense. No obstante, esta producción criolla es una buena manera de aproximarse al cine y al género negro, copiando a los buenos y haciéndolo bien.

Como en los films de Tarantino, «Km. 72» tiene muchas influencias del manga japonés y de la clásica «Rashamon«. También hace sus ojitos al oscuro «Batman» de Tim Burton. La música de la película está diseñada para resaltar la propuesta estética del film y compaginar muy bien con el género noir que nos trae el director en su ópera prima.

«Km. 72» tiene algunos pelones de raccord. Pifias cojmo un cigarrillo que desaparece sin justificación,  una capucha que como por arte de magia ya no está,  un cambio de vestuario que no se vio… Fallas de continuidad,  descuidos del script, pero nada grave ni imperdonable. Nada que no les haya pasado y les siga pasando a los grandes de la cinematografía mundial y que no desmeritan para nada una buena historia, bien hecha, bien dirigida y bien presentada como la de marras.

La dirección de arte de Daniela Hinestroza está muy bien y demuestra dominio y conocimiento del género que manejan, como también es de reconocer el excelente trabajo de diseño gráfico con que cuenta el film en la presentación de los créditos iniciales y finales.

Creo que habrá que seguirle la pista a Samuel Henríquez como creador pues se revela en esta película como uno de los buenos directores del cine nacional.

Golcar Rojas

«Ida», una mujer en busca de su lugar en el mundo

ida

Vengo de ver «Ida«, la película polaca de Pawel Pawlikowski (2013), nominada al Oscar como mejor película de habla no inglesa y en el renglón «Fotografía».

Lamentablemente, la copia que mostraron en el Centro de Bellas Artes no permitió apreciar y disfrutar en su plenitud la excelente fotografía que tiene y que es un actor principal en la historia. La imagen apareció lavada, sin el contraste y la profundidad de campo del film original y, en este tipo de historias, ese es un error imperdonable que hace que uno deba volver a ver la película procurándose una buena copia.

Es imperdonable porque toda la propuesta estética de «Ida» se centra justamente en la fotografía, en ese blanco y negro nítido y contrastado que desafortunadamente no pudimos apreciar en la pantalla del CBA.

Todos los encuadres del film son planos fijos. No tiene movimientos de cámara. Nade de zoom in o out, nada de dollys, nade de planos secuencias. Es como si uno pasara las páginas de una álbum de fotografías y lo que aparece en la imagen cobra movimiento. La cámara fija espera la aparición y desplazamiento en la imagen de objetos y personajes. En las escenas de diálogos, muy pocas por cierto porque en la película cuenta más la imagen y la actuación contenida y etérea de los personajes que los textos, un plano fijo se corta y da paso a otro plano fijo con la respuesta del personaje increpado. No hay desplazamientos de la cámara de un personaje a otro.

Otra característica especial de la fotografía son los encuadres. En los planos los personajes -especialmente el de Ida- parecen salirse del cuadro. Nunca están en el centro de la toma. Es una forma de decirnos que no pertenecen a ese mundo del plano o que están buscando justamente un lugar en el mundo. El aire en la fotografía tanto arriba de los personajes como a los lados, tampoco son los convencionales. Dan la sensación de que los personajes no tienen cabida allí y le dan una connotación especial al espacio.

Sólo es en la escena final, con un plano medio cerrado de Ida y una cámara en mano temblorosa que va delante de la novicia, enfocando el personaje, solo allí, aparece la novicia centrada en la imagen. Ya Ida ha tomado su decisión. Ya sabe cuál es su lugar en el mundo y se encamina decidida hacia él, aunque el mundo parezca temblar a su alrededor.

La historia es fuerte. Una niña judía que es abandonada en un convento para salvarla de ser asesinada, va en busca de su identidad, dejando al descubierto en el proceso la identidad de su país, pocos días antes de tomar sus votos para ser monja.

Criada como católica, es su tía, atea, alcohólica, ex juez de los tribunales populares comunistas y ¿prostituta? -me quedó la duda, al menos muy de cascos livianos, sí es- a quien acaba de conocer, quien se encarga de revelarle su origen judío y, juntas, emprenden un viaje al pueblo natal en busca del hombre que mató a los padres de Ida y al hijo de la tía, un niño «no rubio y circuncidado», de poca edad.

«Ida» es un drama. Es la historia de un personaje que trata de encontrar su lugar en el mundo y para lograrlo necesita encontrar primero sus orígenes y saldar cuentas con su pasado. Enterrar a sus muertos para para desenterrar su origen y poder vivir su vida.

