El blog de Golcar

Este no es un reality show sobre Golcar, es un rincón para compartir ideas y eventos que me interesan y mueven. No escribo por dinero ni por fama. Escribo para dejar constancia de que he vivido. Adelante y si deseas, deja tu opinión.

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Contra un régimen pestilente, Glade Unidad

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“Yo no pienso firmar ni una sola solicitud, proclama, exigencia o lo que sea que saque la oposición si no viene encabezada por la MUD, Capriles, Leopoldo, Ledezma, María Corina y toda la oposición. Todos juntos en una misma acción o no hay firma.”

Así actualicé mi estatus de facebook. Esperaba que salieran unos cuantos a recordarme a mi madre. Que saltaran ofendidos a decirme que así no se puede, que con gente como yo no saldremos nunca de esto, que dónde queda entonces el derecho a disentir…

Para mi sorpresa, el post no sólo tuvo unos cuantos “likes” sino que, incluso, los comentarios fueron en su mayoría a favor y algunos hasta manifestaban lamentar no haber pensado en eso antes de estampar su firma en la última solicitud planteada. Unos cuantos hasta lo compartieron.

Creo que a estas alturas ya está más que evidenciado que la masa opositora. Lo que damos en llamar el “pueblo” que no está con el régimen –y que aumenta en cantidad cada día, el rechazo ronda el 80 por ciento, gracias a las nefastas no-políticas del gobierno-, desde siempre ha demostrado que está unido en su lucha y dispuesto a seguir la iniciativa que nos conduzca a un cambio. Lo ha demostrado cuando ha salido en multitudinarias marchas en todas las ciudades del país, cuando ha asistido a concentraciones, a bailoterapias. Cuando lo han llamado a cacerolear y se ha quedado sin una sola olla en su casa sin abolladuras. Siempre ha respondido en masa al llamado de los líderes. Sea del lado de la oposición que sea que se convoque.

Salvo algún radical de teclado que es más la bulla que hace en las redes que el bulto que hace en la calle. Y uno que otro ‘exiliado’ que en mayúsculas pone en sus redes: “HASTA CUANDOOOO!!!! ES QUE NO SE CANSAN, NO TIENEN DIGNIDAD??? SALGAN A LA CALLE HASTA QUE EL TIRANO CAIGA!!!” mientras en su interior susurra “Que yo quiero volver”. La inmensa mayoría del pueblo opositor quiere una salida pacífica y electoral. Necesitamos una transición. Pero eso pasa primero por estar unidos. Desde la dirigencia hasta el vecindario.

La unión que la masa ha demostrado en incontables ocasiones, ha encontrado poco o muy débil eco en la dirigencia. Ya está bueno.  Que la próxima propuesta que se haga, en el encabezado diga:

“La MUD, Leopoldo López, Antonio Ledezma, María Corina Machado, Henrique Capriles Radonski… unidos al pueblo de Venezuela, solicitan, exigen, proponen, gritan, maúllan, esto, esto y aquello”.

Que se reúna la dirigencia en un cuarto. Que se jalen las greñas. Que se puyen los ojos. Que se pongan tachuelas en las sillas. Que se metan el pie cuando el otro pase. Pero que salgan de ese cuarto con una propuesta unitaria al país. Que metan en una bolsa los nombres y sorteen el lugar en que aparecerá la firma de cada uno en el encabezado. Que nos pidan la firma, la marcha, la acción, todos juntos. Si están todos, estoy yo. De lo contrario, les agradezco a mis amigos de las redes que no me manden links con petitions on line ni nada que se le parezca para que firme.

Que si a Leopoldo no le gusta que Capriles tiene pecueca, que le regale un Borocanfor porque Mexana no hay.

Que a María Corina le molestan los peos de caraotas refritas de Chúo Torrealba, que le mande un digestivo.

Que a Ledezma lo asfixia el violín de Leopoldo,  que le regale un desodorante. Están difíciles de conseguir pero cualquier cosa se lo envío por correo expreso.

Que a Capriles se le tapa la nariz con el olor a naftalina y humedad de Ledezma, que le regale un deshumidificador.

Que a Chúo no le gusta que María Corina…

No, María Corina es una señora y no debe tener ningún mal olor. Debe oler a rosas. Pero bueno, si Chúo siente un tufillo en María Corina a agua vieja del florero, pues que le cambie el agua y prenda un incienso.

Pero que de ese cuarto salgan con una propuesta al país. Una propuesta de todos para todos. Que si nos equivocamos nos equivoquemos todos. Sin un “Yo te lo dije”, sin un “Yo te lo advertí” después.

¿Pifiamos? Pifiamos todos.

Nos tapamos la nariz y nos volvemos a reunir y lo volvemos a intentar.

¿La propuesta tiene éxito? Gana Venezuela.

A cada uno de nosotros nos puede generar desconfianza alguno de los líderes de oposición, podemos percibir en uno o en otro algún tufillo molesto.

Pero, ningún olor que expidan esos líderes y que incomode a su vecino o a nosotros es más pestilente que la corrupción del régimen. Ninguna fetidez es más penetrante que la de los cuerpos podridos y con balas en la cabeza que se glade4han encontrado. Ningún hedor puede ser más atormentante que el de la sangre fresca sobre el pavimento o los sesos en una acera.

La pudrición de este régimen es tal, que ya sólo cuentan con las ratas y lo que se les acerca a última hora son solo zamuros atraídos por la pestilencia mortecina de la carroña.

Si quieren nuestra firma en una propuesta para sacar a los enchufados. Que se reúnan, negocien, conversen y salgan con una propuesta unitaria. Contra la peste fétida del régimen, Glade Unidad. Ningún otro adminículo podrá ser efectivo. La única manera de extraer la fetidez de este régimen. La unión hace la fuerza es más que una frase manoseada. Que lo digan los chilenos. Desconectemos del toma corriente a los enchufados, conectando el Glade Unidad, el mosquetero “Todos para uno y uno para todos”.

