El blog de Golcar

Este no es un reality show sobre Golcar, es un rincón para compartir ideas y eventos que me interesan y mueven. No escribo por dinero ni por fama. Escribo para dejar constancia de que he vivido. Adelante y si deseas, deja tu opinión.

Archivar para el mes “diciembre, 2014”

La mejor familia de la bolita del mundo

hermanos

Este post no se ha terminado aún de escribir porque falta aquí el cumpleaños de La Negrita, la menor de las hembras. La que está justo antes de mí en la lista de los hijos y cumple a comienzos de año. Por eso abrirá los cumpleaños de mis hermanos en el 2015. Pero quise cerrar mi año 2014 en esta bitácora con lo más importante que cualquier ser humano pueda o deba tener: La familia.

En este último post de 2014, repoduzco las semblanzas que escribí en Facebook para cada no de mis hermanos en sus cumpleaños porque este post va de amor y unión familiar.

A mí Dios (la vida, para los ateos) me premió con la mejor familia de la bolita del mundo. Grande, bulliciosa, alborotada, alegre, sincera, luchadora.

Somos trece hermanos que se han multiplicado hasta llegar a ser un montón que no para de crecer. Ya ni siquiera intento contarlos porque cuando estoy terminando la lista, han nacido dos nuevos miembros.

Nacen dos más y es como si fueran los primeros dos que han nacido en muchos años. Es alegría. Es fiesta. Es negrala certeza de que el amor se prolonga, de que la unión se mantiene. De que el cariño filial es inacabable.

El mundo no es lo suficientemente grande ni hay mares ni montañas que nos puedan distanciar. Donde esté uno de los Rojas Marquina o sus descendientes, allí está el montón.

Somos un montón.
Somos EL MONTÓN.

Somos la constancia, la prueba, la evidencia de un gran amor que nació allá, antes del año 50 del siglo XX entre Golfredo Rojas y Carmen Marquina y que se ha prolongado hasta hoy.

Un amor que ha superado y sobrevivido incluso a los propios amantes pues permanece en el cariño y la unión de sus hijos, sus nietos, sus bisnietos…

Somos una Gran Familia, con mayúsculas porque llevamos dentro la semilla de ese amor eterno. De ese amor que no dejó de ser cuando murieron sus protagonistas. Esa semilla germina y da frutos imparable e incansablemente.

Somos de madera fina, como diría Yordano.

Nos peleamos, discutimos. Nos decimos las verdades aunque las verdades duelan. Pero nunca una pelea ni una discusión han perdurado ni han sobrevivido al cariño. No pasamos, por muy molestos que estemos con algún miembro del montón, más que minutos sin hablarnos. Y al poco tiempo todo está solventado y olvidado. Nunca mamá permitió que los hermanos se dejarán de hablar, por muy fuerte que hubiese sido la pelea.

Nos criticamos sin piedad.
Nos hacemos bromas sin compasión.
Nos ayudamos a crecer sin límites.
Nos respetamos sin peros.
Nos asumimos con amor.

Eso es lo que nos hace una Gran Familia. Un clan. Un “montón”.

Y tenemos siempre espacio en el pecho para recibir a quien nos quiera adoptar como su familia.

El humor ácido y negro nos viene de Golfredo y el no estar satisfechos nunca, de Carmen. Defectos y a la vez virtudes. Dos características que, con el amor,  han sido nuestras valiosas armas para enfrentar la vida, afrontar las adversidades y superar los momentos más difíciles.

No es una familia perfecta –gracias a Dios–, pero es una Gran Familia y una familia grande. Una familia que crece copiosamente porque la semilla que se sembró en 1945, cuando se casaron Golfredo y Carmen se ha regado con amor desde entonces y se sigue regando con amor cada día.

Eso.
Quería compartir con mis lectores eso.
Mi familia, que es mi vida.

zoleivaZoleiva 6 de marzo

Cumple la hermana Zoleiva. La mayor. La que todo lo ve bonito y que tiene la capacidad de a lo feo conseguirle la enseñanza y hacerlo ver, si no bonito, como positivo. La que chancletea escaleras arriba y escaleras abajo desde las seis de la mañana, haciendo resonar la madera bajo su rápida pisada con la energía de quien tiene ya tres horas levantada y desayuno puesto. La que siempre sonríe porque para qué llorar,  si reír es más sano y más bonito. Besos y bendiciones y que Dios te conserve siempre carajita y sonreída.

Ana Aída 2 de abril

Hoy cumple Ana Aida  La quinta hermana. La octava hija. La andariega. La que nunca se sabe con exactitud dónde está Ana aidapero siempre está. La que me leía de pequeño el Humor y Amor de Aquiles Nazoa. La que los 31 de diciembre nos atrae la prosperidad con las mejores lentejas de la bolita del mundo y hace el ponche crema más delicioso. La que nunca sabemos cuándo va a llegar ni cuándo se irá. Pero quien siempre llega y se irá cuando sea conveniente que se vaya. La que nunca vemos arrecha -aunque diga que lo está- y nunca está apurada. Hoy cumple la quinta hermana. La andariega, y desde aquí solo mandarle un beso y la buena vibra que sabemos siempre la acompañará. ¡Feliz cumple!