La veré de nuevo porque es una película que merece ser vista como corresponde, con una buen copia que nos permita disfrutar de esa propuesta fotográfica y de una historia intensa.

La floja «Liz en septiembre»

Liz

Floja. Muy floja. Fue la frase que me vino a la mente al ver Liz en Septiembre de Fina Torres.

Tal vez iba un poco obsesionado con el eco de Oriana que al día de hoy aún retumba en mi mente como una de las grandes piezas de la cinematografía venezolana. Aquel uso magistral del flash back, el ritmo, las actuaciones. Esos silencios que lo decían todo. Aquella mujer que toma la camisa y se la lleva a la nariz y en el gesto evoca toda una historia. La sutileza en la manera de contar y de mostrar.

Liz en septiembre me resultó sosa. Bonita. Predecible desde la escena uno hasta los créditos finales. Pero lo predecible es lo de menos. Con esta pieza de Fina Torres, una vez más, tengo la sensación de que el gran problema del cine venezolano actual es de historias. De guionistas.

Es común tener un buen tema, como sin duda lo es el de “Liz en septiembre” y que se diluya en personajes superficiales, poco desarrollados e interpretados más por el oficio del actor que por un verdadero trabajo y esfuerzo interpretativo. ¿Mucho oficio y poco método? ¿O comodidad?

La película debió ser un canto coral de siete personajes femeninos que se enfrentan a dos temas muy fuertes como lo son el lesbianismo y la muerte. Pero la manera fácil de enfrentar los personajes en el guión hace que la película se quede a mitad de camino. Tanto el tema de la muerte como el de la diversidad sexual son abordados de manera fácil, superficial y complaciente.

Tenemos:

El personaje de Patricia Velásquez como columna vertebral, como mástil, como elemento que amalgama y da sentido a los otros personajes del film. Una lesbiana que sabe cuál es su orientación sexual desde muy niña y que la disfruta y asume a pesar de la culpa. Esta faceta del personaje se puede decir que está interpretado de manera óptima por la actriz. Pero donde se queda muy corta es en la faceta de enferma de un cáncer en etapa terminal. Lejos está de hacernos creer esto. Nada que ver con la brillante actuación de la española Carme Elias en “La distancia más larga” que desde la primera toma uno siente la presencia de la muerte, o aquella de Julia Roberts en “Steel magnolias”, otra película de personajes femeninos inolvidables.

Una Mimí Lazo  cuyo personaje al principio parece ser una vez más su sempiterna interpretación de la diva decadente y cómica y que termina siendo una doctora, escritora. Con una primera línea tan absurda y fuera de lugar como esta: “Yo soy una mujer famosa en este país”. Y se lo dice a cinco amigas que se conocen de hace muchos años. Un poco de esfuerzo en los diálogos podría haberles dado una línea más creíble como: “Allá ustedes que no les importa que la gente sepa que son cachaperas pero a mí me conoce todo el mundo en este país…” Tal vez lo mismo, pero más creíble. Ella fue pareja de Liz (Patricia) y ahora mantiene una relación con una cubana.

Una Elba Escobar de cuyo personaje lo único que se sabe es que es una lesbiana alcohólica a quien su pareja la abandonó y administra una posada turística. No hay más.

Una cubana (no recuerdo el nombre de la actriz) que se casó para huir de la isla y que terminó en una relación amorosa  con Mimí. Un personaje bien interpretado con picardía y gracia y que es el único que tiene un cierto conflicto en la trama al sentir que la moribunda aún duerme entre ella y su pareja.

Una chica que al final descubrimos que estudiará canto y que más pasa por relleno dentro de la trama que por un personaje relevante  y su pareja que es una mujer que siempre está en competencia con Liz, sin que en verdad quede muy justificada esa relación y la competitividad entre ambas.

Y por último, la sifrina heterosexual que llega a la posada por accidente y que se convierte en objetivo erótico de Liz, luego de una apuesta con su amiga. Una mujer que no se despeina ni cuando está recién levantada, ni cuando anda en moto o por carretera con los vidrios abajo o en la orilla del mar. Una chica que perdió un hijo que murió por cáncer, luego de sufrir una larga agonía. Su esposo aparentemente tiene otro hijo fuera del matrimonio, esa parte no me quedó muy clara y no parece ser muy importante para la trama. Aunque sí debería serlo.

Eso es todo. Lo demás son hermosas tomas del paisaje costero de Venezuela. Muy “a lo Valentina Quintero” según un comentario escuchado a la salida del teatro. Buena fotografía. Una linda canción “Si no te vas mañana…”. Escenas con todo muy puesto oportunamente. Todo está al alcance de la mano. Diálogos fáciles y superficiales.