De lo contrario, si no veo la firma de todos en el tope, no se molesten ni pierdan su tiempo mandándome “Petitions on line”. No me interesa.

Vivir en un paréntesis

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Hace 16 años en Venezuela se abrió un paréntesis. Muchos apoyaron, muchos celebraron, muchos se pusieron a la orden del nuevo gobierno para colaborar en la recuperación del país y la profundización de la democracia. Tendremos una democracia participativa y no solo representativa como hasta ahora. Otros estábamos recelosos, desconfiábamos de un gobierno en manos de militares golpistas. Unos y otros, en todo caso, creímos que se trataría de un paréntesis de cinco años. Ese paréntesis duraría lo que duraba un período presidencial, a lo sumo.

Pasó el tiempo. Vino la constituyente.  Empezaron los desencuentros y las desilusiones. El régimen empezaba a mostrar el tramojo pero aún había fiesta de triunfo en muchos sectores. La esperanza del cambio no se desvanecía. El paréntesis seguía abierto.

Se empezaron a crear argucias legales para afianzar el régimen en el poder. A vuelo de pájaro creo recordar que una decisión del Tribunal Supremo de Justicia determinó que el período presidencial no debía teminar cuando le correspondía

No obstante,  muchos insistían en que ya estaba por cerrarse ese paréntesis.  Al régimen le queda poco. Está  «débil, asustado y acorralado» por eso actúa como actúa. De allí tanto desafuero. La procrastinación nos invadía.

Llegó el 2002, un paro general de actividades pondría cierre al paréntesis. El país no aguanta más. Llegaba el fin de unos funestos años. Ningún gobierno podría sostenerse con cientos de miles de personas en la calle y toda la actividad productiva, incluyendo la principal fuente de divisas, la industria petrolera, exigiendo su salida. El paréntesis estaba por cerrarse. Es sólo cuestión de aguantar un poco.

Llegó el golpe de Estado. La confusión. La supuesta renuncia. La entronización de Carmona Estanga. La supresión de todos los poderes. La persecución de algunos. La huída de otros. La muerte de muchos. Cerrar el paréntesis traía consecuencias.

De pronto. Unas negociaciones. Unos hechos que aún no quedan claros. La carta de renuncia no era tal. «La cual aceptó»  ya no fue más.  El retorno fantasmagórico a media noche del tirano depuesto. El paréntesis seguía abierto.

20 mil trabajadores de la petrolera quedaron sin trabajo de un pitazo, literalmente. Hasta de sus viviendas los sacaron. Los persiguieron para que no encontraran trabajo en otros sitios. Muchos se fueron del pais. Otros lograron montar negocios. Algunos empezaron a hacer comida para vender. No había por qué asustarse. El paréntesis algún día se cerraría y regresarían todos a sus puestos de trabajo para reconstruir la industria que estaba en el suelo. Serán recibidos como héroes y su sacrificio recompensado, cuando el paréntesis se cierre. La industria y el país no aguantarían muchos años en esas manos inexpertas.

Vino el cierre de RCTV que para muchos sería la guinda.  Si se atrevían a ir contra el más viejo y popular canal d televisión, el paréntesis se cerraría definitivamente. Lo cerraron. «Un amigo es para siempre». Miles de personas quedaron sin trabajo pero tranquilos, eso sería por poco tiempo. RCTV más temprano que tarde regresará . El paréntesis estaba próximo a cerrarse.

Tuvimos elecciones de diputados en 2005. La línea de la oposición fue abstenerse de participar. Eso es una pantomima. No vamos a convalidar al régimen en una Asamblea Nacional. Si no hay representantes de la mitad del país opositora en esa Asamblea todas sus acciones serán ilegítimas e ilegales y el mundo la desconocerá… El paréntesis tendría que cerrarse forzosamente ante un régimen ilegítimo donde la oposición no tendría  voz ni representación.

Venevision y Televen empezaron a bailar al son que sonaba en Miraflores. De un plumazo cerraron más de 30 emisoras de radio. Pero no había de qué preocuparse. Eso no sería para siempre.  Lo que vivía el país no era más que un paréntesis.

Cerraron miles de empresas e industrias. El país se deterioraba a toda prisa. Cada vez se producía menos. No había inversión en infraestructuras. Venezuela se sumía en la oscuridad por falta de inversión en el sector de la electricidad. La población crecía, se triplicaba y la infraestructura de Venezuela no le seguía el ritmo. No se invertía, no se crecía en servicios al ritmo que lo exigía el crecimiento poblacional. El parque automotor se triplicó y las vías seguían siendo las mismas y sin mantenimiento. El colapso se hacía inminente. La delincuencia, el narcotráfico, la corrupción, la entrega de las FAN, de ministerios, de la nación a manos cubanas era intolerable. La palabra «pran» se hizo familiar y el secuestro y el sicariato cotidianos en cualquier ciudad. La inflación no tiene límite ni control. El país se rebelaría  en cualquier momento para cerrar este oprobioso paréntesis de nuestra historia. No se podía humillar tanto al «bravo pueblo».

Cada nueva elección se nos decía que ahora sí llegaba el fin. El paréntesis a puntico de cerrarse. Metieron presos a muchos por órdenes dadas en cadenas de radio y televisión. Murió Franklin Brito reclamando justicia. Todo signos de que el régimen estaba por caer.

Sin apenas darnos cuenta y sin reaccionar nos vimos haciendo cola. Tres, cuatro horas de cola para comprar alimentos básicos cuando hay y racionados. Largas colas para la gasolina, para el gas. El numero de.cédula paso a ser el control del racionamiento. Los anaqueles de los supermercados se vaciaron. No hay. No hay. No hay.  NO HAY. Ni azúcar, ni aceite, ni harina de maíz, ni harina de trigo, ni jabón de baño, ni detergente para lavar ropa, ni afeitadoras, ni pañales, ni papel tualé, ni medicinas, ni insumos médicos en hospitales, ni cauchos para vehículos, ni baterías… En cualquier porche de vivienda una ponen una mesa con los productos inexistentes en loa supermercados a cuatro veces su precio sin que haya autoridad que lo evite y sancione. En muchos sitios el mercado negro es controlado y cuidado por policías y militares.