Oraima 4 de abril

Hoy cumple la séptima hija, la cuarta hermana. La del medio. La escandalosa. La rebelde. La de la risa como oraimaun chorro de agua cantarina. La habilidosa de manos prodigiosas. La determinada. La que un día decidió que no se le engarrotarían más las manos y no se le engarrotaron más. La que otro día puso la caja de cigarrillos en la peinadora y dijo: Ahí se quedan y no fumo más. Y allí se quedaron, llamándola con insistencia y ella venciendo el llamado. La que decía me fumo el cigarro y limpio la casa. Y llegaba la hora del otro cigarro y la casa sin limpiar, «Me fumo este y ahora sí la limpio…». La tira piedra que cuando todos en la familia eran adecos o masistas, ella era copeyana. Eso sí, ¡chavista nunca! Feliz cumple Carmen Oraima. La séptima hija. La cuarta hermana. La del medio.

Golfredo 10 de mayo

Hoy cumple años el quinto hijo. El tercer varón. El hermano del medio de los cinco hombres. El judío golfredoerrante. El que para superar su frustración de no haber podido ser torero, decidió convertirse en uno de los mejores fotógrafos taurinos de la bolita del mundo y recorrer la tierra de feria en feria, de coso taurino en coso taurino, de plaza en plaza tomando las mejores instantáneas de toros y toreros, rejoneadores,capotes y banderillas. El que un día nos puso a todos los de la familia -de mamá hasta mí, el menor- a clavar tablas hasta montar una plaza de toros portátil en Los Curos en Mérida, para celebrar una novillada. El que siempre tiene el chiste y el juego de palabras a mano. El que un día me llegó con un pasaje para USA para que me fuera a aprender inglés mientras esperaba mi entrada a la Universidad, regalándome no solo una segunda lengua sino mi primer viaje en avión y solo hasta Miami. Pocas palabras para grandes agradecimientos y pequeñas memorias para honrar y felicitar a Golfredo Rojas Marquina, el quinto hijo, el tercer varón. El judío errante que hoy mismo no sé en qué plaza de toros del mundo celebra su cumple. Que sea hasta 120.

Riquelmi 10 de junio

Hoy cumple el segundo hijo. El primero de los varones. El mayor. La mente ahora le jugó una extraña pasada. Parece que tanta lucidez y conocimiento cobran en algunas personas. Ya no sé cuando me ve si me mira a mí o a su hijo Pla. Su mente anda ocupada en otras cosas. Pero yo sí sé que cumple el mayor. El queme2grandote. El más tremendo de todos. El que en un impulso me prendió un encendedor en el pelo muerto de la risa. El que tiene cuentos que lo describen a la perfección como: «¿Y la gorda se fue sin decir nada? ¿Y no se ha reportado? Ya me va a oír cuando la vea. ¡No puede ser que se vayan sin avisar y no llamen a decir dónde y cómo están! Me la voy a hartar cuando la vea. Ya va a ver». Y llegó Ana Aída y cuando la vio le dijo: «¿Quihubo gorda, cómo está la vaina?» Cumple el guerrillero urbano. Aquel a quien yo esperaba ansioso cuando llegaba de Caracas. El hermano que siempre tuvo y estuvo para todos. El intelectual. Cumple el mayor. El paisano. A quien tanto debemos. Que los cumplas feliz, Riquelmi. «Queme». El hermano mayor. El segundo hijo.

Yandira 5 de julio

Hoy cumple años Yandy. El décimo retoño del matrimonio Rojas Marquina. La sexta hija. La coqueta. La yandysiempre linda y de punta en blanco. La que con un short y una franelita limpiando la casa seguía estando linda. La que se paraba de madrugada a ayudar a mamá a freír pasteles y sin que se le quitara un milímetro de belleza, coquetería y dignidad, con orgullo, caminaba al liceo para dejar los pasteles en la cantina y seguir a sus clases. Yandira, la décima hija. La que solo ha sido fea cuando se embarazó y que sabemos que fue porque la belleza se metió en su vientre en esas dos oportunidades para darnos los lindos sobrinos: Diego y Patricia. Cumple años la abuela más coqueta de Montevideo y zonas circunvecinas. La bella y maniática del orden y la casa limpia. Hoy cumple Yandy, la linda. La décima hija. La sexta de las hembras. La coqueta. «¡Feliz cumpleaños! Bella por fuera y hermosa por dentro.

Lala 14 de julio

Hoy cumple Lala. La tercera de los hijos, la segunda hembra. El desparpajo. La sinceridad. Lala, a quien no Lalahay que preguntarle a menos que estemos dispuestos a escuchar la verdad, incluso la que no quisiéramos oír. Cumple la que es feliz bailando. La que cantaba Magia Blanca a todo pulmón cuando yo estaba pequeñito. La que sin darse cuenta ni saberlo me inculcó el gusto por García Márquez cuando un día, en una conversación de grandes, la escuché emocionada hablar de «Nabo, el negro que hizo esperar a los ángeles». La tercera hija, la que nos convoca siempre alrededor de su mesa. La que nos une en torno a un hervido o a un pasticho. La segunda de las hembras. La que todo lo dice porque si no explota. La que explota pero luego se le pasa y olvida y perdona. La que quisiera tener cinco dedos más en cada mano para ponerse 10 anillos más de los que no crecen más. La sinceridad. El desparpajo. La tercera de los hijos, la segunda de las hembras. Araida, la querida Lala. La de la grosería con gracia y la voz ronca. Feliz cumpleaños, Lalita.