La escena cuando la sifrina y Liz se conocen es absolutamente sosa y desaprovechada. Es poco creíble que una lesbiana fuerte como se supone que es el personaje de Patricia no se abalance sobre la desconocida que lanza de nuevo al mar el pez que con esfuerzo acaba de pescar. Allí debió quedar planteada con claridad la historia:

La mujer cuyo hijo tuvo una larga agonía ve un pez en un canasto con estertores de muerte e instintivamente corre a liberar al animal del sufrimiento. Uno se espera que la aguerrida lesbiana se le vaya hecha una fiera a golpearla ¿no? No. Se pierde la oportunidad de un conflicto que lleve a las disculpas de la mujer explicando que no soporta ver a un ser vivo agonizar y de que la víctima del cáncer le diga que lo entiende y que, llegado el momento, ella esperaría que alguien le evitara una larga agonía y la pusiera a dormir. Para una nueva versión tal vez.

También es poco creíble que una relación de apenas 3 días y una acostada haga que la chica se ofrezca a poner a dormir a la mujer que acaba de conocer. Hay todo un trabajo sicológico y de relación. Un conflicto que enfrentar para que alguien pueda llegar a esa determinación. Primero insistir en la lucha. Empujarla a luchar por su vida. Hasta llegar al convencimiento de que la eutanasia o el suicidio asistido es lo mejor para evitarle sufrimiento.

Y por último, como crítica ociosa. Nadie se cree que una mujer sifrina y que no ha tenido experiencias lésbicas anteriores se dé su primer morreo con otra mujer con el aliento pestífero que debe tener al despertarse con la resaca de una botella de Ron Superior el día anterior entre pecho y espalda. Por muy Patricia Velásquez que sea.

«Fados»

fados

Amor, celos, ceniza y fuego, dolor y pecado.
Todo esto existe; todo esto es triste; todo esto es fado.

Amalia Rodrígues

Si al escuchar la canción se te aprieta el pecho y el corazón da un vuelco, la respiración se acelera o se paraliza, y sientes unas injustificadas ganas de llorar o desahogar el alma en un grito que nace en las entrañas, un alarido que puja por salir sin terminar de tener claro por qué, no lo dudes: es un fado lo que oyes.

«La fama a veces difama
A gente buena, gente honrada»

Aunque el fado ha sido declarado en 2011 Patrimonio Cultural Inmaterial de la Humanidad por la Unesco y es el género musical que por excelencia representa a la música popular portuguesa, es un desconocido para muchos y muy poco difundido.

Yo lo descubrí hace pocos años y me enganché a él. La pasión del canto, la fuerza de la guitarra, la nostalgia y cotidianidad de sus letras hacen que uno no pueda permanecer indiferente al género.

«Solo un amigo es capaz de, sin recibir, dar amor»

El fado es poesía cantada y sentida. Quienes lo interpretan lo  cantan con las vísceras y uno puede intuir en sus profundas voces las contracciones que experimentan en el vientre al soltar cada verso. Le cantan a la tristeza, a la nostalgia, al amor, al desamor, a los celos, al dolor, a la melancolía, al sentimiento y a la cotidianidad.

«Porque la mujer que traía 
Con certeza no valía 
Ni la sombra de mi amor» 

El fado está impregnado de ese sentimiento intraducible del portugués: saudade. La saudade es al fado lo que el despecho al bolero o el drama al tango.

«Corazón independiente, 
Yo no te acompañó mas.
Para, deja de latir.
Si no sabes a dónde vas
¿Por qué te empeñas en correr?«

En estas noches, curucuteando en Youtube, tuve la suerte de tropezar con la película “Fados”, un film dirigido por Carlos Saura en 2007. Una verdadera caricia al oído, a la vista y al corazón.

La película es un recorrido por la historia del fado como expresión del canto popular portugués desde hace 200 años. Es una mezcla magistral de cine, fotografía, teatro, danza, ficción, documental y poesía para mostrar las diferentes manifestaciones y estilos del fado a través del tiempo y el espacio. Cuenta con hermosos homenajes a los grandes del Fado como Amalia Rodrígues y especiales participaciones de Mariza, Lila Downs, Gaetano Veloso, Chicco Buarque, Carminho, Miguel Poveda…

«Dios mío, cómo pasa el tiempo
Decimos de cuando en cuando.
Al final, el tiempo se queda 
Y es la gente la que pasa».