El exilio se volvió sino y signo de la venezolanidad actual. Las familias se desmembraron. Las despedidas de ojos salobres nos marcan a diario. Ayer un hijo, hoy un hermano, mañana un amigo. Venezuela pasó de ser hogar de acogida de inmigrantes a regalarle sus hijos al mundo. Se cuentan por miles los venezolanos que se han ido procurando el futuro, el bienestar y la tranquilidad que les niega hoy su país natal. Se van con la expectativa de un posible futuro retorno, cuando el paréntesis se cierre…

Ese paréntesis abierto se hace eterno e invivible, pero se sobrevive en la esperanza de que un día habrá de cerrarse.  Esto no lo aguanta nadie. Esto es insoportable. Sigue la procrastinación.

Y llegó el cáncer. La enfermedad nos salvaría. La parca se encargaría de hacer lo que los venezolanos no pudimos o no quisimos. La muerte nos cerraría el paréntesis.

Murió.

Cual monarca, dejó un sucesor. Al que menos esperábamos. Al menos preparado. Por quien nadie daba medio. Quién definitivamente cerraría el paréntesis porque ni hablar sabe. Imposible que con semejante currículum y falta de preparación el país vote por él. Las elecciones pondrían fin al paréntesis y punto final al desastre.

El sucesor ganó las elecciones. No durará 6 meses. Imposible que semejante personaje gobierne al pueblo «que el yugo lanzó». No creo que a este le aguanten lo que le aguantaron al difunto. Pasaron los meses. Llegaron las guarimbas. Llegó el diálogo.  Llegó #lasalida. Pasó un año.

Ya no quedan medios de comunicación independientes más allá de El Nacional y uno que otro programa de radio. Globovisión, Últimas Noticias y El Universal más tardaron en decir que no cambiarían su línea editorial que en incumplir su palabra. La censura es el pan de cada día. Los diarios han reducido sus páginas gracias a la falta de papel y divisas para importarlo. Otros han cerrado.

El régimen está débil. Está acorralado. Se siente débil y por eso hace lo que hace. Están raspando la olla porque se saben fuera. El país no aguanta más. La procrastinación se perpetúa. El paréntesis sigue abierto…

Golcar Rojas

Venezuela en un cuadro

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La depresión no pasa. Crece y se prolonga como crecen y se prolongan las colas y los comercios asediados, acosados por un régimen empeñado en acabar con toda iniciativa productiva.

Uno trata de evadirse pero la realidad lo persigue. Se conecta a las redes para desconectarse, sale a pasear, trata de no pensar en esta absurda y cruel realidad que nos ha tocado vivir pero no hay manera. Cuando juegas con fotos para no pensar y subes una de amor y amistad al Facebook, la realidad se te cuela en un link a un triste video de un comerciante árabe que llora mientras es detenido tratando de explicar que no puede vender su mercancía calculando el dólar a 6,30 porque la compró con dólar a 60,00 y, muy probablemente, tendrá que reponerla con dólar a 68,00, si es que decide continuar con su negocio.

El paseo se convierte en una tortura, las colas se dispersan por todas partes. La gente parece agua que se desborda. A las ya acostumbradas hileras de gente frente a supermercados para tratar de pescar un kilo de leche o un litro de aceite, se le suman la nuevas, las desatadas al grito de “¡Que no quede nada en los anaqueles!”. Frente a las tiendas de electrodomésticos, frente a Traki, a Zara, a Epa… el río de gente en frenética onda consumista se reúne para aprovechar la rebatiña. Uno no deja de sorprenderse ante semejante furor consumista propiciado por un régimen que se autocalifica como comunista.

La locura consumista desatada por el desafortunado llamado de Nicolás Maduro es tal, que la gente ni siquiera se percata de que, en muchos casos, están haciendo colas de hasta cinco horas para comprar al mismo precio que estaba la mercancía antes del desatino de Nicolás. Otros, después de horas en la hilera entran con 10 mil bolívares a pretender comprar un aire que está en 18 mil. Dan una vuelta y salen con las manos vacías y la decepción y el cansancio en el rostro.

“¡Que no quede nada en los anaqueles!” resultó ser la mejor promoción, el mejor slogan, que le pudieron haber hecho a muchos comerciantes. Sus anaqueles quedaron vacíos sin bajarle ni un bolívar a sus productos.

Junto a los engañados y los ilusos, se apuestan a las puertas de los establecimientos los aprovechadores de siempre. Esos que ven en este festín la gran oportunidad de hacerse con arte popular7mercancía a precios de gallina flaca para luego aprovechar de revenderla a precios de oro cuando la escasez que se avizora haga su entrada triunfal y el mercado negro en ciernes se termine de configurar. Otros, compran para llevar esa mercancía a Colombia y obtener millonarias ganancias con poco esfuerzo. Solo unas horas de cola y una buena mordida a los Guardias de la frontera. Muy poco esfuerzo para tan jugoso negocio.

Definitivamente, la evasión no es posible. Por donde uno meta la cabeza, la realidad lo cachetea con fuerza. Una imagen de una torta de chocolate y fresas en Facebook, colgada para endulzar el triste día, termina siendo un rosario de lamentaciones sobre política.

La vecina me cuenta que a muchas de las empresas que hoy obligan a vender a precios rebajados, según lo contó alguien cercano al régimen, efectivamente recibieron divisas a precios preferenciales. Nada nuevo en realidad. Todos sabemos como muchos empresarios terminaron adquiriendo dólares preferenciales a través de empresas de maletín, en contubernio con gente del régimen que se llevaba su buena tajada por adjudicar esos dólares. Ninguno de esos dueños de empresas son los que están detenidos en este momento. Solo los gerentes y encargados de las tiendas parecen tener que responder con la privativa de libertad. Todo hecho arbitrariamente, obviando la presunción de inocencia y el debido proceso. ¿Acaso esos gerentes y encargados de tiendas fueron los que se enriquecieron con las divisas preferenciales?

Llego a mi casa, aturdido luego de una semana agobiante de depresión y angustia y solo da vueltas en mi cabeza la imagen de un cuadro de Nabor Terán que vi en el Centro de Arte de Maracaibo, Lía arte popular5Bermúdez.

Fue el 24 de octubre, día de fiesta y asueto regional. En las salas altas del CAM, se exhibían las piezas de la colección del Museo de Arte Popular Salvador Valero de Trujillo. Una interesante colección con lo más representativo de la imaginería popular venezolana. Una delicia de exhibición en la que la imagen de “La revolución por la torta en Venezuela”, de Terán, una pieza ensamblaje en relieve de 2002, se quedó fijada en mi mente como una alegoría de la Venezuela actual y que en estos días de delirio consumista “revolucionario”, me asalta a cada instante.

Vi la obra de Terán, justo después de un desagradable recorrido por la nave central del Centro de Arte donde se desarrollaba la Fería del Libro, un evento que repugnaba por la palurda propaganda del régimen que abundaba por todas partes con afiches de Nicolás y del difunto dispuestos en los paneles de los stands. Una vergonzosa muestra de la viveza de quienes detentan el poder.

El cuadro de Terán, en ese contexto, resultaba aún más elocuente de lo que de por sí es: En la parte inferior central, se ubica un pastel. A sus lados, una hilera de roedores negros con boinas rojas y manchas blancas, a la izquierda. Otra hilera, de ratas blancas con banderines, a la derecha. Ambos grupos se ven dispuestos a atacar a dentelladas, sin compasión, el pastel en medio de la calle. En la esquina superior izquierda, un hombre solitario -¿tú? ¿Yo? ¿Bolívar?- de espaldas a un ave se pregunta: “Dónde están presos los corruptos”.

Del lado de las ratas negras con boinas rojas, un texto reza: “Quién pudiera comer uvas y no clavos… Tenemos manchas blancas porque el cáncer se pega…”.

Leo  la inscripción y corro una vez más a ver la fecha de la realización del cuadro: “2002”, diez arte popular6años antes de que nos enterásemos que Chávez, el padre de todo este desastre, moriría de la fatal enfermedad. ¿Una premonición?

Entre el pastel y las ratas blancas con banderines, otra inscripción reza: “¿Ustedes quieren la patria o la torta? ¡La torta! ¿Por qué? por ella somos millonarios a costas de mentiras nosotras vivimos felices. Cuando se muere un tonto, nace un penal… ¡Sigan botando!”.

Es arte popular. Es arte ¿ingenuo? Es un cuadro desgarrador que nos retrata tan literalmente que no puedo dejar de pensar en él con la piel erizada cuando veo lo que nos pasa y avizoro lo que nos vendrá.

Venezuela entre los síndromes de Munchausen y de Estocolmo

El régimen le ha venido progresivamente inoculando al país el virus letal de un socialismo trasnochado, que ellos llaman del Siglo XXI, hasta producirle la grave patología que presenta en la actualidad. (Ilustración tomada de Twitter Venezuela)

Cuando escuché que Nicolás Maduro y su combo en cadena nacional hablaban de que todo lo que están haciendo con los comercios del país es «Para defender al pueblo. Para proteger el dinero de los pobres. Para defender a la población de la burguesía usurera y apátrida que ha vendido la patria con su avaricia desmedida. Esos pelucones que ponen los precios basándose en ese dolar fantasma y ficticio que manejan los gusanos desde Miami… bla bla bla…» Palabras más palabras menos, recordé este texto que escribí en el 2010 cuando el difunto aún estaba vivo y ya tenía una larga y fructífera acción encaminada a destruir el aparato productivo y caotizar la economía del país.

Una vez más, el Síndrome Munchausen vino a mi mente, esa extraña distorsión de la psique de algunas madres que hace que enfermen a sus hijos para luego acudir presurosas a «salvarlos» de la enfermedad. Es justo lo que el régimen lleva 15 años haciendo con la economía del país. Propició con su ineptitud y corrupción un estado tal de caos que hizo que el mercado sufriera de las peores perversiones económicas como la especulación, la usura, el afán por el enriquecimiento súbito… Todo un conjunto de cuestiones que han sido propiciadas por el caos actual al que llevaron al país.

Lo que vivimos hoy en Venezuela, no es más que el resultado de las mal intencionadamente erróneas políticas económicas y de la falta, a su vez, de verdaderas políticas económicas. El exceso de controles ha propiciado todo este caos y descontrol. Caos y descontrol del que todos sabemos han sabido sacar provecho políticamente los adalides del régimen y también ha favorecido el enriquecimiento en pocos años de quienes tienen acceso a  los dólares controlados. Esos que han podido obtener hoy un dolar a 6,30, que al día siguiente lo venden a 60 bolívares para comprarse 9 dolares que se convertirán al día siguiente en  540 bolívares con los que comprarán 90 dolares a 6,30 y venderlos nuevamente a 60 cada uno… Siga usted la secuencia y llegará al momento en que en poco tiempo amasaron ingentes fortunas, poniendo la mitad en dólares en paraísos fiscales mientras con la otra mitad continuaban especulando con la divisa.

De allí vino todo el desastre de hoy y esos, quienes tienen las riendas del control de cambio, lo sabían, lo propiciaron, lo aprovecharon y lo permitieron. Se enriquecieron mientras quebraban el país y ahora salen como buenas madres «a proteger al pueblo», a ese pueblo que timaron.