Gerardo 12 de agosto

Hoy cumple el noveno hijo, el cuarto varón. Cumple Gerardo, El Ejemplo. Nos separan cinco años y nos unegerardo una vida. Cumple el muchacho a imitar, el mejor estudiante, el buen hijo. El noveno, el cuarto varón siempre con un balón o una pelota, siempre con las mejores notas. El que reunía los cromos de los álbumes hasta completarlos. Cumple quien al graduarse y empezar a trabajar siempre estuvo allí para ayudarme en lo que necesitara, quien me regaló el aparatito de radio cassette que me acompañó en la universidad y mis meses en Caracas. Tatuca que una vez se ganó un disco de Demise Roussos en un concurso de Radio Universidad y yo lo fui a buscar. Gerardo que oía a Los Darts, a Los 007, a los argentinos, a Los Beatles todos esos cantantes que aprendí a escuchar porque él los escuchaba. Mis primeras gomas Adidas las tuve porque él me las dio, y mi franela Fred Perry… y tantas cosas que dejó de tenerlas él para dármelas a mí. Tanto me ha dado que hasta a su hijo Gabriel me lo dio de ahijado. Cumple Gerardo, el noveno hijo, el cuarto varón. El ejemplo, la solidaridad. Cumple años y con las felicitaciones y los buenos deseos solo puedo entregarle mis eternas gracias.

Yajaira 21 de septiembre

Hoy, cumple años la onceava hija. La séptima de las hembras. La Extraviada. Hermana compañera de infancia. De recorridos, excursiones a pie por Los Curos, junto a La Negra, cuando Los Curos quedaba lejos,Yaja pasando ríos y quebradas y era monte tupido y carreteras de tierra. Y juntas se divertían asustándome. Yo simpre tan gallina. Una espiga desgajada en mi hombro era un gusano monstruo que me hacía palidecer. Yajaira, la lectora impenitente, la que escribe. La onceava, la séptima niña. La que por muchos años estuvo perdida, buscándose, entre tienieblas o entre sus luces particulares. La que ha vivido lo que seguramente tenía que vivir para hacernos entender que no todo lo tenemos bajo control y que, a veces, hay que soltar y dejar hacer porque cada quien tiene que vivir y crecer de forma individual y particular. Yaja, que nos dio «tres soles» que nos iluminan y nos hacen sentir orgullosos y que solo por eso ha valido la pena. Cumple la bella niña que a los 16 nos deslumbraba con su belleza y su cabellera larga, brillante, sedosa y abundante. La onceava, la séptima. La Extraviada. La que está de vuelta. Feliz cumple y que las enseñanzas no pasen por debajo de la mesa. Que lo vivido tenga sentido, que el dolor haya dado resultados y sirva para crecer, como todos lo hicimos y que los 120 años que restan sean para disfrutar de lo aprendido y llenos de dicha y alegrías.

Toño 26 de noviembre

Hoy cumple años Toño. El cuarto hijo. El segundo varón. La severidad. El de carácter recio. El más rígido de los 13. Toño, como un pan siciliano de corteza dura y miga esponjosa y suave. El cuarto hijo. El metódico quetoño hace las mejores parrillas aunque haya que comerlas al amanecer porque la cocción es a fuerza de humito y brasas bajas. El segundo varón que leía las novelas del oeste de Marcial Lafuente Estefanía de cabo a rabo y a mediodía veía en Venevision Superman con George Reeves en blanco y negro. «La severidad». Cumple Toño quien a mis 13 me prestó un dinero con el que emprendería el negocio del siglo. Compré vasos y copas de vidrio y teñí arenas con Wiki-Wiki para hacer los terrararios coronados con cactus que me harían millonario. Al final, ni el dueño de la tienda donde los dejé a consignación me pagó a mí ni yo le pagué a Toño. Seguí siendo pobre pero con la certeza de poder contar con él. Cumple años el que se tomaba a pecho los viajes en caravana de las vacaciones de agosto a la playa o a diferentes zonas de Venezuela. Sin su insistencia y tozudez, aún estaríamos tratando de ponernos de acuerdo las 50 personas que viajábamos, sobre la hora y el lugar. Él decía y empujaba y arreaba. Así por muchos años.
Cumple años Toño sin Facebook, porque si tuviera Facebook, twitter, teléfono inteligente o cualquier otro adminiculo tecnológico, no sería Toño. El cuarto hijo. El segundo varón. El metódico. El pan. La severidad.
¡Feliz cumpleaños!

Moreida 21 de diciembre

Hoy cumple la sexta hija. La tercera de las hembras. La Deméter. El soporte. Con 17 años empezó a trabajar y se echó al hombro junto con mamá la casa y los hermanos menores. Así la quinta hija terminó siendo la mamá de todos. Y la tía de todos. La que siempre ha estado. Tal vez por eso, cuando tanto ella como todos estábamos resignados a que siempre sería la tía y la mamá de los hijos de otros, Dios, la vida, decidieron morecompensarle tanta entrega y le regaló dos hermosos hijos propios. Pero igual siguió siendo la Deméter, la que prodiga a todos el amor de madre y la comprensión y complicidad de tía.
De sonrisa fácil y exageración en todo. No tiene medida ni para comprar comida ni para las loqueteras y disparates ni para dar cariño. No por casualidad nació un 21 de diciembre. Con ella siempre llega el espíritu de navidad. Ella se encarga de las compras de los ingredientes de las comidas navideñas para 60 personas y de los regalos para la chorrera de sobrinos y, cuando ha sido necesario, se ha puesto una almohada de panza, un traje de Santa y con una mochila al hombro ha repartido los regalos.
Cumple la quinta hija, la tercera niña, la disparatada que es capaz de discutirle a «Pedro» que él no se llama Pedro y aunque Pedro le insista que es Pedro, ella, muerta de risa, le porfiará que no.
Hoy cumple la Deméter, la madre de todos. Moreida, el soporte y, junto con mi agradecimiento que es el de todos, van las bendiciones y los deseos porque sean años felices hasta 120. Dándonos risas y cariños sin medida. ¡Feliz cumple, More!

