Días de sacrificios… #SOSVenezuelaEnDictadura
Hoy quiero compartirles un cuento. Bueno, más que un cuento es una anécdota de la que que tal vez muchos podrán extraer alguna moraleja o sentirse identificados. No daré señas particulares, nombres de personas ni lugares en específico porque en tiempos de persecuciones y sapeos, de desvanecimiento del Estado de Derecho, es mejor no dar datos que marquen lugares o personas. Y, seguro estoy, que en todas, las partes de revueltas del país debe estar sucediendo lo mismo.
Aconteció en uno de estos convulsionados días que vive Venezuela desde el 12 de febrero, en algún lugar de esta atribulada y entristecida patria que todos los días llora la pérdida de un hijo, un hermano, un amigo. Seres queridos que caen en la refriega, en la lucha por lo que creen y por lo que aspiran.
Pasó en alguna de las tantas ciudades que se encuentran marcadas como zonas de fuego. Una de esas áreas en las que la gente por cansancio se termina durmiendo luego del ¡pump! de la última explosión de la madrugada y se despierta con la primera detonación antes del amanecer.
La gente de una comunidad se congregó para discutir acerca de si debían pedir la remoción de las barricadas aledañas a sus residencias y quitar el apoyo a los estudiantes que se mantenían en pie de lucha en esos edificios. La reunión se llevó a cabo a petición de algunos vecinos oficialistas que insistían en que debían restituir el libre tránsito por la zona y volver a la paz comunitaria.
La asistencia fue multitudinaria. Entre otros alegatos, los oficialistas sostenían que una bala (nunca mencionaron que era una bala que provenía de la GNB) había entrado por una ventana y había pasado a centímetros de la cuna donde se encontraba durmiendo el nieto de una vecina.
Ante esa aseveración, la vecina en cuestión se levantó y dijo:
-Es verdad. Mi apartamento resultó con los vidrios rotos y la bala pasó rozando la cuna de mi hijo, no de mi nieto. Pero yo no estoy de acuerdo con que vayamos a desalojar la protesta. Yo sigo apoyando a esos muchachos y si, Dios no quiera, la bala hubiera alcanzado a mi hijo, igual los seguiría apoyando porque ellos luchan por sus ideales y por su libertad.
Al final, la discusión se dirimió como se dirimen las cosas en democracia. Hubo votación de los vecinos y ganó por apabullante mayoría el apoyo a los jóvenes en protesta. Los oficialistas se fueron con sus manipulaciones y rabos entre las piernas.
Poco después de lo sucedido, una amiga me contó que una amiga de ella que vive en ese conjunto residencial de esa ciudad del país, y quien supuestamente es de oposición, le dijo que iba a convocar una reunión con los vecinos porque su apartamento estaba sufriendo con los enfrentamientos, las residencias se estaban deteriorando y ese apartamento es su único patrimonio, con lo único que cuenta ahora que está jubilada.
-Además, esos tipos que están allí protestando no son de las residencias. Son una cuerda de malandros que se han metido allí y yo voy a hacer que los saquen-. Dijo.
Inmediatamente llamé a gente que vive es esas residencias y consulté acerca de quiénes son los muchachos que mantienen la protesta allí y me confirmaron lo que sospechaba. Son estudiantes que viven en los edificios y solo en los momentos en que la policía, la GNB y los malandros de los colectivos, los atacan reciben refuerzos de jóvenes de las urbanizaciones vecinas para enfrentarlos.
Es evidente que una comunidad no iba a votar masivamente a favor de mantener una protesta en sus residencias de unos desconocidos. La protesta se mantiene allí y la comunidad continúa apoyando a los muchachos.
Días después de estos hechos, vi un video en el que el comunicador Chúo Torrealba, de Radar de los barrios, hablaba acerca de las barricadas y de las protestas que se han desarrollado en Venezuela y comentaba que una chica le había dicho que ella estaba dispuesta a “dar su vida en la lucha”.
Todo es cuestión de valores y prioridades. Todo es cuestión de hasta dónde está cada uno dispuesto a perder o a sacrificar en una lucha por sus ideales, por la justicia o por la libertad.
Unos, como la madre mencionada, defienden a costa de la vida de sus propios hijos la lucha. Otros, están dispuestos a perder la suya en la conquista de la democracia y la libertad. Son muchos los ejemplos: Bassil, Roberto, Génesis, Alejandro, Jimmy, Geraldine, Danny, Wilfredo… son algunos de los nombres de quienes ofrendaron sus vidas en esta desigual batalla.
Otros arriesgan su libertad, son detenidos, torturados, perseguidos.
Pero algunos, a pesar de querer un cambio en el sistema político y de gobierno en Venezuela, se preocupan por el parqué de sus viviendas, por los vidrios de las ventanas de sus casas, por la incomodidad de no poder pasar por una calle trancada, por el incordio de una barricada frente a sus casas, por las pérdidas de sus negocios que se ven obligados a cerrar, porque sus viviendas se devalúan con los destrozos ocasionados por los enfrentamientos…
Todo es cuestión de prioridades, escalas de sacrificios, de cuánto está cada quien dispuesto a perder en la lucha. Del valor que le damos a esa lucha. Mientras algunos piensan en que la protesta debe terminar porque temen perder el vidrio de su carro, a otros se les va la vida en la pelea. Mientras unos dan su vida por la libertad, otros quieren que todo acabe y que vuelva la paz.
Pero, la paz puede tener un alto precio. A veces, se paga con libertad. Cuba, no hay duda, vive en “paz”.