A mucha gente la han convencido de que la están protegiendo. Al punto de que muchos que se creen opositores aplauden lo que han hecho contra los comerciantes violando todos sus derechos y el principio de presunción de inocencia que debería prevalecer. La gente ha salido a la calle a comprar electrodomésticos y ropas Zara sin percatarse que lo que se están comprando es un boleto sin retorno a ese mar de la «suprema felicidad» que es Cuba. Seguramente, el 8 de diciembre muchos acudirán con su franela Zara rojita a votar por ese régimen que «lo protege» sin darse cuenta del país que están adquiriendo al pagar esa franela a precios «baratos».

Les dejo, una vez más, por su vigencia, ese texto de 2010.

Venezuela entre Munchausen y Estocolmo

Hace algunos años, me comentaba una amiga que una mujer cercana a alias “Esteban”, le había dicho que el hombre, cuando aún le quedaba un ápice de conciencia y cordura, sufría muchísimo por lo que consideraba era como una maldición que lo perseguía. Decía esta mujer que llegaba hasta a llorar al preguntarse por qué siempre le hacía daño a quienes tenía cerca, por qué hacía sufrir y dañaba a quienes quería y lo querían.

Esta confesión, sea cierta o falsa, nunca la he olvidado y al ver la situación a la que ha llevado alias “Esteban» al país en la actualidad y a riesgo de parecer simplista y que este escrito está basado en un manual de sicología en 25 mil palabras -como esos que aparentemente se han  “medio leído” las eminencias del régimen sobre el socialismo y el marxismo-, me voy a permitir hacer una extrapolación hacia la situación de Venezuela, del trastorno psicológico que sufren algunas madres denominado «síndrome de Munchausen” y que consiste en que las madres perturbadas mentalmente inducen en sus hijos síntomas de enfermedades que pueden ser reales o aparentes.

Es decir, la mamá –perturbada- enferma o hace que su hijo se enferme o parezca enfermo. “La madre puede simular síntomas de enfermedad en su hijo añadiendo sangre a su orina o heces, dejando de alimentarlo, falsificando fiebres, administrándole secretamente fármacos que le produzcan vómito o diarrea o empleando otros trucos como infectar las vías intravenosas (a través de una vena) para que el niño aparente o en realidad resulte enfermo”.

Así, indudablemente, ha venido actuando el régimen venezolano desde hace casi doce años ya. Ha sido más de una década en la que el chavismo se ha empeñado en enfermar al país hasta llevarlo al borde del colapso en que nos encontramos. El régimen le ha venido progresivamente inoculando al país el virus letal de un socialismo trasnochado, que ellos llaman del Siglo XXI, hasta producirle la grave patología que presenta en la actualidad, ha procedido de la misma manera como lo hace la desequilibrada madre víctima del síndrome de Munchausen que le inyecta fármacos al niño para que se le manifiesten los síntomas de la enfermedad.

Como la madre perturbada, el gobierno dice que sus acciones están hechas desde el amor y buscando el bienestar del “pueblo” –generalmente, Chávez, al pronunciar la palabra “pueblo”, como cuando dice “Estado”, se golpea el pecho con la palma de la mano en un gesto que evidentemente deja entrever que él es el “pueblo” y él es el “Estado”-.

Con las excusas del amor, la soberanía y la independencia el régimen ha llevado el país al colapso, como la madre mentalmente enferma y víctima del Munchausen, ha enfermado a Venezuela política, económica, social, ética y moralmente. No voy a enumerar todos los graves problemas que padecemos los venezolanos porque creo que son ampliamente conocidos y sufridos por todos, pero es evidente que el causante “amoroso”, el culpable “libertario” no es otro más que el gobierno.

El  régimen nos ha ido cerrando todas las puertas y bloqueando las salidas. Como en el cuento de los cerdos salvajes, nos ha ido poniendo cercas y secuestrándonos, ha enfermado de manera deliberada al país sin encontrar una cura para esta grave enfermedad que sufrimos y que pareciera estar llegando a su estadio terminal.

SINDROME DE ESTOCOLMO

Pero Venezuela no sufre en la actualidad solamente del síndrome de Munchausen, de otra parte están quienes parecieran a su vez padecer de otro síndrome: el de Estocolmo.

Es impresionante ver cómo muchos venezolanos están conscientes de los problemas que enfrenta el país en seguridad, escasez de alimentos, corrupción, desempleo, pérdida vertiginosa de la calidad de vida, violencia, etc. Y, como los secuestrados que padecen del síndrome de Estocolmo, justifican a sus captores, los entienden, y aceptan resignados los maltratos que les propinan sus secuestradores.

Si uno se acerca a Twitter, por ejemplo, y revisa las peticiones que le hacen a @Chavezcandanga -la cuenta que hace unos meses abriera el presidente para tener un contacto más “directo” con los ciudadanos y que días más tarde terminara siendo atendida por una guerrilla de 200 personas contratadas para tal fin-, se encontrará con que la gran mayoría de los mensajes que recibe la cuenta son solicitudes de personas que tienen problemas de vivienda, de empleo, de seguridad, que presentan denuncias de corrupción o atropellos y abusos de poder, pero todos comienzan agradeciendo al comandante por su gobierno, por su “patria socialismo o muerte”. Saben que sus carencias no han sido satisfechas en estos 12 años, pero siguen seducidos por Chávez, como «la víctima de un secuestro, o persona retenida contra su propia voluntad, (que) desarrolla una relación de complicidad con quien la ha secuestrado. En ocasiones, dichas personas secuestradas pueden acabar ayudando a sus captores a alcanzar sus fines…”.

Una muestra de estas manifestaciones de la gente se puede apreciar al leer algunos de los comentarios hechos en el artículo «Chavezcandanga, Esteban llegó a twitter«, que escribí en abril de 2010.

Dice Wikipedia que “Los delincuentes se presentan como benefactores ante los rehenes para evitar una escalada de los hechos. De aquí puede nacer una relación emocional de las víctimas por agradecimiento con los autores del delito”. Creo que esto explica perfectamente a lo que me refiero cuando sostengo que quienes aún continúan creyendo y esperanzados en el  gobierno les proporcionará la satisfacción de sus necesidades y les mejorará la calidad de vida, parecieran estar absolutamente afectados por el síndrome de Estocolmo. Son estos quienes comienzan su rosario de quejas y solicitudes manifestando su profundo amor y admiración hacia el comandante y su revolución.

Pero, lamentablemente, en Venezuela, junto con los dos síndromes anteriores, convive un problema que puede ser aún más grave de solucionar, y aquí vuelvo a hacer otra extrapolación: un elevado número de venezolanos pareciera sufrir de “trastorno o desorden de deficiencia de atención”. Estos son los que ven la situación que atraviesa el país con total apatía, indiferencia y desinterés. A estos no les importa que se vaya la luz, que cierren emisoras de radio y TV, que haya escasez de alimentos, que no se pueda tener acceso a los dólares, que hayan intervenido y cerrado bancos y que el resto del sistema bancario se encuentre bajo permanente amenaza, que se pudran toneladas de alimentos en contenedores, que se consigan medicamentos e insumos médicos vencidos almacenados en depósitos del gobierno, que sus vecinos hayan sido robados o asesinados, que sus primos estén desempleados, que sus mejores amigos se hayan visto obligados a emigrar para buscar una oportunidad laboral que le fue vetada en el país por haber trabajado en la antigua Pdvsa o, simplemente, para obtener  mejor calidad de vida para ellos y sus hijos. El trastorno de déficit de atención sólo les permite estar pendientes del fin de semana, de la playa y el cine, del álbum de Panini, del juego de su equipo deportivo favorito y si, por casualidad, se les toca el tema de la situación de crisis del país, sencillamente voltean a mirar la luna o zanjan el tema con un “qué fastidio a mí la política no me interesa”.

NOTA: Si alguien conoce un tratamiento o una terapia que puedan ser efectivos para enfrentar estos trastornos que presenta Venezuela en la actualidad, por favor deje su receta en un comentario al terminar de leer el texto.

La sorpresa cotidiana

Contrabandistas protestan por aumento de controles en frontera colombo-venezolana

Sorprendente: «Contrabandistas protestan por aumento de controles en frontera colombo-venezolana»

Tendemos a decir con mucha facilidad «ya a mí no me sorprende nada», con lo cual, en realidad, estamos construyendo un oxímoron porque el mismo tono en que lo decimos denota, además de decepción y cierta impotencia, sorpresa. Los invito a leer esta serie de eventos sorprendentes de la cotidianidad del venezolano y, al terminar, díganme si aún pueden decir que  ustedes perdieron al capacidad de asombro y «ya no los sorprende nada».

Vivimos diariamente de sorpresa en sorpresa. Cuando decimos «Ya no me sorprende nada», lo que queremos significar es que no nos extraña. Que la sorpresa cotidiana no se nos hace ni inverosímil ni poco común. Es la sorpresa que diariamente nos esperamos en esta especie de realismo mágico en que nos hemos acostumbrado a vivir sin dejar de sorprendernos.

Este texto podría convertirse en un sin fin porque, cuando uno cree que ya lo terminó, lo sorprende un nuevo acontecimiento como que «Robaron carpa de Patria Segura«. Si, tampoco es raro pero igual sorprende que roben a los encargados del plan de seguridad del gobierno.

En el momento cuando uno está leyendo del robo, suena el teléfono y un amigo, sin que le parezca raro, pero con tono de sorpresa dice: «¡tengo doce horas, desde la cuatro de la madrugada, sin luz! Se dañó algo en un poste y lo hemos reportado un montón de veces a Corpoelec y no vienen. ¿Puedes creer que tienen solo dos camiones para atender averías de toda Maracaibo y uno lo dedican cada vez que les provoca a poner propaganda del candidato oficialista a la Alcaldía?»

Puedo creerlo, pero no deja de sorprenderme. Ese mismo día, uno sonríe con un gesto que más que sonrisa parece mueca cuando lee este titular:

«Contrabandistas protestan por aumento de controles en frontera colombo-venezolana».

Sorprende lo absurdo de la realidad, lo irónico de la protesta, lo paradójico que resulta que quienes viven al margen de la ley se atrevan a salir a protestar porque las autoridades pretenden ponerle freno a su actividad ilegal.

Lo esperado, lo cotidiano, es el contrabando, el tráfico de mercancías desde Venezuela hacia Colombia. Eso es «lo normal».

«Los manifestantes, conocidos como “maleteros”, “alegaron a la prensa que cerraron el paso porque el gobierno de Venezuela se puso muy estricto en la vigilancia y control del contrabando”

Inmediatamente, uno lee entre líneas, como nos hemos acostumbrado a leer para tratar de extraer la verdad verdadera más allá de la controlada, censurada y autocensurada verdad oficial que transmiten los medios.

«Esto quiere decir, o bien que algún comandante no está conforme con la cantidad que diariamente le pasan los Guardias Nacionales producto del soborno que le hacen a los contrabandistas. O algún GN se la quiso dar de vivo y no le pasó la coima a su comandante. O quieren hacer el alboroto mediático un día para hacernos creer que el gobierno ataca el contrabando y, al día siguiente, cuando prensa, televisión y radio se hayan hecho eco de la protesta y de la «contundente acción del gobierno», todo seguirá como siempre».

Todas, variables que encajan a la perfección en nuestra cotidianidad que no por reiteradas o frecuentes dejan de sorprendernos. Como no nos sorprende escuchar que los Guardias Nacionales pagan para ser destacados en los puestos fronterizos porque son una vía expresa para hacerse rico en poco tiempo o que, supuestamente, esos GN fronterizos tienen una tarifa diaria estipulada de dinero que deben pagar a sus comandantes. De allí para arriba, lo que ingresen por concepto de coimas, es de ellos.

Todo esto lo escuchamos en cualquier cafetería, en cualquier cola de supermercado y, a pesar de oírlo una y otra vez, no deja de sorprendernos, aunque comentemos «ya a mí no me sorprende nada».

Como sorprende, aunque no es poco común, oír a un empleado de un Abasto Bicentenario, con su carnet de identificación rojo colgado al cuello, decir:

-Me voy este mes a Cuba a raspar las tarjetas.

Esas diez palabras encierran tantas paradojas que uno no puede dejar de sorprenderse. Un empleado del gobierno va  a raspar su cupo Cadivi contraviniendo lo que su empleador pregona y, más irónico aún, ¡va precisamente a La Habana a hacerlo!

Pero la realidad siempre logra sorprendernos de nuevo. Uno coge la prensa y se encuentra un gran titular que cuenta que, en un país donde escasean los alimentos y se hacen largas e insufribles colas para comprar comida, «Se pudren mil 400 kilos de pollo en PDVAL«. No es raro, hace poco tiempo se perdieron toneladas de alimentos, pero igual no deja de sorprender.

Otro día, nos sorprende saber que unos amigos de San Cristóbal, clientes del Banco Mercantil, han tenido que hacer un viaje a Mérida para hacer el engorroso trámite bancario de Cadivi, porque las citas para las agencias tachirenses se encontraban agotadas.

sorpresa2Nos toma por sorpresa también, aunque no nos parezca raro, ir a la panadería un día, después de que el Indepabis ha cerrado varios establecimientos de este tipo por incumplir con los precios estipulados, y conseguir que el yogurt que tiene un precio de venta marcado en el envase de 9,00 bolívares, en esa panadería lo venden a 10,00.

Dos días después, los ojos casi se desorbitan cuando uno se entera de que las funciones del Festival Internacional de Teatro para el que se invirtieron millones de bolívares, programadas con meses de antelación, son suspendidas arbitrariamente porque la presidencia decidió que necesitaba el teatro Baralt para un evento y, sin previo aviso ni posibilidad de pataleo, las tres obras pautadas del festival para ese día en ese teatro, son suspendidas para recibir la visita presidencial y al candidato oficialista a la alcaldía.

Y, hoy, como para que el día no pasara sin darme mi cotidiana sorpresa, escuché, a las puertas de un banco, el siguiente diálogo entre un cliente y el «cidicero», como llamamos a quienes venden en la calle «quemaítos», CDs piratas de música y películas:

Cliente: «¿tenéis «Bolívar, el hombre de las dificultades»?»

Cidicero: «No, papá. No la tengo. ¿Esa es venezolana?»

Cliente: «Sí. La de Roque Valero. ¿Vos no vendéis películas venezolanas?»

Cidicero; «No. Venezolanas no vendemos. Ese fue el acuerdo con el Core 3″

Cliente: ¿Cómo así, con el Comando Regional de la Guardia Nacional?».

Cidicero: «Si. Nos reunimos con ellos y llegamos al acuerdo de que para que nos dejaran trabajar tranquilos, nos comprometíamos a no vender películas venezolanas. Pero, tranquilo, que si te la consigo, te la llevo al trabajo».

Cuando aún los oídos no se recuperan del estupor producido por el diálogo cliente/cidicero, mientras uno piensa con incredulidad y asombro que todo lo aquí narrado ha ocurrido en menos de una semana; uno se sorprende nuevamente al enterarse que a los habitantes de ocho estados del país los sorprendió un apagón y que, a quienes estaban sin luz en una peluquería del aeropuerto de Maiquetía, los sorprendieron unos atracadores, quienes hirieron con una navaja a una persona.

De sorpresa en sorpresa, los ojos, una vez más, se sorprenden al leer:

«El Presidente Nicolás Maduro denunció que desde la Casa Blanca, sede de gobierno estadounidense, se realizaron reuniones donde presuntamente se organizó un plan para desestabilizar al país en el mes de octubre, denominado “colapso total”

Uno vuelve a sonreír con la mueca habitual de quien no se extraña, pero se sorprende, y solo atina a pensar:

«El único plan que debe tener Estados Unidos para hacer que este país colapse es sentarse a esperar, sin mover un dedo. Venezuela cada día se aproxima más al borde del abismo y no necesita un empujón externo para caer estrepitosamente al vacío. Para colapsar, somos autosuficientes».

De Homofobia y política

Fotografía de Mirna Chacín

Fotografía de Mirna Chacín

«Ojalá, Dios no te castigue con un hijo gay», sueltan algunas personas para «defender» a alguien de un ataque homofóbico. En esos momentos, pienso «No me defiendas, compadre».

En otras ocasiones, amigos que se consideran «open minded», preguntan con cara compungida y gesto de esperanzada incredulidad, como quien pregunta por la expectativa de vida de un paciente con una enfermedad terminal:

-¿Tú crees que Capriles sea gay? ¡Ay, Dios, yo no creo!

O manifiestan lo tristes que se pusieron el día que Ricky Martin decidió salir del closet y hacer pública su homosexualidad.

En esos momentos, cuando algún amigo, deja que inconscientemente sus prejuicios contra la homosexualidad salgan a flote con comentarios, expresiones o gestos «involuntariamente» homofóbicos, pienso: «¿Qué se puede esperar de trogloditas como Pedro Carreño o Elías Sayegh respecto al tema?»

Hay comentarios de personas que se consideran a sí mismas como amplias y gay friendly, a quienes su subconsciente los traiciona, a pesar de que tratan conscientemente de superar sus pre-conceptos. Como bien señalaba el diputado argentino durante la discusión en el Congreso de la Ley Igualitaria y de aprobación del matrimonio entre personas del mismo sexo:

«Cuando decimos, por ejemplo, ‘ah, bueno, si es gay es buen trabajador’, ya hacemos una discriminación, porque ese ‘buen trabajador’ tuvo que hacer méritos desde la infancia para que no se le note diferente, y tuvo que sufrir desde la infancia para cubrir las diferencias que pudieron haber tenido en una sociedad que los discriminaba».

Son comentarios prejuiciados, con diferente matiz a lo manifestado por Sayegh y Carreño, pero cargados con la misma negatividad.

Algunos saldrán a decir que no meta en el mismo saco a Carreño y a Sayegh, que son muy diferentes. A esos les respondo que los igualo porque, aunque se diferencien en la forma de expresarse, uno, con tono y expresiones vulgares y soeces y, el otro, con pose de catedrático del Opus; en el fondo, ambos manifiestan el mismo prejuicio y la misma intención de desconocer los derechos de las personas LGTB. En ese campo, por lo menos, ambos pertenecen al mismo bando.

Por eso, me asombró cuando posteé en Twitter el video de Elías Sayegh en el que manifiesta su abierta oposición al matrimonio igualitario y un joven, tal vez demasiado joven para entender el alcance de su posición, me respondió:

«yo soy el cordinador del movimiento gay de El Hatillo y apoyamos la candidatura de @eliasayegh».

Y no conforme, agregó en otro tweet:

«si no afecta a nuestro movimiento y a los que lo integramos no creo que afecte a otras personas».

Solo pude recomendarle que si él en verdad coordina un movimiento gay y es activista LGTB, revisara sus conceptos y sus apoyos políticos, pues es incomprensible que un defensor de los gays apoye a quien le niega sus derechos.

¿Será que ese muchacho no ha pensado que ese alcalde, que abiertamente declara su oposición a las uniones del mismo sexo, jamás le reconocerá sus derechos como ciudadano diferente y que hasta podría, en caso extremo, perseguirlo por su opción sexual? Pequeños detalles que deberían tener muy en cuenta quienes en verdad toman el tema LGTB en serio, a la hora de decidir por quién votarán para que los representen en los cargos públicos.

De la asquerosa y oprobiosa intervención de Pedro Carreño en la Asamblea Nacional, y la repetición de sus absurdas acusaciones en boca de Nicolás Maduro, poco tiempo después, basadas en unas fotografías privadas y obtenidas mediante el abuso del poder y el atropello a la Constitución, no voy a hablar aquí. Bastante se ha dicho y ambos quedan perfectamente retratados en sus comentarios y expresiones.

Solo agrego que, si el régimen va a buscar «pruebas» de ese tipo para acusar a los ciudadanos, va a tener un gran trabajo allanando hogares, pues dificulto que haya alguna casa en el país donde no se guarden fotografías del tenor de las mostradas en la Asamblea, recuerdos de divertidas fiestas familiares hasta con tipos disfrazados de «negritas» como antaño se usaba, y en las que solo una mente enferma, malintencionada y con objetivos muy pre concebidos, puede ver indicios de «trata de blancas», «prostitución», «consumo y tráfico de estupefacientes». Queda completamente claro, en las acusaciones de Carreño y en las declaraciones dadas por NIcolás, que para ellos ser homosexual es indicio de depravación, prostitución, drogadicción… Una foto de unos hombres en actitud cariñosa constituye prueba, para ellos, de trata de blancas y prostitución masculina y femenina.

Lo sucedido ese día en la Asamblea Nacional es el fiel reflejo del atraso que en materia de igualdad de derechos presenta nuestro país. En Venezuela la discusión de los derechos LGTB no ha sido tomada en serio. Los políticos únicamente se refieren al tema para menospreciar al adversario, minimizarlo, atacarlo, disminuirlo, subestimarlo y acusarlo moralmente como si la homosexualidad fuese un delito.

¿En qué me podría afectar a mí como fanático o público el hecho de que Ricky Martin se acueste con hombres o con mujeres? ¿En qué me podría afectar como ciudadano el hecho de que Capriles sea homosexual o heterosexual? ¿Acaso lo

Fotografía de Mirna Chacín

Fotografía de Mirna Chacín

que una persona haga en la privacidad de su alcoba y bajo sus sábanas puede determinar su desempeño como político o artista? ¿Es peor presentadora Ellen Degeneres que Chelsey por el hecho de ser lesbiana? ¿Es mejor actriz Meryl Streep que Judy Foster por ser heterosexual?

Algún día a la gente no le interesará con quien se acuesta la persona que tiene enfrente -espero- a menos que tenga el deseo o la intención de acostarse con ella. Dejaremos de darnos golpes con el codo y de murmurar cuando pase a nuestro lado un hombre que bota pluma o un transexual. Llegará el tiempo en que votaremos a un político por su desempeño como líder y sus propuestas, sin importarnos a quién meta en su cama. En algún momento disfrutaremos de la creación de un artista sin que el morbo nos limite el disfrute porque se pueda acostar con alguien de su mismo sexo.

Como sabiamente expresa en el video el niño Graeme Taylors, de 14 años, en la defensa que hiciera a su profesor suspendido por haber defendido a la comunidad LGTB. Es el discurso de un niño de 14 años, gay, quien a los nueve intentó suicidarse y que pide que, así como Luther King esperaba que algún día a las personas no se les juzgase por el color de la piel, sino por el contenido de su carácter, tampoco sean juzgadas por su opción sexual.

«Espero que algún día, nosotros también podamos ser juzgados por el contenido de nuestro carácter -dice el niño-, y no por a quién amamos».

Llegará ese día también a nuestro país. Un día cuando por fin y definitivamente en Venezuela podamos decir que TODOS los ciudadanos  contamos con la observación y el respeto de TODOS nuestros derechos. Como dice el diputado Argentino, un país donde su hijo homosexual tenga los mismos derechos que tienen su hija mujer y su hijo heterosexual. Porque una sociedad donde los derechos no son para todos sus ciudadanos es un sociedad injusta y discriminatoria.

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