Feliz Navidad a todos y un 2015 lleno de amor. Que todos los seres humanos del mundo encuentren el amor familiar. Que todos encuentren su familia. Porque en el amor de la familia las penas se hacen más leves y el hambre se sacia aunque no haya comida. De eso y de andar limpios sabemos mucho los Rojas Maquina.

Con Proserpina en la piel

El hermoso ejemplar de Proserpina llegó a mis manos gracias a Elsy Manzanares.

El hermoso ejemplar de Proserpina llegó a mis manos gracias a Elsy Manzanares.

«Solo hay una zona rotunda del sexo que nos llama,
una tierra totalmente clausurada a la que queremos llegar con el amor
y esa región hermética, impronunciablemente mítica donde detrás de Justina
me acecha María Lionza mirándome como Isis con los ojos redivivos
de mi prima Proserpina».

Armando Rojas Guardia

Proserpina, de Armando Rojas Guardia, es un texto denso, hermético. Un cuento cargado de imágenes poéticas, metáforas, símbolos y significantes que lo hacen una historia que es una y varias.

Es este un cuento escrito en clave de profecía, de predicción, de videncia del futuro que sucederá a los personajes en El Cairo. Es como un flash forward. Un recuerdo del futuro, musicalizado con Fauré. ¿Puede el amor redimir el pasado en un futuro?

El futuro recompone el pasado y, desde el pasado, ese futuro luce como una redención. Como una expiación. Como la poesía de Lezama Lima, autor al que menciona y remite Rojas Guardia, las imágenes, símbolos y estructura del cuento marcan la historia con ritmo y profundidad poéticos, que le dan un hermetismo característico.

En Proserpina hay tres tiempos: Un futuro que a ratos parece ser como una videncia que proviene de las brasas y cenizas de un tabaco  fumado a los pies del altar de María Lionza y, por momentos,  luce como una sublimación de un pasado oscuro, marcado por la culpa, que trata de ser expiada con el paso del tiempo. Un pasado, más realista, menos romántico, más como la vida misma. Sin eufemismos. Y un presente que es el tiempo del autor, que nos lleva del futuro ¿imaginado? a ese pasado que pretende redimir. Tres partes separadas pero entrelazadas por la presencia de Proserpina, el erotismo, el amor, la culpa y la muerte.

Es como si el protagonista del cuento quisiera adelantar el tiempo para que el recuerdo cubra todo la culpa del amor incestuoso, corrija esos intentos fallidos en el sexo de los amantes, cubra con el manto de la sublimación las decepciones y pecados de esa historia a orillas del río Tuy, signado por la pasión erótica de un joven que con desenfreno se une a esa morena entrada en carnes de la hacienda familiar mientras en su mente juguetea y sueña con las carnes de su prima.

En ese futuro “ideal”, el amor y el sexo también serán idealizados. El paisaje exótico de Egipto y el refinamiento de los personajes contribuirán a dejar en el closet lo prosaico de aquel amor juvenil en el bucólico paisaje de un pueblo del interior de Venezuela.

¿Acaso existió o existirá aquel embajador en El Cairo? ¿O es todo una invención, una idealización? ¿Es la Proserpina del futuro visionado en Egipto la idealización de la prima Proserpina de orillas del Tuy? ¿Es todo una videncia de lo que realmente pasará o no es más que el deseo, el anhelo del autor de que la historia hubiese sido de otra forma? ¿Es el personaje o es el autor el que busca expiar culpas y redimir o redimirse? ¿Es el futuro predicho como será? ¿O es como el tiempo y la mente del protagonista terminarán viendo el pasado. Recordando de manera idealizada lo vivido?

La historia de Proserpina es una historia sórdida, signada por la culpa, lo sexual y la muerte contada a ritmo de poesía. Las metáforas e imágenes de Rojas Guardia la embellecen, le dan sentimiento y profundidad. Las descripciones del acto sexual son tratadas con un verismo alejado de la vulgaridad. Con un intenso erotismo descarnado pero sin atisbos de pornografía. Su historia cala en el alma.

Uno termina el cuento de Armando Rojas Guardia con la sensación de que la prima Proserpina se quedó en nuestra piel.

«Proserpina». Armando Rojas Guardia.
Ediciones La guayaba de Pascal. 2014.

El chavismo como forma de ser del venezolano

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A veces pasan cosas que me hacen pensar que el chavismo no es algo exclusivamente de los chavistas. El chavismo parece ser una forma de ser del venezolano en general. Una conducta atávica, una tara, que será muy difícil de erradicar.

Cuando no asumimos nuestras pifias. Cuando reaccionamos con violencia a las críticas justificadas. Cuando volteamos a ver quién está al lado para achacarles la culpa de nuestros errores. Cuando nos apoyamos en la mediocridad del régimen para pretender justificar la nuestra. Cuando una crítica la asumimos como una ofensa. Estamos actuando como chavistas, aunque seamos acérrimos opositores.

