El blog de Golcar

Este no es un reality show sobre Golcar, es un rincón para compartir ideas y eventos que me interesan y mueven. No escribo por dinero ni por fama. Escribo para dejar constancia de que he vivido. Adelante y si deseas, deja tu opinión.

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¿Cuánta patria puede aguantar un corazón?

Foto tomada de la web

Foto tomada de la web

Esta vez no lloré de tristeza. Lloré de rabia. Lloré de indignación. Llanto de patria mortalmente herida, de gentilicio aborrecido. Lloré de arrechera.

Tengo dos días recorriendo y llamando a todas las farmacias buscando el medicamento Manidón, una pastilla que un amigo de 80 años, con marcapaso y con extracción de un riñón, debe tomar diariamente y que ya tiene una semana sin tomarlo porque no lo consigue.

En mi peregrinar de farmacia en farmacia, decidí salir a buscarlo y, de paso, comprar el Omega que yo mismo debo tomar para controlar mis elevados índices de triglicéridos y colesterol y evitar un colapso.

Como salí a pie, dejé en mi tienda el bolso para evitar tentar la suerte por la calle con la atemorizante inseguridad que nos azota. Al llegar a la tienda naturista donde generalmente compro el Omega, la amiga chavista, dueña del negocio, me da la ya habitual y cotidiana respuesta del “no hay”.

-Hago los pedidos y me llega menos de la mitad de lo que pido –dice-. Y cada vez más caros.

-¡Seguí votando por estos desgraciados!

-Ay, sí. Porque vos no votaste.

-Por ellos jamás. Siempre voto pero por la oposición.

-Igual estás pasando por lo mismo que yo.

-Claro, por los que como tú, siguen votando por ellos a pesar de sufrir las consecuencias.

Salgo de allí un poco cabreado. Camino hasta la farmacia. Tres que tengo en la vía. En ninguna consigo el Manidón. Cuando salgo de la tercera veo que pasa frente a mí una señora con bolsas del supermercado Latino. Institntivamente, le escaneo los paquetes. ¡Lleva Harina PAN!

Miro hacia la acera y veo una larga fila de gente a pleno sol, 36 grados centígrados de temperatura con sensación térmica como de 42. Me asomo y veo poca gente dentro del establecimiento. La hilera en la acera la conforma la gente que va solo a comprar la harina. Es decir, «bachaqueros», o pobres que no tienen para pagar una compra de 300 bolívares.  Quienes van a adquirir otros productos o van a comprar la harina pero en compras de más de 300 bolívares pueden pasar sin esperar.

Me asomo y veo que dentro del establecimiento hay poca gente. Contraviniendo mi propia norma de no pisar los supermercados Latinos porque siempre maltratan a los clientes, cedo ante la tentación de poder hacerme con cuatro paquetes de Harina Pan que ya se me ha acabado en casa, y entro.

Recorro los pasillos metiendo en el carro de la compra un montón de productos que no necesito pero que siempre hacen falta en casa o están por terminarse. Todo con el objetivo de cubrir los 300 bolívares que me darán el derecho a poder comprar la harina sin el castigo de esperar a pleno sol 3 horas en una cola.

Como hace más de 3 meses no compro leche, aprovecho y meto un paquete de leche “crecimiento” para probarla, una leche para niños de uno a tres años, que es la que se consigue. Si me gusta, la seguiré comprando en vista de la escasez tan tenaz que estamos viviendo.

La cola de la caja es razonablemente corta. No obstante, sin razón aparente, no avanza con la rapidez que debería. En un rincón, una señora de unos 30 años grita a todo pulmón a un empleado que le dice “¡Pues tú no vas a entrar porque no me da la gana!”. Todos pensamos que se trata de una “bachaquera”.

A los 20 minutos, una empleada se acerca, acompañada con un policía, a la cola donde me encuentro.  Señalando a una chica que se está detrás de mí, le dice:

-¡Chica, ven acá!

Cuando la joven se acerca, la mujer y el policía le dicen que les muestre el celular.

-¿Por qué? –le pregunta la chica con toda la altanería que puede exhibir una niña de 16 años.

-Porque tú tomaste una foto de la cola y eso está prohibido y la tienes que borrar.

Por supuesto, se me volaron los tapones. Le grité a la mujer, al policía y a dos empleados más que se acercaron que dónde decía que estaba prohibido hacer fotografías. Discutimos un buen rato  hasta que dejaron en paz a la chica quien, afortunadamente, no dio su brazo a torcer y no borró la imagen.

-Esta se la voy a pasar a @HCapriles-. Me dijo con un contoneo retador que me subyugó.

Pasado el impasse, seguimos en nuestra cola conversando como es habitual del país que nos ha obligado a vivir un puñado de resentidos, corruptos y malvivientes que se apoderaron de Venezuela desde hace 15 años. De cómo, cuando los venezolanos íbamos a comprar a Colombia porque todo era más barato allá, jamás escuchamos que en ese país escaseará la comida y, mucho menos, que la racionaran. Al contrario, Colombia aprovechó la situación y producía lo que necesitaban allá y lo que comprábamos los venezolanos. ¡Producían! Cosa que no se puede hacer en Venezuela porque el Socialismo del Siglo XXI acabó con las industrias…

Una amiga que está delante de mí, me pide el favor de que le saque unas pechugas de pollo que no le permitieron comprar porque “excede el límite de compra diaria de pollo”.

Por fin, llega mi turno de chequear en caja mi compra. Subo todo en la correa y la cajera me pide la cédula de identidad laminada. “¡Coño de la madre!” Se me olvidó que no llevaba bolso y que en este país, incluso para pagar en efectivo, si uno va a comprar productos regulados como la Harina PAN, debe presentar el documento de identidad, que se quedó en el bolso con la billetera cuando decidí no tentar a los choros caminando con un bolso terciado por la calle.

-Si no tiene cédula laminada, no puede llevar la harina. Le puedo chequear lo demás pero tiene que dejar la harina-. Dice la cajera.

El señor que está detrás de mí en la cola, amablemente pone su cédula para que yo pueda hacer mi compra. Más de 500 bolívares es el monto de lo que llevo. Cuando el señor va a pagar lo suyo, la cajera le dice que su cédula está bloqueada para la Harina Pan porque ya la pasó con mi compra. El señor saca la cédula de su esposa y le dicen que tiene que estar presente el titular.

-¡Pero yo soy de Encontrados y mi esposa está allá!

-Si no está el titular presente no puede llevar la harina.

La chica del impasse con la foto, hija del señor, saca su carnet de la universidad para que chequeen la compra a su nombre.

-Tiene que ser la cédula laminada y tiene que ser mayor de edad para poder comprar la harina. Además, en esta compra no hay 300 bolívares-. Dice la cajera.

Mi corazón se acelera. Golpea con tanta fuerza que siento que se me va a salir del pecho. Siento que las sienes me van a estallar. Las manos me tiemblan. Estoy hecho un energúmeno. No queda una sola grosería de mi repertorio sin que se la estampe en la cara a la cajera y al montón de empleados que se han acercado para corroborar que las cosas son como las expone la dependiente.

Quiero matar a alguien. Agradezco a Dios que le tengo pavor a las armas porque, si llego a tener una, no queda uno solo vivo. Maldigo a Chávez, maldigo a Nicolás, maldigo a los chinos dueños de la cadena de supermercados quienes entrenan a sus empleados para que funcionen como  policías represores, como sapos cubanos, y no como trabajadores que ofrecen un servicio y se deben al público. Maldigo la mala hora en que incumplí mi promesa de no pisar nunca más un Latino en mi vida.

Camino enajenado y tembloroso, con las bolsas en la mano, las cuatro cuadras hasta mi tienda. Allí lloro mi rabia. Desahogo con llanto mi frustración. Lloro con arrechera, como hacía tiempo no lloraba. Pienso en cuántos días puede aguantar el corazón del viejo de 80 años sin su Manidón y en cuántas arrecheras como esa podría aguantar el mío sin explotar. ¿Cuánta patria puede aguantar un corazón sin que se parta en mil pedazos?

Cuando por fin puedo sosegarme y contarle a Cristian lo que ha pasado. Mi socio me dice:

-Vino tu amiga la defensora pública. La que te contó las cosas de la cárcel. Me dijo que te dijera que hoy, a una jueza, le pusieron un revólver en la sien.

Humor ilegítimo

reir

Debo confesar que, por mucho tiempo, incluso desde mucho antes de que el hoy difunto presidente pasara a mejor vida, sospeché de que se habían vendido al régimen, Estaba casi seguro de que los humoristas del país, en vista de la escasez de espacios, de la censura y la autocensura, habían terminado por vender su arte y creatividad al Socialismo de Siglo XXI.

De verdad, no los culpaba. No es difícil comprender que ellos también comen, tienen familia qué mantener, colegios qué pagar, multas eléctricas qué cancelar, si no quieren que la intermitente oscuridad se les torne permanente. Por muy buen humor que tengan, tienen que pagar al buhonero de la esquina la Harina Pan a 50 bolos y el azúcar a 20 el kilo. O sea, como todos los que no estamos inscritos en una Misión del gobierno, si no trabajan, no comen y, si lo único que saben hacer es humor y, en este país, el omnipotente régimen es el único que da empleo, ¿qué les quedaba? O se vendían al régimen, o sucumbían a la «insiforia», vieja palabra maracucha que denota la más absoluta ruina y que, por más que pase de moda, es la que mejor expresa esa sensación de pobreza extrema. Porque, por ejemplo, no es lo mismo decir «el chavismo dejó el país en ruinas» que «El chavismo dejó el país en la insiforia».

En fin, ¿quién podría señalar a Laureano Márquez, a Claudio Nazoa, a Emilio Lovera, a los del Chigüire Bipolar o a Rayma si, para poder comprar 4 rollos de papel tualé, a escondidas en el chino de la cuadra a 90 bolívares, más guillaos que quien compra droga, se vieran forzados a escribir los guiones a los ministros y al supuesto presidente? No sería yo quien tirase la primera piedra. Leía, oía y callaba. Aunque cada vez, reía menos.

Pero, resulta que, cuando ya estaba absolutamente convencido de mi teoría, la hermana, del cuñado, de la prima de un amigo cuyo hijo está en el mismo hogar de cuidado diario a donde lleva a su peque Rosita, la señora que le plancha los boxers a Laureano, -sí, sí. No se asombren. No creerán ustedes que Laureano con esa cara de social cristiano que se gasta va a usar slip o hilo y, mucho menos que, tan Opus como se ve, como buen copeyano, se pondrá los boxers sin plancharlos-.

Bueno, pues mi amiga me chismeó que Rosita, la doñita de la plancha, contó de la desesperación en la que entró el humorista cuando vio la noticia que daba cuenta de que Nicolás había dicho que Chávez al momento de morir «No tenía casa, ni carro. La pensión que le daban, la donaba a los pobres. Él hizo un voto de pobreza». 

-¡No puede ser! Esto era «Pobre de toda santidad», mi columna para este viernes en Tal cual, -dice Rosita que se quejaba el humorista, batuqueando el periódico hacia el cielo-. ¿Cómo pudieron, de nuevo, fusilarse un texto que ni siquiera he publicado? Ahora, ¿qué escribo para el periódico?

Contaba la mujer que ya antes le había visto una crisis parecida cuando Laureano vio que denunciaban desde el gobierno que la oposición había comprado por docenas aviones de guerra. El hombre, furibundo, se pasaba la mano por la cabeza con frenesí y decía con ojos llorosos y cabellos erizados, como si hubiese metido los dedos en un tomacorriente o se peinara con triqui-traquis:

-Estos desgraciados tienen que haberme hackeado el computador. No solo me vigilan e intervienen el teléfono sino que también el computador me lo tienen controlado. No hay otra explicación para que se filtrara mi columna sobre los aviones antes de que la publicara  en Tal Cual.

A partir de ese día, a Laureano, por más que quiere escribir con humor, solo le salen textos tristes y dramáticos que no hacen sonreír a nadie.

Cuentan que algo similar le pasó a Claudio Nazoa cuando escuchó que Nicolás decía «Nosotros tenemos un objetivo con el Sicad: torcerle el brazo ‘completico’ al dólar paralelo».

«¡Coño, alguien escuchó cuando le contaba a Kico Bautista de qué iba mi artículo!», pensó Nazoa al ver la declaración. Y, días después, cuando leyó que Eljuri afirmaba muy serio que «la inflación debe bajar en junio y la escasez en los próximos dos meses “será un problema resuelto”, rió con nerviosismo a carcajadas, con los ojos más salidos de sus órbitas de lo habitual, se afiló las puntas del bigote con los dedos índice y gordo y gritó histérico:

-¡Me tienen pillado! ¡Saben de qué escribo incluso antes de que lo escriba! Se acabó. no escribo una línea más. Viviré de hacer mis panes de jamón ¡Hasta hoy regalo esos panes en navidad! Si el gobierno se va a robar mis textos antes de que los publique, pues me dedicaré a vender pan de jamón todo el año y se acabó la pendejada de la humorada. Total, para lo que da hacer humor en este país y con semejante competencia desleal…

Y por allí siguió la enloquecida perorata del Nazoa que se veía rico a punta de hacer pan de jamón sin pararse a pensar de dónde diantres sacaría la harina.

Con Rayma no fue diferente la historia. Dicen que dos hechos la hicieron pensar definitivamente en cambiar de profesión. Uno fue cuando vio que una caricatura suya de biberones y leches maternas entre rejas era plagiada por las palabras de una diputada que ofrecía castigos y multa a quienes usaran esos productos y, el segundo y definitivo, fue cuando vio a la ministra de Deportes con un body painting de generala, exactamente igual al que le había pintado ella a Lina Ron, en una caricatura que guardaba bajo el colchón.  Ese día, despidió a la mujer que iba dos veces por semana a limpiar su casa y se inscribió en un curso de peluquería canina on line, porque de hambre no se iba a morir. «Prefiero pelar perros que pelar bolas -dicen que dijo-. Si encima de que nos persiguen, nos enjuician, nos acosan y multan, nos van a boicotear el trabajo antes de que se publique en El Universal, me doy por vencida y empiezo a peluquear cachorros».

Emilio Lovera, con un humor digno de ser el futuro cliente de Rayma, o sea, de perros, sacó su traje hediondo a naftalina, la peluca y la barba de cuando interpretaba a Perolito y se juró que, en adelante, se dedicaría a recoger latas y pedir limosna, luego de ver que Samán le robó, con puntos y comas, el texto completo del que sería su próximo stand up comedy, en el que hablaba de que saldría a perseguir a los buhoneros causantes de la inflación con su especulación. Show que tenía escrito junto con una jocosa charla en la que hablaba de que en las cárceles no había presos sino «privados de libertad y no existían «pranes» sino líderes negativos. El espectáculo finalizaba cuando Lovera, mirando a la tribuna, fúrico y con mirada de poseso decía:

“Pranes no hay, y el que los conozca que diga quiénes son».

Los otros que, según dicen las malas lenguas, están buscando a qué dedicarse -parece que ya metieron papeles para optar por cargos de profesores universitarios (¡así estarán sus almas!)-, son los de El Chigüire Bipolar, pero antes, entablarán una querella judicial por derechos de autor y plagio a los del Sibci y de «Ola Bolivariana», porque no hacen más que publicar con «copy y paste», en sus portales de internet, sus posts humorísticos. Demanda que todo el mundo sabe cómo terminará con el TSJ que nos gastamos en este país.

Así, poco a poco, han ido y seguirán cayendo uno a uno los humoristas y comediantes de este país. La siguiente fue Tania Sarabia que está montando un restorán en el patio de su casa para vender almuerzos hechos con las recetas de su abuela porque Jaua le chalequeó la obra de teatro que estaba por estrenar y que se llamaba «Patria o papel tualé». Ella, como es su costumbre, no se amarga y muerta de la risa echa el cuento de cómo el canciller se aprendió completico el texto de la comedia teatral.

Dicen que el gremio de humoristas del país está haciendo una petición on line para exigirle al gobierno que no se meta en su campo de trabajo, con amenazas de dedicarse ellos a gobernar si el régimen insiste en hacer humor ilegítimamente. Parte de la petición diría, más o menos, así:

«Señores del régimen, respetuosamente les decimos que no hay creatividad ni humor que pueda con ustedes. Están empeñados en serrucharnos el trabajo y resulta que  siempre terminan contando por adelantado el final del chiste.

Los humoristas nos negamos rotundamente a dedicarnos a copiar y pegar las declaraciones y noticias que ustedes emitan, por muy hilarantes que nos parezcan. Preferimos dedicarnos a la panadería y a pelar perros.

Ustedes, y se lo decimos sin acritud, están matando el humor. Se dedican a hacer comedia de manera ilegítima, como todo lo que hacen. Ilegitimidad parece ser su sino. Los chistes que ustedes hacen no causan risa a nadie porque, para hacer humor, hay que tener talento, cosa de la que carecen todos ustedes que ostentan cargos oficiales. Talento, humor y régimen son palabras opuestas, antogónicas, que no cuadran en una misma oración.

Es por eso que, mientras la gente disfruta y ríe con nuestras ocurrencias, cada vez que ustedes pretenden hacerla reír con sus humoradas, terminan todos llorando a moco tendido.

Ustedes ejercen el humor de manera ilegítima, por eso sus chistes terminan siendo una payasada. Pretenden hacer una gracia y les sale una morisqueta. Eso se debe a que a nadie le gusta que se burlen de uno. Los chistes de ustedes, terminan siendo una ofensiva burla a la lógica y a la inteligencia. Todo el mundo se da cuenta de que se están burlando del país, que se ríen «de» nosotros y no «con» nosotros, como haríamos los verdaderos humoristas.

Finalmente, si ustedes insisten en seguir demostrando día a día que, como humoristas, hacen muy mal gobierno y como gobernantes hacen pésimo humor. Nosotros nos veremos en la imperiosa necesidad de asaltar el poder y enseñarles a ustedes cómo se gobierna bien y cómo se hace buen humor».

Firmas en depósito.

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