Son muchos. Son todos. Ver la película es una delicia, es un rasguño al alma a ratos y una caricia al corazón. Al verla me volvieron a entrar esas inmensas ganas de estar algún día en un bar de Lisboa, bebiendo oporto y que las luces comiencen a descender, el ambiente se torne silencioso y empiece en la penumbra a llenarse el lugar de música y sentimiento. Es para ver y volver a ver. Para oír y volver a oír. Para sentir y no dejar de sentir. Disfrútenla.

«Vuelve atrás, vida vivida
Para que pueda volver a ver
Aquella vida perdida
Que nunca supe vivir»

La Ola… La Tercera Ola

periodista tuitera1

Estoy en una larga cola de supermercado esperando pacientemente mi turno para pagar. Es una de esas experiencias que se nos han vuelto parte de nuestra cotidianidad a los venezolanos. Colas de una hora y media o dos para comprar “lo que haya”.

Como es habitual, uno en el aburrimiento de la fila, para matar el rato, revisa Twitter y Facebook al tiempo que conversa con los vecinos de la hilera. Conversaciones que siempre se basan en el deterioro de nuestra calidad de vida. En la inseguridad, la escasez, la vida que se nos va en una cola para perseguir un paquete de Harina Pan…

Es 04 de abril, y leo un tuit de Andrea Rocha, una periodista tuitera conocida en la red del microbloging como @andrearochap, que  logra crear expectativa y atrapar mi atención:

“Les voy a contar algo que me acaba de ocurrir y que sí no dreno… no sigo trabajando. Voy con varios twitts”.

A partir de allí lanzó cinco tuits más en los que con cortos mensajes logró contar la experiencia que tenía atragantada entre pecho y espalda:

periodista tuitera

Termino de leer los micro relatos de la periodista y la cabeza me empieza a dar vueltas sobre la historia. Me asaltan preguntas como ¿Cómo puede una madre cuya hija ha sido víctima del fanatismo del régimen chavista, una muchacha a quien los “colectivos de paz”, como eufemísticamente llama el oficialismo a bandas armadas cuyo comportamiento más se asemeja al de grupos de exterminio, seguir siendo seguidora del régimen? ¿Cómo puede una persona racional ver lo que sucedió ese día en la UCV, lo que ha venido sucediendo durante todos estos días de protestas en todo el país, reprimidas salvajemente y con una exagerada desproporción en el uso de la fuerza, negarse a creer lo que está viendo? ¿Cómo puede esa madre zanjar la conversación con su hija con un “Tu y esos tipos son capaces de ponerme a mí en Internet con una pistola. Yo puedo ver, pero no te creo nada”?

La respuesta llega sin mucho pensarlo. La hegemonía comunicacional, sin duda, está surtiendo efecto. Una vez más, Goebbles resulta exitoso. Es muy difícil contrarrestar el poder de los medios de comunicación oficialistas y las interminables horas de cadenas de medios que llegan a todos los rincones del país todos los días, con solo Twitter, Facebook, blogs, páginas web, televisoras como NTN24 que solo se ve por internet en el país, o CNN que únicamente llega por cable a un sector reducido de la población. Canales que apenas pueden dedicar un pequeño porcentaje de su programación de noticias internacionales a Venezuela mientras que por la vía de la televisión pública los mensajes y la propaganda del régimen no tienen ninguna restricción de tiempo ni de horario.

Mientras el régimen le inyecta diariamente su propaganda día y noche por banda abierta a la población, quienes quieren tener acceso a la otra parte de la información, quienes quieren saber qué pasa y qué hace la oposición tienen que dedicarle tiempo y esfuerzo a la consecución de información. Mientras el mensaje oficialista se cuela por radios y televisoras casi de manera inconsciente, la gente tiene que muy concienzudamente buscar la contra partida si quiere tener las dos versiones de los hechos. Y mientras los medios a favor del régimen repiten  sus mensajes y mentiras hasta el cansancio. En esos medios no aparece la versión de la disidencia y, si llega a aparecer, la montan de manera sesgada y manipulada y con tiempo mínimo en el aire.

No resisto la tentación de compartir lo leído y le comento a la señora desconocida que va delante de mí en la fila, acerca de la historia de la tuitera con su mamá y mi conclusión acerca de cómo ha llegado la gente a creer la versión oficial de la historia sin siquiera preguntarse o dejar un mínimo espacio para la reflexión y la duda. Es un “Yo lo estoy viendo pero igual no lo creo. No me da la gana de creerlo”.

La señora, muy simpática, me sigue la conversación y al final me recomienda que busque por internet una película alemana que se llama “La Ola”.