La historia de hoy comenzó hace algunos meses. Cuando la escasez de productos empezó a hacerse más grave y los proveedores empezaron a tener graves fallas de productos. Cada vez tenían menos inventario y los productos más caros. Los beneficios como créditos y descuentos los fueron eliminando. Nada que en época de crisis grave uno no pueda prever y entender.

Mientras el país estaba relativamente «bien» -hace tanto que no lo está ralmemte-, los proveedores tenían una atención también relativamente «buena». Los vendedores hacían más o menos bien su trabajo. Visitaban, tomaban pedidos, despachaban y cobraban. Lo normal. Lo básico y sin esforzarse mucho. No era una atención especialmente buena pero con lo mínimo teniamos.

El problema vino después. Cuando las dificultades para adquirir los productos se incrementaron y en esa misma proporción, lamentablemente, fue disminuyendo la atención.

Este drama, que llegó hoy a su clímax,  se inició hace unos meses.

Necesitaba unos productos para mi tienda y un distribuidor de Valencia los tenía, como en efecto pude constatar en la lista de precios que cada dos o tres días me actualizan por e-mail.

Hice lo habitual. Llamé varias veces a la vendedora para hacer el pedido. Su celular no conectaba. A los días, luego del cuarto intento infructuoso, le pasé por mensaje de texto mi pedido, como había hecho en innumerables ocasiones.
Pasaron los días y ni señas del pedido ni de la vendedora. A los dos meses de espera, decidí llamar a la compañía en Velencia. No lo había hecho antes para no dejar mal parada a la chica con sus jefes.

-Ella tiene dos meses sin teléfono.
Me respondieron al otro lado de la línea. Sólo les pedí que le dijeran que pasara por mi tienda.

A los 15 días se apareció. Cuando le dije que tenía dos meses tratando de hacer un pedido, se limitó a decirme que no tenía teléfono pero que le podría haber enviado el pedido por el correo que ella me envía la lista de precios. Para ese momento, ya no quedaba en inventario ninguno de los productos que yo precisaba.

Le expliqué que no sabía que ese era su correo porque venía a nombre de la compañía y no sabía si recibían pedidos por esa vía. Y le dije, a manera de consejo, que si no le parecía que lo más apropiado hubiera sido que por ese mismo correo ella enviase un texto explicando su problema con el teléfono y que mientras lo solventaba hiciéramos los pedidos a través del correo.

Se limitó a levantar los hombros y decir:

-Ay, Golcar, no pelees que a nosotros se nos está haciendo muy difícil trabajar y si sigues peleando te vas a quedar sin proveedores.

Pasó.

Un mes después, cuando me llegó la lista de precios con productos que estaban escasos y ellos tenían. Hice mi pedido por correo. Al día siguiente me llegó la respuesta. En ella me aclaraban que para despacharme lo pedido había ciertas condiciones como comprar junto lo que pedí algún otro producto de baja rotación (huesos en pocas palabras) y que me indicarían en otro correo las cantidades que me asignarían de acuerdo al inventario disponible. Supuse que lo hacían así para cubrir a todos sus clientes por igual o, al menos, a la mayoría.

Perfecto. Me calaré sin pelear las condiciones. Pasaron 15 días, un mes. Ni señas del correo ni de la mercancía pedida. Vuelve a llegar un mail con la actualización de la lista de precios y les respondo:

«Me quedé esperando el último pedido. Quedaron en que avisaban cómo distribuirían la mercancía para cada cliente y de eso hace ya casi un mes y nada. Ni aviso ni mercancía,».

15 días más y nada.

Hoy se aparece la vendedora a cobrar una factura. Le digo:

-Ustedes no quieren servir para nada.

Cara de Calimero. Pucheros. Trompita. La retahíla de excusas. Que la compañía. Que la escasez. Que el país…

No sé con qué rocambolesca figura todo terminó siendo mi culpa por la semana que me tomé de descanso. Justo en esos días ella se apareció. A cobrar, no a recibir pedido que se supone ya estaba hecho, pero creyó que me podía engañar.

Me alteré. Bueno, no me alteré. Se me fueron los tapones. La grité feo. Muy feo, para decirle que lo único que yo pedía era una respuesta. Un correo que dijera que no me despacharían lo pedido. Que no me vistiera que no iba.

Se ofendió por los gritos. Bajó la mirada.

-¿Qué culpa tengo yo de que el país esté hecho mierda?

Nunca asumió su pifia. Fue incapaz de decir «Discúlpame, he debido avisarte». Todo fue el país que no sirve y que ella no era la única vendedora que fallaba, que en todas las compañías estaba pasando lo mismo porque «ESTE PAÍS NO SIRVE».

Alterado, le hice su cheque mientras con excesiva grosería le decía:

-El problema no es la crisis ni el país. El peo no es el gobierno. Eso es otra cosa. El problema es que tú no sirves para un coño. Eres incapaz de atender a un cliente como se debe. Un simple correo a tiempo explicando la situación es lo único que tenías que hacer y no dejarme en el aire. ¡El problema eres tú! Y tu excusa es el país, y la crisis, y tus jefes, y la compañía. Con eso pretendes justificarte.

Ahí rodó otro proveedor. Gracias, por favores recibidos.

Pero entonces me queda esa sensación de que el chavismo es una forma de ser que no tiene nada que ver con estar de acuerdo con el régimen, con apoyar y votar por los que gobiernan. Esa actitud de responder a la crítica con ataques, de justificar las pifias propias en el otro, de asumir que si todo el mundo lo hace así yo también lo voy a hacer aunque sepa que no está bien. Esa capacidad de usar la mediocridad del otro para justificar la propia. Ese «Lo hacemos porque siempre se ha hecho así. Porque los otros también lo hacían o lo hacen». Y, finalmente, el «Lo hago porque me da la gana», conductas y actitudes tan exhibidas en cadenas de medios durante estos últimos 16 años, han calado en nuestros huesos ¿o venía desde antes en nuestros genes?

¿Es posible que el venezolano haya sido chavista aún antes de Chávez? ¿Que el chavismo sea nuestra forma de ser?

Golcar Rojas

¡26 horas de San Cristóbal a Maracaibo!

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Como es habitual luego del cambio de huso horario inventado por el difunto, en Venezuela,  por estas épocas de fin de año, a las seis y media de la tarde ya es noche y, a las siete el cielo está negro como boca de lobo.

Para quien no está acostumbrado a circular por las carreteras en horas nocturnas, no es fácil esquivar los huecos y los policías acostados que no cuentan con la más mínima señalización y que proliferan sin necesidad de riego.

Esa noche, el cielo estaba nublado y la luna en cuarto creciente no se veía. Esto, sumado a la total ausencia de iluminación en las vías y falta de un efectivo pintado de la carretera, hacían de la vía una segura guillotina. Y si, a todo esto, le sumamos el cansancio producido por la angustia y tensión de no saber si conseguiríamos donde poner gasolina, la hora y pico que estuvimos sofocados en una cola para repostar el combustible y una pequeña falla que estaba presentando nuestro carro que hacía que por momentos se ahogara y corcoveara, pues todo nos aconsejaba que buscásemos un sitio donde pasar la noche, reposar el estrés, descansar y continuar el viaje al día siguiente.

Afortunadamente, nos detuvimos en esa estación de gasolina de La Morita y colocamos los 30 litros que nos permitieron. Después de esa, pasamos unas cuantas que estaban cerradas y, de no haber colocado allí, habríamos tenido que hacer como vimos en una gasolinera: aunque el lugar estaba fuera de servicio, a sus puertas ya había una fila de autos que se quedaron sin combustible en el camino al no encontrar gasolineras abiertas y no tenían más remedio que pernoctar allí a esperar que en algún momento de la noche o a la mañana siguiente, abrieran el sitió y pudieran repostar.

paisajeFuimos afortunados y, por eso mismo, decidimos  no tentar más la suerte. Debíamos encontrar un lugar para dormir y descansar.

Entramos a un extraño, lúgubre y solitario hotel de carretera que parecía no haber sido terminado de construir. Subimos unas amplias escaleras estilo italiano, de madera, hasta la recepción y consultamos con un señor moreno, el único ser vivo que se apreciaba en metros a la redonda, si disponía de habitación.

Luego de su afirmativa respuesta, solicitamos verla. Era una pieza en la que no coincidía una funda de almohada con la otra ni la sábana y el forro de la cama. Mucho menos tenían parecido éstas con las de la cama vecina y las cobijas se notaban viejas, con flores desteñidas. Las paredes desconchadas y el piso manchado. El baño con baldosas manchadas de moho.

Me senté en una de las camas para probar el colchón. Total, lo que queríamos era dormir.

–¡No la arrugue!  –Gritó nervioso el moreno–. Si ven la cama arrugada piensan que alquilé la habitación y me la cobran.

Me paré de un brinco. Y traté de alisar la sábana pasando la mano por encima.

Pero lo que hizo  finalmente que desistiéramos de rentar la covacha, fue cuando vi el diminuto aire acondicionado que tenía. No pasaba los 12 mil btu y en Caja Seca, tierra de calor húmedo y sofocante, eso erapaisaje6 indicio de pasar una noche de acalorado insomnio y amanecer más cansados de lo que ya estábamos.

El moreno nos dijo que más adelante había un hotel más familiar y con piscina,  que fuéramos a ese que estaba a unos 15 minutos. Dimos las gracias y marchamos.

Previendo que el lugar no contase con un restaurante donde tomar algo, paramos y en Fito’s Burguer, –un carrito de arepas, perros calientes y hamburguesas, a orillas de la carretera–. Nos comimos una hamburguesa mixta de pollo y carne, con todo, incluyendo parásitos y amebas porque ¡hay que ver el tobo de pintura en el que lavaban las verduras!

“Cenamos” por doscientos bolívares y seguimos rodando por la oscura carretera. Por fin, después de pasar unas cuantas fuera de servicio, vimos una gasolinera abierta. Rellenamos el tanque para no tener que hacerlo en la mañana en una larga cola y seguimos.

Una alcabala, casi a la salida de la gasolinera:

–¿De dónde vienen los señores? Sonó la voz del Guardia Nacional en la penumbra a través de la ventanilla.

–De San Cristóbal.

–Aquí huele a gasolina –dijo en un tono como insinuando que podíamos andar cargando combustible ilegalmente. Parece que nos vio cara de “bachaqueros”.

–Claro, acabamos de llenar el tanque allí.

Abrió la puerta trasera del carro, iluminó el interior con su linterna y nos permitió seguir sin más preguntas ni insinuaciones.

hotelPor fin encontramos el “Hotel familiar” del que nos habló el moreno. Un sitio pequeño con entrada de tierra y granzón. Rodeado por una reja y coronado por cerca de alambre electrificado.

Un señor con camisa desabotonada y panza al aire, con mirada un podo perdida apareció del fondo.

–¿Tendrá habitación disponible?

El hombre balbuceaba sin saber si decir que sí o que no. Me miraba a mí que me había bajado del carro para hablarle y miraba hacía el vehículo con desconfianza. Finalmente dijo algo que asumí como un “sí”.

–¿Podemos verla?

Quitó el candado de la reja corrediza y empujó para dar paso al auto. Yo seguía parado mientras Cristian metía el carro en el terreno pedregoso que fungía de estacionamiento. Mientras lo hacía, el hombre con la mirada cada vez más de loco y tono de voz que demostraba que estaba tan asustado de recibirnos como nosotros de estar allí, me dijo:

–Entren rápido para cerrar porque hace ratico vino un loco a pedir habitación –hablaba mirando a los lados para asegurarse de que el hombre no estaba por allí–. Estaba todo sudado y dijo que era un estudiante. Pa’mí que era uno de los presos esos que se fugaron.

–¿De los 43 de Santa Teresa del Tuy?

–Ajá. Cuando le dije que no tenía habitación me dijo que le diera un sitio con techo donde pasar la noche. Le dije que no podía porque el dueño estaba aquí.

paisaje11La habitación estaba limpia y el baño impecable. El aire acondicionado funcionaba a perfección. Ya eran las once de la noche. Teníamos 12 horas de viaje y no podíamos más con nuestras almas. Pagamos los 400 bolívares que costaba el cuarto y el hombre agarró de una estantería dos cobijas enrolladas. Las miró dudoso. No parecía estar muy convencido de darnos esas. Tomó las que estaban desordenadas sobre la que, evidentemente, era su cama. Las levantó en el aire y las olió y dijo:

–Estas están mejor.

–No se preocupe –dije tomando las enrolladas con rapidez–, Con estas nos apañamos. ¿Estará seguro el carro allí?

–A menos que aparezca el loco y le tire piedras… era muy raro ese tipo. Menos mal que allí tengo a dos que llegaron hoy…

Caminamos a la habitación y decidimos pegar la pesada litera de madera de pino contra la puerta. Si alguien –el tipo que no se sabía si era un loco sudado o un preso fugado– quería entrar, con esa tranca no podría.

cielo2Tomamos una ducha con agua helada. Las cobijas de la duda tenían un tamaño como para Barbie, al igual que las sábanas. Encendimos el televisor para distraernos un rato y dormir relajados. El sitio es tan “Familiar” que al hacer zapping, aparecieron desbloqueados los canales pornográficos de Direct TV.  “Me tiré a mi padrastro blanco” ponía en inglés el título de una de las películas. Apagamos el aparato y agotados nos dormimos.

Al día siguiente nos paramos. Salimos apurados y tomamos de nuevo la carretera. En un mercado de “microempresarios” socialistas desayunamos cuatro empanadas chiclosas y dos jugos rancios por el “precio justo” de 160 bolívares, todo. En el pueblo de El Venado nos detuvimos a tomarle fotos a los bustos de Bolívar y Chávez que parecen tratarse de tú a tú en el pedestal del centro de la plaza.

Un lugareño, tirando verdes para recoger maduras, al vernos haciendo fotos a los bustos nos espetó:

–Yo estoy cobrando por eso.

–¿Cobrando por qué? Dije.

–Por las fotos. Yo soy el que cuida la plaza.

–Estás clarito. Dije. El tipo sonrió y siguió su camino.

Unos motorizados con cara de pocos amigos hicieron que apurásemos la labor y pusiéramos pies en polvorosas.

A eso de la una de la tarde, cruzábamos el Puente sobre el Lago que, a esa hora, tenía encendido su alumbrado eléctrico en un país donde el gobierno nos culpa a los ciudadanos de no ahorrar energía.

Hicimos en 26 horas el viaje de San Cristóbal a Maracaibo que en condiciones normales no debería durar más de cinco o seis horas.

Un paseo para celebrar la unión y el reencuentro familiar termina convertido en una crónica del miedo. La fiesta deviene en el horror de no saber nunca quién es quién. Todos tememos de todos porque todos sabemos que de cualquier pretina de pantalón puede saltar el arma que nos apuntará. Cosas y formas de vivir que nos ha legado al morir ese hombre que en un pedestal de plaza pretende tutearse con El Libertador.

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Un paseo por las entrañas de la Venezuela «chévere»

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Son las 4 y 45 de la tarde. Estoy en La Morita,  un punto que no debe aparecer en los mapas de Venezuela porque es un lugar en el medio de la nada. En la carretera que une los estados Mérida y Táchira.

Es un pueblo tan insignificante para el común de los venezolanos que de no ser porque me encuentro en una larguísima cola para poner combustible,  ni siquiera me habría detenido a mirar el.aviso verde con letras blancas a la orilla de la vía que indica que estoy en «La Morita».

Esta historia comenzó hace un par de días cuando decidimos asistir a la celebración de 15 años de mi sobrina Karen para aprovechar la fiesta y saludar a mis sobrinos que viven fuera de Venezuela y que vinieron exclusivamente para la celebración en San Cristóbal.

No es fácil celebrar la unión familiar y hacer turismo interno en esta Venezuela

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que nos legó Chávez.  Por mucho que uno se ufane de ser precavido y haber aprendido a sobrevivir en este caos del socialismo del Siglo XXI, las sorpresas y los imponderables siempre terminan por imponerse

Yo pensaba que al contar mi vehículo con el chip de racionamiento de combustible me ahorraría la incomodidad de hacer las largas colas para repostar combustible que se aprecian por todas las estaciones de servicio de la ciudad a cualquier hora del día que la gasolinera esté de servicio. ¡Qué iluso!

Las colas son justamente de los que cuentan con el famoso chip. Sí. Una vez más la propaganda oficialista nos engañó.  El chip del racionamiento no aminoró las colas de las gasolinares como cacareó el régimen para instalarlo. Y como en este país lo anormal, por frecuente,  termina pareciéndonos «normal», cuando comenté acerca de esas largas filas de autos, alguien me dijo:

-Sí. Son largas. Pero pasan rápido. Uno tarda sólo como media hora para poner gasolina.

A eso sólo pude responder que rápido es llegar y en tres minutos estar servido con la cantidad de combustible que necesite y pueda pagar. Y no perder media hora para que surtan máximo 30 litros. Ni un cc más. 

En fin, que al segundo día vimos una cola que «solo» media una cuadra de carros y nos metimos a repostar.  Unos 20 minutos más tarde, salimos con nuestros 30 litros en el tanque.

Esa noche, pretendí compartir con mis sobrinos de Estados Unidos un helado y fuimos a una famosa heladería. 

Todo normal. Como en cualquier país del mundo llegamos a la caja para hacer el pedido, pagar, recibir los helados y sentarnos a disfrutar del fresco de la noche en las mesas de la terraza.

¡Oh, sorpresa!  La heladería no tenía o no le funcionaba el punto de venta. Solamente aceptaban efectivo.

Con el dinero que teníamos,  compramos algunos helados y mientras los comían fuimos, allí mismito, a un cajero automático para sacar el efectivo que faltaba para los otros. 

Para hacer un largo viacrucis corto, sólo diré que tuvimos que ir a cuatro o cinco sitios porque unos cajeros no funcionaban y otros no tenían efectivo disponible. Cuando llegué,  ya mis invitados se habían comido sus helados. Pedí el mío. Y de esa manera se desarrolló nuestro compartir familiar,

¡Qué linda y chévere se nos ha vuelto Venezuela!

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Llegó el momento del regreso.  Como teníamos aún medio tanque de gasolina, decidimos no hacer las interminables colas de tres cuadras y agarrar carretera, una vez más confiados en que con el famoso chip no tendríamos inconvenientes en rellenar el tanque en cualquier estación del camino.

¡Qué ilusos!

Íbamos a tomar el camino más corto. Por la vía de Machiques. La mala señalización de la vía nos hizo dar un largo rodeo y extraviarnos.

Preguntamos y retomamos la vía. Al llegar a cierto punto, un piquete de la Guardia Nacional tenía trancada la carretera. Un efectivo con más fusil que edad nos informó que no había paso porque en Orope estaban protestando.

«¿Tardarán mucho en reabrir el paso?» Preguntamos ingenuamente.

«Están quemando dos gandolas»,  fue la respuesta recibida.

Deshicimos el trayecto.

Pasamos una estación de gasolina. Cerrada. «A diez minutos hay otra».  Llegamos a esa otra. Cerrada. «A 15 minutos hay otra».  Llegamos a esa otra. Cerrada. Nos quedaba memos de un cuarto de tanque y más de la mitad del camino por recorrer.

Comemzábamos a ser presas del pánico y la angustia. 

Un hombre al que preguntamos nos dijo:

«En esa casita de las matas de coco, venden gasolina».

Una vivienda humilde con encharcada entrada de tierra y.cortinas en lugar de puertas. Junto a la estación de servicio. Nos atendió un chico:

-¿Cuánta gasolina quieren?
-¿Cuánto cuesta?
-¿Cuánta quieren?
-Unos veinte,  veinticinco litros.
-Salen en 800 bolívares, los 20 litros.

Para quienes leen esto y no saben, el tanque del carro de 40 litros se llena con unos cuatro bolívares.  Echen numeros.

Dijimos no.

Decidimos correr el riesgo y continuar andando hasta una próxima gasolinera.
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Es así como llegamos a La Morita a las 4 y 45 de la tarde. El calor y la humedad son sofocantes. Mientras escribo,  miro el reloj del panel frontal del carro. Han pasado 40 minutos desde que empezamos a hacer la cola en plena carretera. La fila avanza lentamente.

Sediento,  me bajo a comprar un agua energizanfe. Un par de loros con su alegre graznido surcan el cielo en vuelo sobre mi cabeza.

Retomo mi puesto en la cola. Al lado, el bombero levanta una vara con el chip de los motorizados para que el scanner pueda leerlo y despacharles su combustible.

Una hora y diez minutos después,  con los 30 litros de gasolina que nos correspondían por el día en el tanque y 2 bolívares menos en el bolsillo. Salimos de la gasolinera para retomar el camino de regreso a casa.

Empieza a oscurecer. Tenemos seis horas rodando en un viaje que se suponía haríamos en cinco, y aún nos falta más de la mitad del trayecto.

Estamos agotados. Tal vez sea tiempo de parar

Golcar Rojas

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