El blog de Golcar

Este no es un reality show sobre Golcar, es un rincón para compartir ideas y eventos que me interesan y mueven. No escribo por dinero ni por fama. Escribo para dejar constancia de que he vivido. Adelante y si deseas, deja tu opinión.

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El buitre hambriento nos ronda

Buitre

Captura de pantalla de la página http://www.cuentosinfin.com/el-buitre/

Quienes me siguen en la redes sociales deben haber leído el cuento de Kakfa que aparece en la foto porque lo he subido varias veces tanto a Facebook como a Twitter y Google+.

La razón por la que reincido en la publicación del corto relato de Franz Kafka titulado «El buitre» es porque desde que lo reencontré -hace pocos días, gracias a la mención que de él me hiciera mi sobrina Valentina-, «El buitre» me ha estado carcomiendo la mente. Me impresiona ver que en pocos párrafos, en apenas 20 líneas, el autor nacido en Praga ha logrado pintar de manera tan contundente y precisa la Venezuela de los últimos 15 años.

El cuento parece una alegoría de lo vivido y sufrido por los venezolanos desde que el socialismo a la cubana decidió instalarse en estas tierras benditas de las que parece haberse olvidado Dios.

A los venezolanos, como al hombre del cuento, desde hace 15 años nos empezaron a devorar como lo hace el buitre de la historia kafkiana. El régimen actúa como el hambriento emplumado y los ciudadanos hemos respondido tal y como lo hace el hombre de la historia, nos justificamos para no hacer nada contra el buitre, nos sobran las excusas para la inacción: «porque somos débiles», «porque el buitre es muy fuerte»,»porque estamos solos», «porque lo que nos ha quitado es poco» -al hombre del cuento apenas los zapatos y los pies. Todavía tiene el resto del cuerpo-. Como aquellos a quienes les expropiaron 2 de sus 5 fincas y lo asumieron sumisamente porque le quedaron 3 y no quisieron arriesgarlas…

Como en el caso del relato, algunos venezolanos no hacemos nada porque sentimos que hasta ahora es poco lo que hemos perdido y «No vale. Yo no creo» que pasen de allí. «Venezuela no es Cuba»…

Otros esperamos que la solución nos venga de afuera, que aparezca el hombre y diga que va a buscar el fusil para atacar al buitre y nos defienda. Porque «a los gringos no les conviene, porque el petróleo, y bla bla bla…»

Con cierta impotencia y resignación, hemos tolerado que el socialismo a la cubana se vaya afianzando en suelo patrio. Lo vemos venir, lo sentimos llegar pero todavía no parecemos convencernos.

15 años han pasado y todavía muchos dicen «No vale. Yo no creo». Mientras otros celebran con la inconsciencia de quienes no se han percatado de que esa fiesta terminará en una resaca que Carianilos devorará a ellos también.

El buitre de Kafka tiene días revoloteando en mi cabeza. Leo la despedida del programa Zonalibre de Alexandra Cariani luego de 8 años al aire en horario estelar de la Emisora Cultural de Caracas y siento que el pajarraco ha asestado un certero picotazo en nuestra libertad.

¡Qué tristeza tan honda me da cuando leo noticias como esa!

Al leer a la Cariani siento que en este país se han conseguido tantas formas de irnos enmudeciendo, de irnos devorando la libertad, que una vez más recuerdo el cuento de Kafka y «El buitre» anida en mis neuronas.

Siento que la bestia nos va carcomiendo de a poco y nosotros por ignorancia, por estupidez, por cobardía, por desinterés, lo permitimos sin hacer nada. Me abruma la tristeza.

Pocas horas después, leo en Últimas Noticias que el régimen estudia una medida mediante la cual los «Extranjeros deberán pagar en dólares pasajes que compren en el país». Sí, en dólares y no en moneda nacional. El buitre enfurecido ataca de nuevo, pienso.

Leo y releo la noticia porque el titular de un solo golpe me mandó 23 años atrás cuando fui a La Habana y como turista todo lo tenía que pagar en «divisas», como decían ellos. Si quería como extranjero invitar a comer a un cubano, su comida también la debía pagar en dólares. El peso cubano era un entelequia que no servía para nada.

Vuelvo a leer y solo puedo pensar que luego será con el pago de hoteles, con el pago de servicios turísticos… En poco tiempo el bolívar fuerte valdrá lo mismo que el peso cubano. Nada.

En el cuento de Kafka, llega el momento cuando el buitre sabe que un hombre puede buscar la escopeta para enfrentarlo. Ante esa certeza, la plumífera y hambrienta bestia decide atacar con más saña e ir por todo. Picotea en el cuello con furia y la sangre que maná lo ahoga.

Solo falta saber si en nuestro caso la sangre que brote realmente ahogará al buitre o, por el contrario, lo fortalecerá como a un vampiro hasta terminar de arrasar con todo.

Un remardito tuitero

La otra cara de “El poder de un tweet”

divisas2

«Como no se le ha complicado a uno la vida en este país desde que se afincó el socialismo castro cubano en estas tierras.

«Como si no bastara con tener que pasar horas en una cola para comprar un kilo de azúcar o un litro de aceite. Cómo anoche, que después de salir del banco tuve que estar 3 horas en una cola del supermercado para comprar un kilo de leche para el tetero de los muchachos que se nos estaba por terminar y nos avisaron que había llegado.

«Como si todos los días no tuviera que lidiar con cientos de clientes inconformes que creen que a uno le pagan un sueldazo solo para resolverles los problemas a ellos, sin que se pongan en los zapatos de uno.

«Como si fuera tan fácil ser gerente de un banco en un país donde el gobierno le cambia a uno las reglas y leyes sin previo aviso y sin consultar.

«Como si uno no tuviera que vivir con el corazón en la boca, asustado, esperando cuando será el turno de pasar a formar parte de las estadísticas de inseguridad y de robos a bancos.

«Como si todo eso no fuera suficiente. Ahora también tenemos que aguantarnos reclamos y regaños de los jefes porque a alguien se le ocurrió la genial idea de inventar el Twitter y a alguien más ingenioso aún del banco, se le ocurrió abrir una cuenta allí y monitorear todo lo que los remarditos tuiteros postean.

«Uno llega contento a trabajar, a pesar del día infernal anterior cuando tuvo cierre de mes. Se pone su buen traje y corbata comprados a plazos porque tampoco es que el sueldo da para mucho. Empieza a organizar todo dentro de la agencia para el inicio de la jornada. De modo que todo fluya lo mejor posible.

«Uno llega y da instrucciones a los empleados de que le digan a la gente que no tenemos dólares en efectivo para liquidar a los viajeros porque la existencia de divisas en la agencia es escasa y, como no sabemos cuando el BCV nos enviará más, pues las racionamos para entregarle solo a los clientes VIP. No vaya a ser que llegue un cliente importante a buscar su efectivo, y no tengamos cómo darle sus dólares.

«Cuando está todo a punto. Ya casi listos para abrir la agencia al público, suena el pitico que indica que tengo un mensaje interno de Caracas:

«Rigoberto, ¿cómo es eso de que en tu agencia le están diciendo a los clientes que no tienen dólares para liquidar efectivo de Cadivi si aquí tengo yo la relación de que tu agencia tiene 1350 dólares disponibles?

Ya por Twitter hay usuarios quejándose por eso. Mira el tweet que pasaron:

@Golcar1 (Golcar Rojas) “En el Banco X del Centro Comercial X no hay dólares así que no pierdan tiempo. Busquen en otra agencia”.

Tú sabes que nos podemos meter en un problema serio con eso ¿no?»

«¡Coño de la madre! No puede ser que desde antes de abrir ya tenga que empezar a resolver peos por los remarditos tuiteros que no pueden quedarse quietos.

Ya me echaron a perder el día. ¡Coño, pero si uno lo que busca es tener contentos a los clientes! Más nada. Ahora me van a hacer entregar todo el efectivo a los que están aquí y si viene alguien VIP no lo voy a poder atender cómo se debe».

–Muchachos, vamos a abrir pero si descubrimos quien fue el remardito tuitero que dijo que no tenemos dólares, vamos a hacer lo imposible porque no pueda retirar sus dólares o complicarle al máximo lo que venga a hacer. Se llama Golcar Rojas, el
malparío .

«¿Qué sabe él cómo organizo yo mi día para poder hacer mi trabajo?»

–Quienes vienen a introducir carpetas o abrir cuentas, hacen una fila aquí, a la derecha, contra la pared. Quienes vienen a liquidar efectivo, una fila aquí, a la izquierda. ¿Quién puso el tweet?

«No puede ser que no esté aquí el remardito que puso el tweet. ¿Se habrá ido por lo que le dijeron que no había dólares?»

–Tú, ¿cuántos vas a retirar?

–Doscientos.

–¿Tú pusiste el tweet diciendo que no había efectivo?

–¡No, yo no!

–Yo mandé el tweet ¿por qué?

«¿Este remardito que ni siquiera viene a buscar dólares fue el que mandó el tweet por el que me armaron el peo? Y encima me dice que no quería joder a nadie, que era para informar a la gente para que no se echaran el viaje hasta aquí. Pues me jodiste a mí, malparido».

–No tienen porqué inventar que no tenemos efectivo. Ya nos llamaron la atención por eso. Tenemos pocos dólares, pero algo hay. Para alguna poca gente hay…

«¡Encima, me dice que le dijeron que si hablaban conmigo podía ser que aparecieran los dólares! ¿Quién sería el desgraciado que les dijo eso?»

–No señora. Para sus 500 no nos alcanza el efectivo disponible, pero usted no viaja todavía, puede volver otro día.

«Sí, pendeja, yo se que has venido varias veces y no te hemos liquidado, porque las pocas divisas que tenía las estaba reservando para clientes VIP, pero este remardito con el Twitter me jodió. ¿Qué puedo hacer yo si ya se me están acabando los dólares y el maldito gobierno no me manda más? ¡Ni que yo cagara dólares!»

–Bueno, vamos a ver en qué agencia le conseguimos los dólares, señora, para que vaya a liquidarlos allí. Para ustedes tres si tenemos divisas. Lo que les dije, hay pocos dólares, pero algo hay. No como le dijeron a él, que no había.

«¡Qué día, Dios mío! Apenas está empezando y ya quiero que se termine. En mala hora a los jefes se les ocurrió poner a un pendejo a leer todo el día el Twitter para amargarnos la existencia. De arriba me mandan ahora a que entregue los pocos dólares que me quedan, pero si viene Perico de los Palotes, que tiene dos cuentas milmillonarias a retirar la remesa estudiantil de sus hijos y se molesta porque no tengo divisas y amenaza con cerrar sus cuentas, entonces también me caerán encima.

«Pues nada. Entregaré lo que queda y que sea lo que Dios quiera…»

El poder de un tweet

Divisas

Esta página la he abierto y la he vuelto a cerrar en blanco un montón de veces. Tengo días dándole la vuelta a la manera de entrompar la historia que voy a narrar. Una especie de duda deontológica me asalta cada vez que empiezo a escribirla y termino borrando todo y dejando la hoja en blanco.

El dilema que me asalta es si debo dar los detalles del banco, de la agencia y del gerente bancario con nombres y apellidos o si, por el contrario, debo contar los hechos sin especificar lugares o personajes.

Un mensaje que me envía una sobrina, despeja mis dudas. Luzmary se queja con ira de que un empleado del banco le rechazó su solicitud de Tarjeta de Crédito porque la nota al pie de página no estaba al margen izquierdo, sino más bien un poco centrada. Ese simple detalle hizo que mi sobrina tuviera que hacer un nuevo viaje al banco para meter su solicitud.

Al conocer la experiencia de Luzmary, me decanté por contar los hechos sin especificar de qué entidad bancaria estoy hablando, cuál agencia o el nombre del gerente, porque son detalles que pierden sentido en un país donde sucede lo mismo con absolutamente TODAS las entidades bancarias, cuyos empleados parecen ser entrenados para decir “NO” y “No se puede” antes que para prestarle un buen servicio al cliente y tratar de resolverles los posibles problemas que pueda presentar.

Así que voy a contar lo sucedido con la esperanza de que los representantes de todos los bancos del país se den por aludidos. Que piensen que estoy hablando de su entidad bancaria y tomen las medidas necesarias para superar situaciones como las que narraré y entrenen a su personal en una efectiva y eficiente atención al cliente.

Eran poco más de las 10 de la mañana de un martes cuando llegue al centro comercial para introducir ante mi operador bancario la carpeta de Cadivi con la solicitud de autorización de compras con tarjeta de créditos para viajes al exterior. Al llegar, frente a la oficina bancaria, se formaban varias hileras de personas pues el horario de apertura de la agencia es a las 11 de la mañana.

Pregunté al vigilante en qué fila me debía ubicar para hacer los trámites de Cadivi y amablemente me señaló el lugar. Pocos segundos después, se me acercó para decirme, con la misma amabilidad:

–Si viene a retirar los dólares en efectivo, no hay.

–Gracias, no vengo a eso, vengo a meter la carpeta.

Inmediatamente saqué mi Blackberry y escribí un tweet:

“En el Banco X del Centro Comercial X no hay dólares así que no pierdan tiempo. Busquen en otra agencia”.

Y continué haciendo mi cola, leyendo el Twitter y conversando con quienes estaban junto a mí, esperando que abrieran la agencia para hacer sus trámites.

Mientras hablaba, me quejaba por la red social con un par de tweets de lo injusto que me parecía que quienes trabajan en el centro comercial tengan preferencia a la hora de ser atendidos por el banco, como si el tiempo de quienes trabajamos en otros lugares no valiera y o no tuviéramos los mismos derechos.

Estando en esas, pasó una chica. No logré distinguir de quién se trataba, solo atiné a escuchar que decía, antes de entrar a la agencia:

–Si vienen a liquidar efectivo de viajeros, les informo que no hay dólares…

Y, como quien no quiere la cosa, dejó caer al descuido, antes de seguir su camino:

–…pero si hablan con el gerente…

Todos los presentes entendimos qué quiso decir la chica con ese “…pero si hablan con el gerente…”. Quiso decir que si le jalan bolas al gerente, que si son amigos del gerente o conocen a alguien que conoce al gerente, es posible que aparezcan por arte de magia algunos dólares para quien vaya a “liquidar efectivo”, que en jerga bancaria quiere decir retirar los dólares en efectivo autorizados por Cadivi para viajeros.

Abrieron la agencia. Pasaron primero los trabajadores del centro comercial y luego pasamos nosotros. Al entrar, en el pasillo, se encontraba un hombre calvo con lentes adaptados, vestido con traje y corbata, con pinta de gerente bancario, pero tono de voz y actitud de efectivo policial. Mal encarado y con actitud hostil, decía:

–Quienes vienen a introducir carpetas o abrir cuentas, hacen una fila aquí, a la derecha, contra la pared. Quienes vienen a liquidar efectivo, una fila aquí, a la izquierda. ¿Quién puso el tweet?

Así fue repitiendo la orden en varias oportunidades y recorriendo las filas. Cuando estaba junto a mí, señaló a un joven que estaba en la cola para “liquidar efectivo” y le dijo:

–Tú, ¿Cuánto vas a retirar?

–Doscientos –dijo el muchacho un poco intimidado por el tono del hombre.

–¿Tú pusiste el tweet diciendo que no había efectivo?

Fue entonces cuando caí en cuenta de que se refería al tweet que yo había enviado hacía unos cuarenta minutos.

En su mismo tono, le dije:

–Yo puse el tweet ¿por qué?

­–Porque no es cierto que no tenemos dólares. Claro que sí tenemos.

–Cuando yo llegué, nos dijeron que no había efectivo y, como un servicio público, para que la gente no se echara el viaje hasta aquí que no es fácil llegar, lo informé por Twitter.

–Pues no será tan difícil llegar cuando hay tanta gente aquí. No tienen por qué inventar que no tenemos efectivo. Ya nos llamaron la atención por eso. Tenemos pocos dólares, pero algo hay. Para alguna poca gente hay…

–Yo no quería causar problemas. Si hubiera querido hacerlo habría puesto el mensaje completo…

Le conté lo que dijo la chica de que hablando con él tal vez conseguirían los dólares. Abrió los ojos más de lo normal y preguntó alarmado:

–¡¿Quién dijo eso?!

–No me ponga a mí de sapo. No le diré quién lo dijo, pero lo dijeron. Sin embargo, eso no lo tuiteé porque mi intención no era joder a nadie sino informarle a la gente para que no perdieran su tiempo.

Una señora a mi lado le dijo que era verdad todo lo que yo le estaba diciendo que ella había escuchado cuando la chica decía “…pero si hablan con el gerente…”. El hombre se hizo el desentendido. Siguió consultando a la gente en la fila para “liquidar efectivo” cuánto iban a retirar y, al llegar a la cuarta persona, le dijo:

–Para tus 500 no alcanza. Pero tú no viajas todavía, puedes venir después.

–¡Pero esta es la tercera vez que vengo y me dicen que no hay! –Dijo molesta la señora. Inmediatamente, tercié:

–Pues que él llame a las otras agencias y le ubique una donde tengan el efectivo hoy y se lo entreguen. No necesariamente tiene que ser por aquí, y si ya ha venido tres veces, que le resuelvan hoy.

El gerente bajó un poco el tono de policía malo y le dijo:

–Si quiere venga conmigo y llamamos a ver en qué agencia le pueden liquidar sus dólares hoy.

Llegó mi turno de ser atendido por el promotor. Saludé sin que me respondiera el saludo. Me senté. Entregué mi carpeta. Sin que me los solicitará, saqué los originales del pasaje, de la cédula de identidad y del pasaporte y se los puse sobre el escritorio al joven que, con desconfianza de joyero que analiza un diamante posiblemente falso, se dedicó a escudriñar puntos y comas de mis documentos para pescar alguna pifia. Afortunadamente, todo estaba en orden. Con pocas ganas y mucha mala leche, el empleado estampó los sellos en las hojas ya firmadas por mí. Las firmó él a su vez y me tendió mi comprobante de “recibido”. Di los buenos días y, sin que se dignara en ningún momento a mirarme a los ojos, me despedí.

Por supuesto, a todos nos quedó una duda: ¿Qué habría pasado ese día si quienes monitorean la cuenta de Twitter de ese banco, no hubieran elevado el reclamo al gerente, al leer el tweet?

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