Llego a casa e inmediatamente, busco en YouTube y encuentro el film de 2008 dirigido por Dennis Gansel y que cuenta cómo van surgiendo los regímenes autocráticos. La película está basada en la experiencia real de 1967 de Ron Jones, un profesor de Historia de la escuela Cubberley de Palo Alto en California, quien hiciera con sus alumnos un experimento para demostrarles cómo aún en estos días es posible el surgimiento de regímenes autoritarios y dictaroriales.

La experiencia del profesor Jones acerca de la.autocracia, arranca a partir de una pregunta que se le hace complicado responder. Cuenta Jones que “Estábamos en mitad de una clase sobre la Alemania Nazi, cuando Steve (un alumno) preguntó “¿Cómo pudo el pueblo alemán, los ciudadanos de a pie, alegar ignorancia sobre lo que estaba pasando con los judíos?” Era una buena pregunta, pero yo no tenía ni idea de cómo contestarla.”

Fue así como el profesor decidió dedicarle una semana al tema de la autocracia. Montó un experimento mediante el cual pudo demostrarles a sus alumnos y a la comunidad estudiantil en general cómo a partir de la exacerbación de ciertos “valores” como la disciplina, el sentido de pertenencia a una comunidad, la fuerza de la acción, y el orgullo, la autocracia va cobrando forma y se va progresivamente implantando.

La película de Gansel tiene un final mucho más dramático y terrible que el relato original de la experiencia del profesor californiano pero en los dos casos lo importante es la enseñanza que nos deja y cómo logran responder la pregunta inicial del estudiante. Cuenta Ron Jones en su relato:

“Con lo que ha ocurrido durante esta semana, hemos podido ver lo que suponía vivir en la Alemania nazi. Hemos aprendido a crear un entorno social disciplinado, jurar fidelidad a esa sociedad especial y sustituir la razón por las reglas. Habríamos sido buenos alemanes y nos habríamos puesto el uniforme, listos para traicionar a amigos y vecinos. Ahora sabemos lo que es optar por la solución rápida y quemar las ideas, sentirse fuerte y superior. Conocemos también el miedo a ser excluido, a quedarse fuera, pero también el sentimiento de control y el placer de hacer lo correcto socialmente. Hemos visto que el fascismo no es algo que otra gente hace. No, ha estado aquí, en esta sala, en nuestras conductas y forma de vivir. Basta arañar la superficie para que aparezca.  La creencia de que los seres humanos son intrínsecamente malos y que por tanto son incapaces de actuar bien con su prójimo, lo que demanda un líder fuerte y una disciplina para preservar el orden social. Y además, la apología.”

“Esta es la lección final. La lección final es quizás la más importante y responde la pregunta con la que comenzó este experimento. ¿Recordáis la pregunta? La cuestión era la sorpresa en el pueblo alemán ante todo lo ocurrido, alegando ignorancia y desconocimiento. ¿Cómo el ciudadano alemán, el trabajador de la calle, pudo, al final del Tercer Reich, alegar ignorancia? ¿Qué causa que la gente borre su propia historia? Ahora tenéis la oportunidad de responderos vosotros mismos a esta pregunta.”

“Si el experimento ha tenido éxito de verdad, ninguno de vosotros admitirá haber estado aquí hoy. Al igual que los propios alemanes, tendréis problemas para admitir que habéis llegado hasta aquí. No querréis que vuestras familias y amigos sepan que estuvisteis dispuestos a ceder vuestra libertad individual a líderes invisibles. No admitiréis haber sido manipulados, haber aceptado la Tercera Ola como una forma de vida, haber formado parte de esta locura. Lo guardareis como un secreto, un secreto que yo compartiré con vosotros.”

Esto explicaría de alguna forma la reacción y la actitud de la madre de Andrea. Durante hora y media, el director alemán logra condensar lo que nos ha pasado en Venezuela en los últimos 15 años. La experiencia pedagógica de Jones nos da una cachetada con guante de seda que nos debería poner sobre alerta acerca de lo que se ha instaurado en nuestro país y nos debería hacer reflexionar y reaccionar. Posiblemente la madre de Andrea, cuando esto acabe, también borrará de su memoria todo lo sucedido, su ceguera selectiva de hoy se convertirá en oportuna amnesia.
Ojalá quienes leen estas líneas se tomen el tiempo de disfrutar el excelente film y leer la historia de Jones. Muchas cosas que vivimos les quedarán claras. Entenderán cómo llegamos a lo que llegamos y, seguramente con lagrimones en los ojos, como me sucedió a mí, se preguntarán:

¿Cómo podremos ahora desmontar esa “Tercera Ola”? La ola que arrasa con todo a su paso

Navegador de artículos

A %d blogueros les gusta esto: